Foto del stand andaluz, 2023 (foto mía, ver álbum) |
Desde que me acuerdo, el 12 de octubre, feriado, para mí era sinónimo de ir al Estadio Español.
Mi familia, que ha estado siempre a cargo del stand de Andalucía, uniendo mesitas, armaba una sola mesa larga, parecida a la de la casa de Algarrobo*, y al igual que la de la playa, ésta, ese día, se llenaba de cariño y comida.
Ahí llegábamos a instalarnos nosotros, desde la mañana hasta la noche. Tíos, primos y una gran parte de la parentela, bajo el fondo ruidoso de guitarras y flamenco, amenizado con sangría, pepitos y tortilla española. Con el tiempo, se fueron sumando parejas, sobrinos, nietos y amigos varios, siempre todos muy bienvenido a la mesa larga, llena muchas risotadas, con puestas al día tras el "Ohhh, pero qué es de tu vida!!!!" e invitaciones a instalarte y conversar, y a comer obviamente, pues jamás faltaba de un cuanto hay para merendar. Para mí ese día era sinónimo de mi muy grata junta anual con todos ellos.
Obviamente, no siempre estábamos a la vez, lo que era muy beneficioso para poder conversar con mayor atención. Unos llegaban más temprano y otros más tarde. Algunos se iban a dar una vuelta para ver a la gente con sus diversos trajes tradicionales, o a probar algo de los otros stands, donde todas las colectividades ofrecían varios platos típicos, o volvían según el show sin pausa del tablao andaluz o se iban a la cancha donde habían distintas exhibiciones de las diversas ramas deportistas y artísticas del Estadio. Siendo, por supuesto, las de flamenco y otras danzas españolas, las bellas e indiscutidas protagonistas absolutas.
Evidentemente, mi prima V., quien además de profesional de la salud es bailaora y co-fundadora con su marido de una afamada escuela de baile (@jlsobarzoflamenco), junto a sus fieles alumnas, siempre ha hecho una presentación en esa ocasión. Y por supuesto ahí nos íbamos todos a sentar en la gradería y acompañarla con las palmas y el infaltable oléeeee!!!!.
Creo que fue el 2018, por razones desconocidas para mí, cuando en el Estadio empezaron a poner límites a la entrada. No me gustó, de algún modo se perdía la esencia, pero igual fui, por mi querida junta anual. Entonces invité a Míster, con quien estaba empezando a pololear, y quien iba por primera vez.
El 2019, siete días antes del fulminante Estallido Social, en particular el viernes 10 de octubre, y justo ese finde “hispano”, murió mi abuela*, de origen andaluz, tras varios días de agonía y, además yo tenía función en el teatro*. Por esos motivos, esa fue una de las pocas veces que recuerdo no haber asistido a esa fiesta.
Luego, el 2020, llegó la Pandemia y empezaron las restricciones de aforo en todos lados. No recuerdo qué pasó ese año para el 12 de octubre, pues yo no salía ni a la esquina. Tenía pánico de enfermarme, con lo peligroso y caro que salía. Además, estaba a cargo de llevarle los remedios a mi papá y de llevarlo al médico, entonces, como él dependía de mí, no me podía enfermar. Y además Míster es diabético, y yo no quería estar más sin verlo (no lo vi en seis meses, desde marzo, cuando se declaró el confinamiento, hasta julio, cuando lo visité para celebrar dos años juntos).
Y si bien los siguientes años (2021 y 2022) se fueron relajando las medidas sanitarias, yo no me había planteado ir de nuevo, hasta este año, cuando la pandemia estaba controlada oficialmente, según la OMS. Y dado que quería ir, y reanudar mi postergada junta anual, empecé a buscar información para la versión 2023... Y la encontré aquí.
Así supe que esto ya no es para nada de puertas abiertas, como solía ser…ahora se requiere invitación, además es un máximo de cuatro invitados, con pulseras que se deben retirar por los socios, físicamente y con antelación, y además se exige registro con nombre, rut, email y teléfono que debes hacer máximo hasta el día antes de la celebración (y sin todos esos datos no es posible ingresarlo a la web). No me gustó para nada, ni el fondo ni la forma, pese a que en mi caso yo no tenía mayor problema, respiré profundo y en virtud de mis ganas del encuentro familiar anual, hice lo necesario e igual fui, con Míster.
Había una fila enorme para entrar, al llegar a la puerta de acceso, ahora diferente para socios que para visitantes, había guardias que revisaban hasta la cartera... Me cargó. Quise convencerme que era por seguridad, y que básicamente no quedaba otra dada la violencia que se había instaurado en todo Santiago (todo el país en verdad) desde el Estallido en adelante, pero seguía siendo un shock para mí. Una vez adentro, tipo cinco de la tarde, en un día soleado, me fui rauda y directo al stand de Andalucía. Como era de esperar, el tablao estaba lleno, y me puse a buscar la mesa larga...
No la encontré. En su lugar sólo vi, en una mesa de cuatro o seis, sin casi platos ni jarras, una sola de mis tías, quien estaba conversando con dos jóvenes, que yo no conocía. La saludo y me los presenta “son mis sobrinos, los hijos de mi hermano”, dice. “Ohh" digo sonriendo "entonces somos primos” (cierto), pero no hubo un “Oooh qué buena” ni nada por el estilo. Sólo un silencio que no sentí equivalente una invitación a indagar más, o quedarme ahí... Le pregunto a mi tía por los demás, me mira raro y dice “Pero quién más va a estar, si están todos muertos”... Y entonces se me apretó el pecho.
Era verdad, en gran medida. Mi abuela, su hermana (la mamá de esta tía), el patriarca de la casa de Algarrobo, y en resumen todos los que para mí hacían entrañable esta instancia y un espacio para compartir con la parentela extendida en la mesa larga, de la playa o del stand, ya no estaban en este mundo.
Yo esperaba ver a la prolífica descendencia, como siempre, pero sin todos los que hacían de argamasa, la junta de ese día ya no era obvia. Y me di cuenta así, de golpe y porrazo, con una canción de cariño malo gitano de fondo, desgraciadamente muy adhoc, y me dolió tanto, tanto, evidenciarlo.
Mi mamá en pleno olé! |
Entonces esta tía me dijo “tu mamá está allá sentada”, me sorprendió porque ella me había dicho que no iría. Cosa que era completamente insólita para mí, pero me dijo que estaba medio malena de salud y no q (tosía un poco cuando hablamos) y por eso no quería estar en el pasto, además tenía una fiesta el sábado 7 y un compromiso ese domingo 8). De modo que verla ahí fue sorpresa...
La fuimos a saludar, y me dijo que el compromiso era la semana siguiente y que la llamó la tía X para la junta anula, pero que aún no la encontraba. La dejé ahi y fui a dar una nueva vuelta, por si veía a la tía X, la mesa larga o algo que indicara su pronta presencia. Mister, que se sentía muy congestionado por la alergia primaveral, pese a los antiestamínicos muy oportunamente y suficientemente administrados, me esperaba bajo la sombra de un árbol, en un espacio un poco más silencioso.
En mi búsqueda de algo parecido al choclón de siempre y vi a otra tía, justo una que nunca me ha caído muy bien, sentada con alguien que yo no conocía y en otra mesa además, algo completamente impensable para mí hasta ayer. No me reconoció y así que no la saludé. Y, entonces, todo empezó a parecerme raro.
Volví donde Míster y nos fuimos a recorrer el lugar, pero al poco andar él quiso regresar, mucho ruido, mucho polen y mucha gente" me dijo. todo lleno de alergia y congestión… Me dio un abrazo y se fue.
Mi mamá en primera fila del tablao andaluz
Yo seguí deambulando, milagrosamente sin encontrarme con nadie. Me senté en las mesitas del patio andaluz, que hallo es uno de los espacios más lindos y gratos del Estadio, y me compré una tortilla española. ”Quijote”, de esas con chorizo, que curiosamente no hacen de la manera tradicional (con las papas cocidas y fritas), así que mi mamá no la recomienda ("Katinita, es que es atroz, ahora en todas partes, incluido aquí, hacen todo al microondas, impresentable en general, pero sobre todo en un lugar como este", me dijo, y le encontré razón). Y comí ahí, sola… Nunca había sido así.
En eso estaba, cerca de las ocho, aún de día, cuando mi mamá me llama para decirme que no encontró a la tía X y que se quiere ir… le indiqué dónde estaba, llegó con mi chaqueta y conversamos un rato. Además, ese día no habría las tradicionales fallas valencianas, tampoco estaba la reina de Valencia paseándose con su atuendo regio, y hasta mi mamá se iría del Estadio antes que oscureciera y ella , que solía no bajarse del auto, ahora andaba en úber…. Me vino nostalgia, porque ya nada era como antes. (Me sentí un poco como "Barbie", en la película, que quería que todo fuera como siempre y eso ya no era viable).
Entré al salón “Parque de los Reyes”, que había conocido en julio por la charla sobre Mallorca que hicieron mi papá y mi tío*, donde me reencontré con gran parte de esa parentela que esperaba ayer, en el día de la Hispanidad, y que no vi.
Además todo fue muy amenizado por el director del coro, que era MUY simpático y totalmente encantador, quien comentaba breves historias sobre los contextos de cada canción, además de presentar a los autores e intérpretes. Y también dijo que, creía, que era el único grupo que hacía zarzuela en el país, así que me sentí súper afortunada de haberlos vistos. Realmente lindo y entretenido.
Al culminar el show, salí del salón, y quise comprarle una tortilla Quijote a Míster para llevar, pero como me dijo alguien “No quedó nada, se comieron hasta los molinos de viento”. Me di una vuelta por el stand de Andalucía, por si acaso me encontraba con alguien, y aún había fiesta pero no estaban ni siquiera las tías que había visto antes, ni la prima bailaora, ni nadie de los míos.
Busqué algo para comer en los otros stands para llevarle a Monsieur, pero era efectivo, no quedaba prácticamente nada. Increíble porque había toneladas de comida y no era barata. Finalmente, encontré un sándwich medio picante. que era lo único que quedaba y lo estaban rematando para cerrar el local, y se lo compré.
Esta vez, a diferencia de todos mis recuerdos de este día, en vez de en patota o al menos con un par de parientes salí sola del Estadio, junto a una turba de desconocidos, y, por lo mismo, teniendo una sensación como de irrealidad. Y, mientras sentía que algo se decantaba dentro de mí, caminé por la calle “Puerta del sol” hasta Apoquindo.
De a poco el ruido del día fue desapareciendo mientras me iba. Esperé una micro que nunca llegó así que fui hasta el metro por la vereda norte, al llegar a la estación escuela militar, resultó que estaba cerrada. Por suerte vi que al otro lado había gente, o sea probablemente seguía abierta, lo cual era coherente con la hora, casi las 11 de la noche, casi la del cierre, pero aún no.
Debí devolverme un buen trecho para poder atravesar, pero alcancé a subir al metro y me bajé en Pedro de Valdivia. Caminé casi a media noche, sola, cosa que no hago nunca, y por una totalmente silenciosa Marchant Pereira, hasta el edificio. Subí, le di un beso a él, y el sandwich, y entonces aquello que sentía se evidenció, esa sensación de incredulidad se volvió pena por la despedida de una era, porque se terminaba día de la hispanidad, mi 12 de octubre, ya nunca más sería lo mismo.
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*Sobre "la mesa de Algarrobo", conté parte de eso en este post "El libro de los Chulillos" y en "Volver a pasar por el corazón".
*Sobre la muerte el 2019 de mi abuela, escribí aquí (y además linkeo el discurso que di para su funeral): "Mi Charito"
*La Función en el teatro fue en el contexto del festival del verso clásico, y aquí está el registro en video de mi participación en esa instancia. Y aquí un álbum de fotos al respecto.
*Sobre la charla de mi papá y mi tío...Algo conté en mi instagram e hice un álbum de fotos de esa jornada que terminó en el casi del estadio, con una larga mesa llena de gente y comida.
*Presentación del coro... Y justo esta hermosísima presentación fue grabada como Dios manda, así que aquí dejo ese registro.. para despedir con algo de arte esta versión del día de la Hispanidad, 2023, cuando tengo (desde enero) 50 años y sentí que este es mi último recuerdo al respecto, porque creo, el "12 de octubre" (aunque se celebre el 8), mi "12 de octubre", nunca volvería a ser lo mismo para mí.