mercredi, janvier 12, 2022

Mi escribir, como damascos maduros

Árbol de damascos
parecido al de mi infancia (Fuente)*.

La velocidad en mi cabeza  era mayor que la de mis manos en el  piano”. Algo así le dijo el músico Reggi (así sellamaba Elton John antes de convertirse celebridad) al letrista Bernie, al poco tiempo de conocerse. 

Eso fue cuando un productor los recibió a ambos, casi simultáneamente. Entonces, ellos dos eran muy jóvenes y además totalmente desconocidos. El ejecutivo les percibió cierto talento y les pidió que vieran si podían trabajar en dupla. 

Lo lograron y fue un acierto rotundo. Al menos según "Rocketman", la película que vimos, anoche, Ive y yo (por Netflix), sobre la historia del famoso cantante británico. En todo caso, Wikipedia lo confirma*. Pero lo que me caló fuerte fue la primera frase que cito aquí. 

De hecho, cuando la escuché le dije a Ive: "Eso mismo me pasaba a mí cuando escribía" y usé el verbo en pasado.

Y me dio tanta pena y rabia… pues, aunque es cierto que sigo escribiendo pequeños relatos cortos en twitter, en la cabeza y, en todas partes en verdad… De hecho, ahora, aquí en el blog, vi que tengo un montón de textos en borrador, de los que me había olvidado. Estos forman parte del sinfín de escritos esbozados o a medio hacer que tengo. El punto es que, también es cierto, que ya casi nunca me siento a escribir con dedicación ni termino bien el texto iniciado o con ganas de armar. 

No lo hago no porque no quiera o no me guste... sino porque siempre... siempre hay algo más urgente, siempre es "después lo hago" pero, de repente, anoche, me percaté que ya no siento las voces en mí, al menos no como antes. 

Me refiero a esas "voces" que me obligaron, casi toda mi vida, a parar lo que fuera que estuviera haciendo y escribir. Porque era una necesidad imposible de postergar, como respirar casi. Ahora es sólo a veces así y, casi siempre, lo dejo pasar.  

O sea, aprendí a dejarlo pasar, a ahogar las ganas, a tratarlas como si fueran una molestia y, por lo tanto, a no darles tiempo basada en que mi escribir no es algo productivo... 

Pero anoche, cuando vi la película, y sentí lo que el artista sentía al darle espacio a las voces, esa conexión entre lo que pasa en tu alma y en tus manos, es tan lindo, que sentí que no darle espacio es como matar la belleza... y eso no puede estar bien. Y al carajo con que no sea productivo.

(Al respecto, recordé la novela de Milan Kundera, donde la protagonista, Agnes siente que matan la belleza y ella la recupera con una rosa azul*). 

En fin. Hoy desperté a las 5 am y podría haber tomado un libro (a los que también, muy a mi pesar, y por la misma razón, les doy mucho menos tiempo ahora), también podría haber seguido con varios temas personales/laborales que requieren urgentemente de mi tiempo, y eso iba a hacer “para aprovechar la despertada y hacer algo productivo” como suelo decirme… 

También pensé en escribir a mano, como hice durante un buen tiempo del último año en un cuaderno, usándolo como diario de vida, pero sobre todo como ejercicio de  “mantención” de escritura*…. 

También pensé en retomar alguno de los mil escritos sin terminar que tengo en la mac… Y que ya no sé si terminaré, porque sé que los relatos pueden salir del alma en un cierto momento y luego ya no. Se mueren. He pensado muchas veces que son como frutas en los árboles, tienen su tiempo de aparición y maduración, se comen ricos ahí... o no se comen, nunca. 

Al respecto, me acuerdo que en mi casa de Vitacura, donde pasé mi infancia, había varios árboles frutales en el patio, entre ellos, dos damascos. 

Mi mamá y a mi abuela, en las tardes de verano, sentadas en la terraza con varios canastos de damascos que habían sacado, se quedaban sacándole el cuesco para hacer mermelada. Quedaba maravillosa. (Ja, recordé un relato de la Marcela Serrano,  donde, en una parte, habla justamente de ser el tipo de personas que hace mermelada de damascos*). 

El asunto es que yo, si bien a veces colaboraba un rato con ellas, además de comer algunos damascos, porque ¡estaban tan rico!s, veía y sentía que esa actividad, igual que desgranar porotos en esa misma época, era pausada, placentera, conversada, aprovechando la caída de “la fresca” veraniega. Y ellas hacían eso no una tarde, sino varias, porque no todos los damascos estaban listos al mismo tiempo. 

El punto es que, aunque los frutos estaban ahí por un regalo prodigioso y dulce de la naturaleza, si no fuera porque ellas se organizaban y se hacían el tiempo, grato pero destinado a eso y no a otra cosa, esos exquisitos duraznos de mi memoria se hubieran caído y podrido en el suelo, pese a tener potencial para ser parte de un festín. Pero, para eso, había que tomar acción oportunamente, por último para congelar o confitar. Sino, ya es demasiado tarde y nada que hacer. 

Yo siento que así mismo son las historias en la cabeza y en el alma. Al menos son así para mí. Las tengo, las puedo llegar a saborear, pero me digo “ya, ahora tengo que hacer X, después me siento a escribirla”, pero el después no tiene calendario y yo me lleno de cansancio y de deberes y nunca hay tiempo para “sólo” escribir… 

Creo que es porque, en algún momento, me empecé a sentir culpable… en cuanto a que ¿cómo puedo estar escribiendo si tengo que hacer X, Y, Z? así que yo misma me postergué y aprendí a callar las voces que, siempre, aparecían y yo requería detener todo para darles espacio…

Pero ayer, cuando vi la película y, en una parte, el joven Reggi, en su casa, donde vivía con su mamá, a partir de las letras de Bernie, compone, en el piano y la voz, algo que le salió del alma, de verdad sublime, de hecho me conmoví. Hasta le dije a Ive, “Oye ¡pero qué lindo!”. No soy muy conocedora del artista inglés, pero era uno de sus mayores hits, y el que, según el filme, le abrió la fama. 

El punto es que, en ese momento, cuando el Elton John en ciernes leyó esa letra de su amigo Bernie, sintió en su cabeza y manos las “voces” y le dio espacio. Vale decir, “cosechó los damascos maduros”. 

En la película, la primera parte de la canción es ahí, en la casa, pero la segunda es en el estudio de grabación, donde seguramente le hicieron arreglos. 

O sea, es frecuente que las cosas no están listas en “la primera cosecha” (en el caso de los damascos, hay que lavarlos, seleccionarlos, sacarles el cuesco, etc. antes de usarlos para mermelada).  Es lo mismo con las creaciones, hay que trabajarlas después… Pero Reggi no hubiera llegado al hit sin haberse tomado el tiempo de darle cuerpo melodioso a las voces… Solo, en su casa, sólo con su mamá.

Eso hice yo durante gran parte de mi vida, volqué "las voces" en miles de cuadernos, que siempre tuve cerca. Ahora me digo que debe ser en el teclado y ahí ya todo cambia… porque no fluye igual y, me pasa, que siento que hacerlo en un cuaderno es tonto, porque me dará lata pasarlo en limpio (lo que también es cierto). 

(Aunque sé que hay maneras de hacerlo con voz a texto… pero no sé cómo y termino no escribiendo… creo que lo del teclado ha sido parte del problema de no escribir, seguramente no el mayor, pero ha incidido su resto...Tengo que ver qué hago al respecto).

En fin. Yo siento que parte fundamental de mí es ser alguien que escribe. Es como mi esencia, quizá, también mi humilde aporte al mundo. A parte del mundo que me ronda, al menos. 

Como ser un árbol de damascos, no será el único, tampoco tiene por qué ser el mejor, ni nada. Será uno más. Y sí, a veces dará frutos amargos, pero también dará muchos dulces. Y puede alimentar, e incluso quizá deleitar, a quienes estén cerca y tengan la suerte de probarlos. Si uno quiere que no se pierdan, hay que cosecharlos cuando es debido. 

Por lo tanto, si yo quiero procurar que la mayoría de mis relatos no se pierda, me tengo que ocupar… darle el tiempo necesario y oportuno a la cosecha de "las voces". Porque el mundo es un lugar mucho mejor con "damascos" que sin ellos. Con los míos y los tuyos.

Por eso creo que es importante que todos nos demos el tiempo de cosechar nuestros propios "damascos" maduros pues, sin duda, varios serán dulces. 

Y, además, tal como sentí con mi mamá y mi abuela con los damascos, esa cosecha suele ser una actividad muy grata para el cuerpo y el alma, pues ¡qué cosa más rica unos damasquitos dulces al caer “la fresca” en el verano!... Eso mismo siento yo cuando escucho “las voces” y las escribo... como ahora. A ver si me hago caso.

Notas:

* Me hubiera gustado poner una foto de los damascos de mi casa. Pero resulta que no tengo imágenes, sólo las de mi memoria. Ahora que lo pienso me gustaría que alguien me hiciera un dibujo o una pintura... La foto la saqué de Google images.

*La película que vimos anoche Ive (mi pareja desde 2018) y yo, en Netflix es "Rocketman"  de 2109. Aquí la info .

*La biografía de Elton John según Wikipedia confirma la dupla y amistad exitosa entre Bernie y Reggi (ver aquí). 

* Me encantó el libro "La Inmortalidad" de Milan Kundera. De hecho, ahora, estuve considerando leerlo de nuevo. Porque es MUY bueno. Eso pasó justo porque reléi unos párrafos, gracias a este breve y muy buen post, donde los citan: http://unlibroaldia.blogspot.com/2009/05/milan-kundera-la-inmortalidad.html

*Lo del ejercicio de escritura diaria fue gracias a una propuesta de una argentina, la Ceci Maugueri, que me encanta, y que ayuda a escritores. Yo la leo, tristemente sólo de reojo porque siempre me digo “después”, pero de vez en cuando sí me doy el tiempo para leerla un poquito más y siempre, pero siempre, es un acierto. Esta es su web: https://www.ceciliamaugeri.com.ar

* Me encanta la obra de la escritora Marcela Serrano. La he leído casi toda. No sé si el relato al que hago mención es de una novela, creo que de "Nosotras, que nos queremos tanto" o uno de los cuentos de "Dulce enemiga mía". Lo googlé, pero no encontré la respuesta con exactitud.

 





samedi, janvier 09, 2021

"Relatos Ciegos" y el "Estallido social"

Esta foto es de Hugo Morales, 25 oct 2019, de art en Wikipedia
El viernes 18 de octubre de 2019, como muchos otros viernes, fui a almorzar, temprano, al Cubano, en Lastarria, con Ive, porque es muy rico y está muy cerca del trabajo de él. Comimos su maravillosa lasaña de berenjenas y luego me fui a mi casa, porque irían de la empresa "Fugas" a detectar una fuga de agua... Eso sería a las tres de la tarde y, luego, yo me iría a Viña, al funeral de la hija de una muy querida amiga de mis papás, que era como una especie de prima lejana para mí, de mi edad. Se moría de cáncer y dejaba un hijo de 18 años sin mamá. 

Mi papá se había ido en la mañana y me ofreció llevarme en auto, pero yo no podía por este asunto de la fuga (ya habíamos reagendado un par de veces, inclusive la víspera, el jueves 17 de octubre, en la mañana había colapsado, otra vez, una matriz de Aguas Andinas, lo que inundó varios sectores y generó un taco enorme, ese día en la tarde, además, en la estación San Joaquín del metro, hubo desmanes producidos, aparentemente, por estudiantes de establecimientos cercanos... Yo creo que eso escaló y explotó al día siguiente. El asunto era que yo no quería alargar más el tema y me quedé en Santiago, me iría después de almuerzo en bus). 

Fuente foto Emol (esta foto no sé si era del 18 oct, pero
así se veía en la tele, incendios por todas partes).
Así, el viernes 18 de octubre, yo estaba en mi casa, cerca de las cuatro de la tarde, despidiendo al tipo de la empresa, cuando Ive me llama por teléfono y me dice "cerraron el metro, no hay micros, nos soltaron a todos en la oficina". Él se fue caminando por el lado norte del río hasta su casa a la altura de Pedro de Valdivia, yo vi las noticias sin poder creer lo que veía... Fue impresionante.  Todo estaba en llamas (quemaron 20 estaciones de metro ese día y dañaron varias otras). El taco desde mi ventana era épico. Nadie sabía nada de nada, el transporte público era un enigma enorme. No pude irme a Viña.

LLamé a mi papá y le conté. Él figuraba en un restaurant de Concón, mirando la puesta de sol en el mar y comiendo mariscos... Me dio tanta lata no haberme ido con él. Al día siguiente, con una suerte infinita, una amiga, a la que le había comentado mi situación, me ofreció llevarme al terminal y esperarme a ver cómo me iba... 

Foto del 19 oct 2019. Soldados en la calle. Fuente.

Nos fuimos en su auto bajando por la Alameda, un sábado, cerca de las nueve de la mañana, y era otro Santiago. Todo estaba rayado, roto y lleno de soldados en la calle. Yo nunca había visto algo así. Me dio mucho miedo. 

Logré tomar el bus y, no ´se cómo, logré llegar al cementerio "parque del mar" en Concón, pero ya todo estaba terminando. Tras todo eso, yo iba a volver a Santiago, pero en las noticias, en la radio, decían que había problemas en todas partes, Viña y Concón incluidos. Mi papá y yo decidimos irnos a "atrincherar", como dijo él,  a la playa, a la depa de Santo Domingo.

Nos quedamos allá varias semanas, escuchando noticias. Yo estaba aterrada con lo de los ojos. La gente perdía ojos por el actuar desproporcionado de la policía. Las secciones oculares de la Posta Central y el Hospital Salvador estaban a tope, como nunca antes. 

Yo escuchaba noticias y leía al respecto en twitter como nunca en mi vida. Había marchas todos los viernes en la plaza Baquedano, a la que dejaron convertida en un horrible lugar, la zona cero y todo fue escalando hasta que hubo una tremenda marcha, la más grande de todas, dicen, incluso más que la emblemática última marcha del "NO". 

En algún momento, el presidente, Piñera, anuncia que se creará el pacto para una Nueva Constitución. Tras muchas dificultades de todo tipo y con gente llenando las calles algunos con música, ollas y cucharas, otros destrozando la ciudad y varios colapsando unidades de urgencia, entre otras situaciones, el 15 de noviembre, a casi un mes del estallido, se firma el Pacto para una Nueva Constitución. Pero las manifestaciones no cesaron... 

En algún momento nosotros, en medio de todo eso, volvemos a Santiago y yo escribo un cuento, "La Llamada", que da cuenta un poco de todo lo vivido. Sigo leyendo twitter y mucha gente cuenta muchas historias, algunas que realmente conmueven. Las guardo en la misma plataforma. 

Fuente: el tweet de Marianne
Entonces, un día, veo un twit, de una actriz chilena, de origen alemán y que vive hace varios años en Berlín, Marianne, quien, impactada con todo lo que pasaba en su país natal, hace un llamado a todos quienes le quieran contar sus relatos, pues quiere hacer, lo único que dice está en sus manos hacer, una obra de teatro.  

Me comunico con Marianne por twitter. Tenemos buena onda desde el principio. Nos damos los whatssup (wsp) y emails. Le mando mi cuento (uno de los primeros borradores), también le comparto algunos de los relatos que guardé. Ella revisa todo ese material, y más, y escribe, flash, su obra guión, que titula "Relatos Ciegos". 

Me mostró su escrito y me percato que tomó varias de las cosas que escribí yo y de los relatos que le recomendé. Le hago algunos alcances que ella, en parte, acogió y, tras hacer algunos ensayos de la obra que estrenaba entonces, "La muerte y la doncella", no sé cómo, empieza muy rápidamente con toda la producción (actores, lugar, ensayos, para su obra etc.), todo fluía mágicamente. Pero, en marzo del 2020, llega la pandemia y todos los teatros del mundo se cierran y se instauran las cuarentenas. En Berlín también, obviamente.

Marianne no quería que todo el trabajo se perdiera y, tras evidenciar que la cosa se venía para rato, su compañía, "Primera Línea teatro", decide encontrar un modo de filmar ... Lo encuentran y cada quien se graba en su casa con su propio celular. 

Fuente de la foto, El Mostrador (junio 2020)
Marianne y yo nos mandamos diversos wsp así que yo estaba al tanto de su trabajo.
Ella, tan decente, pidió permiso explícito para señalar el nombre en el corto a todos quienes, de alguna manera, le ayudaron en este proyecto. Entre ellos me preguntó a mí. Le dije que por supuesto que sí, pero, la verdad, yo sentía que la que debía agradecer era yo... se lo compartí. Fue bonito eso.

Fotograma del video de Wendy donde cuenta 
sobre el back stage y edición del film.
  Ver video aquí

La obra de teatro, así, se transforma en un cortometraje (editada por la actriz e influencer, y miembro de la compañía de Marianne, Wendy Bermejo) y, una vez terminado, comienzan a buscar lugares de exhibición. Lo encuentran, primero, en mayo de 2020, un festival de Berlín online, donde obtiene tanta aceptación del público, que en vez de un solo día de exhibición se extiende. 

Y, así, Marianne muestra su película en ese y otros festivales, y es entrevistada por distintos medios (El Mostrador, Somos Berlín, Revista Desbandada, etc.). 

Para este proyecto ella recibió la generosa ayuda de muchas personas, incluso de algunos artistas importantes, y entre ellas también mía. Estoy muy feliz de haber podido participar, indirectamente, de este filme.

Minuto 22:49 del cortometraje "Relatos Ciegos".


El corto está completo en fb, dura cerca de 20 minutos y, si quieres, lo puedes ver aquí.

El álbum de fotos


Yo en Capilano Bridge. Primer viaje a Vancouver, 2013.
T
odo lo de del libro de los Chulillos (últimos dos post) me lleva a contarles que, una vez, le dije a mi hermana, en Canadá, con la cámara en la mano (creo que no era el celu) algo como “ponte ahí para sacarte una foto” y ella me preguntó ¿ok pero, cuándo yo las voy a ver?...

Ahí me di cuenta que eso pasa, que las fotos se transforman en una sola imagen, que con suerte se manda por wsp en ese momento o se olvida, que no se les da contexto.  

O sea, se las deja sin más valor que para ese minuto y luego se borra. Despojándolas del potencial de hacerse un recuerdo, como el que disfruté al ver el libro de los Chulis.

Menos mal que mi hermana siempre supo eso y ella, hace poquito, por video navideño, me mostró un álbum de fotos que mandó a hacer. En él estaban las imágenes de los paseos y viajes que hicimos todos las veces que la fuimos a ver a Canadá (varias). ¡Y hay imágenes con todos mis sobrinos entre guaguas y casi guaguas!. Una exquisitez.

Me refiero a sus hijos y los hijos de mi hermana chica, que vive en Berlín. Así recordé las visitas al Waterfront, al acuario, al Capilano Bridge-, entre otros varios lugares de Vancouver, así como a lagos y parques cercanos. 

Tenemos fotos con el papá, las tres hermanas, los maridos, los cuatro primos. Ver otra vez esas imágenes fue como un festival de Felicidad para mí.

Ahora, en cada uno de esos viajes mi hermana canadiense (literal, ahora tiene doble nacionalidad, triple en verdad, porque somos españolas también) se encargó de llevar la máquina súper wuaaaa y no sólo el celu. 

Y luego de imprimir las fotos, seleccionarlas y armar álbums y, además, regalarnos un ejemplar impreso a todos. Está en la playa y cuando voy a veces lo veo. Ver esas fotos, así, sentadita, enfocada en ese momento, con calma, pasando las páginas, sin apuro y sin pantalla, me hace TAN bien. 

Y ahora, para este fin de 2020, mi hermana canadiense revisó, duplicó y editó algunas de esas imágenes y así amplió los álbums… 

Me los mostró hace unos días por videowsp y yo le decía “o que linda esa foto; ¡ahí estoy yo!; eso fue cuando…;mira qué chiquititos los niños; que delicia como ellos salen aquí” y así un buen rato. Me puse feliz con todos esos recuerdos.

Yo saco fotos con el celu y las amontono hasta que con suerte las traspaso al compu, si es que no las borro para hacer espacio. Saco fotos de un plato que se ve apetitoso, de un cartel con info que quiero usar y, a veces, de momentos para conservar, pero donde casi nunca  hago el mínimo trabajo posterior, que tampoco es tanto. Como, por ejemplo, al menos agruparlas en un álbum digital. 

Así se me van amontonando y luego ya no son valiosas, sino al revés, son cosas que entorpecen el funcionamiento del celu… ¿Por qué perdieron su valor? Porque no se lo di ¿y qué funcionamiento obstaculizan?... Sacar más y más fotos, a las que seguiré sin dar el debido tratamiento. Para dejarle espacio a memes o chistes que me llegan por wsp... 

Escribo y leo esto y me da hasta un poco vergüenza esta conducta. Procuraré cambiarla durante este año que se asoma. Porque estos días, gracias al libro de los Chulillos y al álbum de fotos que hizo mi hermana, resignifiqué la foto en la era digital.

Ya no me parece que sea algo que simplemente se hace porque se puede, sino que es un regalo de la tecnología que se debe honrar par que tenga valor. Y eso, como todo lo que importa, implica cierto trabajo. 

Una de mis misiones este año será darles valor a las fotos que lo merecen, o sea, principalmente las que muestran juntas con gente que uno quiere, e inmediatamente ponerla en un álbum, aunque sea digital, pero con fecha y contexto. 

Hacer eso oportunamente tomará sólo un momento pero, luego, puede ser la semilla de un libro y un buen recuerdo, como el libro de los Chulillos. 

Y lo digo en términos literales, porque recordar, o sea, volver a pasar por el corazón ese momento calientito es, sinceramente, LO mejor. Y no me quiero perder la oportunidad. Les dejo la sugerencia a ustedes también. Un abrazo a todos.



mercredi, janvier 06, 2021

Volver a pasar por el corazón

Varios de los primos, con los Chulis.
en la puerta de la casa de Algarrobo
En algún momento incierto de los 80
(la foto de la foto del libro impreso, of course ;)).
¡Feliz 2021 para todos! Tuve suerte y justo para estas fechas me llegó de regalo ¡el libro impreso! Ese del que les conté en el post previo. ¡Quedó precioso! 
Están las fotos de muchos acontecimientos en los que no había nacido, como el matrimonio de los Chulillos o de mis papás o, aunque ya estaba en la tierra, no figuro porque era muy chica o por motivos varios,  y así, con este libro, pude ver algo de eso y ¡me encantó!

Por supuesto, también, hay imágenes de situaciones en las que sí participé, como paseos y celebraciones variopintas, cuando todos los primos estábamos chicos… 

¡Éramos un montón de niños! ¿como 10, 12? Por ahí. Yo soy la mayor y mi prima menor debe tener ocho o nueve años menos que yo. O sea, una prole gigante de entre cero y nueve años. Uff. Valor. 

Los primos, no todos, como en los 80. 
 ¿Semana Santa quizá? digo por lo abrigados
(La foto es de la foto del libro impreso ;)).
Y así se resucitaron todas esas fotos, de quien sabe cuando, de todos juntos, con nuestras jardineras, vestiditos y atuendos vacacionales. 

Y en aquél entonces, finales de los 70 y en los 80 en pleno, a nadie se le ocurría fotografiar la comida, si fuera hoy, debería haber un libro sólo para eso en esta familia, porque ¡qué manera de comer! 

También hay un sinnúmero de fotos en la casa de Algarrobo, incluyendo algunas en blanco y negro y, así, vi cómo era ese balneario hace más de 40 años. BELLO.

Algarrobo quien sabe cuándo (adivinar por autos). 
Se ve el sitio donde se construyó la casa familiar
frente a la plazuela de taxis de la playa Las Cadenas.
Y también la casa en lo alto era de tíos
y además una que no se ve aquí, o sea, ¡más primos!
Todo esto estaba disperso por aquí y por allá, hasta que mi primo dijo “es hora de hacer un libro de familia” y se encargó de recolectarlo, ordenarlo y demás y ¡Voilá! 

Encuentro increíble como la convocatoria a la unión de registros desperdigados, al armarlos y contarlos, y con el tiempo y la gestión adecuada, pasan de ser sólo una foto vieja por ahí, o algo en la memoria de alguien, a convertirse en un invaluable recuerdo. Literalmente digo, porque recordar, como saben, significa, volver a pasar por el corazón. Y cuando eso pasa, el alma queda calientita al recorrer la historia propia, hermosamente materializada. 

Sé que hay empresas que se encargan de hacer estas cosas, de hecho, creo que mi primo se coordinó con una de ellas y, así, quedó una versión digital y un libro precioso de tapa dura y fotos impresas con colores brillantes. Y, como todo, el resultado final tiene que ver con la semilla y el proceso de buen cultivo y cuidado. La semilla aquí es una familia y el resto es que se reúne con frecuencia, para puro estar junta, porque sí, y, obvio, ¡que deja registro!

Proveerse los registros diseminados por todos lados no es una tarea trivial pero, al menos, en ese entonces, las fotos se revelaban y se organizaban en álbums. Así que me imagino que las fotos más antiguas fueron relativamente fáciles de ubicar.  Hoy, en cambio, hay tantas miles de foto de todo, que yo no sabría por donde empezar a buscar. 

Creo que ya es hora de tomar medidas para prevenir eso y así poder generar, desde la memoria, la felicidad que da el volver a pasar por el corazón.


mardi, novembre 24, 2020

El libro de los Chulillos

Me metí al blog y caché que hace mucho tiempo que no publico. Tengo varios borradores pero, por alguna razón, ya no me interesan y, bueno, me puse a leer lo último que hay aquí y es un post triste, de cuando murió mi abuela Charito, el 2019. Ahí les contaba que mi mamá creció con sus tíos... O sea con su tía, la hermana de la Charito, mi "Chulilla", y su marido, un gran hombre, el "Chulillo", A.Lobato. Ellos fueron los segundos padres de mi mamá y, por ende, mis segundos y muy queridos abuelos.

(La foto es de la portada del libro
y se la robé a mi prima, de su instagram)

La historia del apodo "Chulillos" tiene que ver con España, o, quizá, más bien, con la colonia española en Chile, de la cual he sido parte toda la vida.

Antiguamente dicha colectividad se juntaba mucho, por ejemplo en el estadio a ver jugar a la Unión, y, claro, también en otros lugares.

Los padres de la Charito, la mamá Conchita y el Papá Rafael, a quienes alcancé a conocer, ambos nacidos y criados en Andalucía, participaban de esas reuniones. (Dato aparte: la mamá Conchita fue la primera enfermera Cruz Roja extranjera en Chile, mi mamá siguió sus pasos y ha sido Cruz Roja toda su vida).

Mi abuelo, Nicolás Sacristán, el marido de la Charito, llegó desde Madrid en el Winnipeg (¡verifiqué el registro!). Y sé que mi abuela lo conoció en una fiesta, la que probablemente debe haber sido concertada por la colonia española en Chile.  

Por el lado de mi papá, mi Tata era mallorquín y basquetbolista (de los que salía en el diario), iba a ver a la Unión y, así, imagino, en uno de esos eventos de la colonia, conoció al Chulillo. Y por eso, luego, mi papá conoció a mi mamá. Y, aunque no me sé la historia, presumo que, también, por esas cosas de la colectividad, el Chulillo debe haber conocido a la Chulilla.

El Chulillo, un asturiano con un corazón enorme y generoso, posición acomodada, muy culto y de ojos azules, se enamoró de esta andaluza tan bonita, mi tía abuela... Y se casó con ella. Él, desde siempre, y dada la usanza española de que a las niñas lindas les dicen "chulas", la llamó a ella, cariñosamente, "mi Chula", "mi Chulilla"... Hasta que llegamos nosotros, los nietos (verdaderos y putativos, como yo) y ellos pasaron a ser los "Chulillos" para todos, el Chuli y la Chuli. Y así quedaron para la posteridad. 

Y por tanto, los Chulillos, y toda la descendencia, o sea mis tíos y primos Lobato, que son todos bellos y encantadores, son una parte muy importante y querida de mi familia y con quienes pasé toda mi infancia y adolescencia. 

Y resulta que en esta familia nunca se omite una ocasión para juntarse y celebrar lo que sea -fiestas de fin de año, cumpleaños, Santa Concepción (así se llama la Chulilla y su hija mayor, la tía Conchi, en honor a la mamá Conchita), una graduación, el viaje de alguien- y un sinfin de eventos que convocaban a toooodaaaa la patota. O sea, mucha gente, porque ellos son cuatro hermanos, más mi mamá cinco, y todos tienen promedio tres hijos ¡y eso era la base no más! En resumen, ¡éramos un montón!. Y siempre con MUCHA, pero mucha, mucha comida. 

Eso pasaba sobre todo en el depa de los Chulillos los domingos al almuerzo, en la calle Holanda. Ya cuando hacía más calor, la locación podía variar a la parcela del Arrayán, pero para mí las mejores juntas, porque estábamos varios días, eran en la casa de Algarrobo. Una casa preciosa de piedra frente a la playa Las Cadenas. Para el 18, Semana Santa, algunos findes largos y parte de los veranos.

El tiempo pasó, todos crecimos y bueno, por esas cosas que tiene la vida, cada vez fui menos a esas reuniones y muy contadas veces tras la muy triste muerte del Chulillo, en el 2002. Pero el cariño se ha mantenido intacto y a las tías las veo cada 25 de marzo en el cumple de mi mamá, y a veces a algunos primos el 12 de octubre en el Estadio Español y así, poco, pero sigue mi contacto (mi hermana chica, en cambio, sigue de lo más conectada con todos). 

Una de mis primas, muy linda ella, empezó a ir a la playa de Santo Domingo con su familia (su marido y sus cuatro hijos, ¡dos mellizos y luego dos mellizas!) y me la encontré justo por allá, porque a ese balneario voy desde chica, dado que la familia de mi papá siempre tuvo casa cerca, y ahora él tiene un depa por esos lados, al que va todo el tiempo. Mi prima y yo nos vimos en la costanera a la orilla del mar en el verano y, hace poco, la empecé a seguir en instagram.

Este año, cerca del 18 de septiembre y en plena Pandemia, una de mis tías me escribió un wsp, donde decía que harían un libro de la familia y que todos aquellos que quisieran aportar con algún relato, anécdota o similares eran bienvenidos. 

El wsp era algo como "¿cuántos almuerzos tuvieron en la calle Holanda o en Algarrobo?... es hora de buscar fotos y contar los recuerdos". La llamé y nos pusimos a conversar de lo humano y lo divino. Siempre es así en esta familia. 

Y me contó que todos los que hubieran sido parte de esas juntas (¡y éramos muchos!) y quisieran participar estaban convocados, entre ellos, obviamente, mi mamá, mi papá, mis hermanas y yo. Había un plazo de entrega, el 30 de septiembre. 

Se acercaba el deadline y yo tenía muchas ideas en la cabeza pero se agolpaban y la verdad no me salía el relato... Hasta que un día, como en una comedia de situaciones, apareció el tema durante una llamada telefónica. Y entonces, por fin, pude escribir mi texto, ¡y de una! También ayudé a mi papá a contar su recuerdo. Y lo mandamos en la fecha oportuna.

Pasó el tiempo y ayer la tía Conchi me escribió al wsp "Por fin apareció el libro,  está entretenido, te va a gustar. Te tenemos uno de regalo para ti y uno para tu papá, tenemos que coordinamos para entregártelo". 

Y justo me meto a Instagram y tengo una mención de mi prima, donde cuenta sobre esto y ella aparece con el libro en la mano. Le robé una foto, es la que está en este post. Muero de ganas de ver el libro, cuando lo tenga, les cuento más. 

*Para al que le interese, aquí está la versión digital del libro. Mi texto "la torta de nueces", está en la página 50 del pdf.




mardi, octobre 15, 2019

Mi Charito



Esta foto es del 20 octubre de 2011, la Chari vivía con mi mamá.
Esta foto es en su casa. Creo que me la sacó mi prima María José.
No sé cómo me apareció en Fb recién... porque estuve buscando
mucho una en que saliéramos las dos... Sin éxito. Y ahora, de la nada,
apareció. Quizá tuve algo de ayuda del más allá... ;).
Una vez leí “La otra Bolena” (un libro, muy bueno, que saqué de la biblioteca del Centro Cultural de Las Condes y del cual hicieron una película). 

La novela trata de Mary Boleyn (traducida como “María Bolena”), hermana de la famosa Ana Bolena… Ana fue célebre por diversos e importantes motivos, entre ellos la reforma de la iglesia inglesa.

Todo lo concerniente a Ana fue muy trascendente y, por lo mismo, otras situaciones contemporáneas, pero menos relevantes, fueron opacadas con el tiempo… No obstante, algunas de ellas, como la vida de su hermana Mary, fueron rescatadas del olvido y traídas a colación…

Siento que eso a veces pasa, por ejemplo, le pasó a Huidobro con Neruda… Fue este último quien se llevó la mayoría de los aplausos, pese a que su colega y coterráneo era también excelente … En fin, no todos pueden ser protagonistas a la vez, pero, afortunadamente, la historia, con el tiempo, va dando su lugar a quienes se lo han ganado…

Saco esto a relucir aquí, porque, muchas veces, en muchas partes, he hablado de mi abuela paterna, Ana, de sangre rusa, ultra elegante, de mundo aristócrata, evolucionada en todo, parecida a la Marlene Dietrich…

 Y sí, todo eso es cierto, pero ella -a quien conocí y recuerdo con mucho cariño y de quien, además, aprendí cosas muy interesantes- murió cuando yo tenía 10 años. Se quedó en mi memoria y la he sacado de mi mente literaria muchas veces, porque su historia es de novela. Pero, al igual que Mary, que Huidobro, había otra gente valiosa cerca… en mi caso, mi abuela materna, Rosario Jiménez, mi Charito.

La Charito, a diferencia de mi abuela Ana, era sencilla… pero muy, muy bonita, al igual que sus varias hermanas. Todas de nombres religiosos y de piel de porcelana, heredada, seguramente, de la matriarca, la Mamá Conchita, nacida y criada en Andalucía, como su marido, el papá Rafael.

Mi abuela Charito, 95 años app...
Noviembre 2016, en la terracita del Hogar Español.
La Charito se casó muy joven, con mi abuelo Nicolás Sacristán… quien, según cuenta la leyenda familiar, llegó durante la guerra civil española a bordo del Winnipeg, pero no hay registro, porque vino de pseudo polizón… 

Es decir, iba a subir un tipo que no llegó al embarque y, por lo que se sabe, él tomó el nombre de ese tripulante, y se vino. Pero no lo sé bien, y por alguna razón que, ahora que lo pienso, no puedo comprender, jamás se me ocurrió averiguar.

En fin, el abuelo Nicolás, por lo que se cuenta, incubó una enfermedad durante el tiempo bélico y por eso, murió joven. La Charito entonces quedó viuda, con dos hijos chicos.

En virtud de esto, una de las hermanas de la Charito -quien se había casado un hombre de origen asturiano, inteligente, culto, con un gran y generoso corazón y, además, de muy buen pasar- le ofreció a mi abuela hacerse cargo de su hija mayor, o sea, de mi mamá. 

La Charito aceptó, y, además, desde entonces, siempre trabajó. Lo cual, en esos años, para una mujer con educación básica, no debe haber sido tan fácil…

Pero no recuerdo haber escuchado a la Charito quejarse de encontrar trabajo. Sí de los diferentes trabajos que tuvo, como vendedora en el “Gath yChaves”… Lugar del que supe, gracias a ella. Una vez me contó que vendía unas sábanas bellas y elegantes… No recuerdo la marca que me dijo, pero sí los ojitos que puso cuando me contó, y que me dijo que ya no había cosas así de finas… 

Luego trabajó en una fábrica de muñecas de un pariente (y siempre me traía una), también fue muchos años cajera en una farmacia al frente de mi casa, en Vitacura, antes que las cadenas terminaran con las boticas de barrio.

En fin, mi abuela Charito no era intelectual, pero le gustaba leer… Yo traté de tener conversaciones de libros con ella, alguna vez, porque le presté algunos, pero no supe cómo hacerlo bien. Ahora que lo pienso, me percato.

Tampoco era científica o matemática, pero le gustaban los números… Nunca supe eso, hasta que mi mamá me contó, que le hacían ciertas pruebas médicas en el Hogar Español, donde la Charito, pasados los 90 años, vivió los últimos cinco años aprox, y que era buena con las operaciones aritméticas…

Mi abuela era una persona que siempre estaba muy arregladita, con su pelito fino peinado (“me van a poner los tubos” decía). Usaba a veces rouge naranjo o rosado… No me gustaban a mí. Tenía voz suave y todo era bueno o malo en función de la comida… “Lo pasamos bien, vieras tú lo rico que estaba todo”… 

Por lo mismo, iba a la feria, le gustaba, y vivió sola hasta pasados los 80 años. (Ahora que lo pienso, mi papá acaba de cumplir 77, este mes, y no me imagino que no viva solo… pero hasta hace poco, 80 años, era harto…

Y solía ser agradecida con las actividades que hacía… Ir al té de la Sociedad Española, de donde fue socia toda su vida, jugar dominó en el club, cerca de su casa en el barrio Yungay, cuando se fue de Independencia, y en el club de la calle Cerro el Plomo, en Las Condes, cuando vivía en el departamento de mi mamá. En esos “clubes” como los llamaba ella, siempre salía reina de belleza.

Disfruté harto a la Charito yo, pero también me sacó varias veces de quicio, y sobre todo, los últimos años, pero antes que estuviera casi siempre ida, cuando casi no escuchaba… 

Para mí ella siempre estuvo, siempre fue alguien que se alegraba de verme, que me tenía algo rico para comer, que me regalaba algo… Tan simple y lindo como un perro fiel que te mueve la cola cuando llegas… Pero que yo, en mis continuas atribulaciones sobre lo humano y lo divino, la daba por sentado, como si fuera obvio… Y no como lo que era, algo valioso, un regalo de la vida.

La Charito cumplió 97 a fines de septiembre de este año, y yo olvidé su cumpleaños… No la visité en el Hogar ese día. Es cierto que ya estaba postrada y muy ida hacía varios meses y, por ende, no fue tan malo…. También es cierto que cuando estaba bien no siempre lo recordé, pero también es cierto que durante la vida sí la llamé muchas veces cuando sí lo recordé o algunos días después y fui a sus celebraciobes… Ella en cambio jamás olvidó saludarme para el mío.

Mi Charito me quiso mucho, y yo también la quise a ella, y si bien no fui una nieta ejemplar, pues no la visité tanto como hubiera debido y no siempre conversé con ella del modo adecuado, no fui mala del todo, pero el punto es que sólo me di cuenta de todo lo que me perdí, ahora, que es demasiado tarde…

Mi Charito murió el viernes 11 de octubre de 2019, en la tarde noche…

La víspera del 12 de octubre, día de la raza, o de la hispanidad, que siempre se celebra con unagran fiesta en el Estadio Español, a la que a la Charito le encantaba ir, y a la que fue muchos años, pues es nuestra familia la que se encarga del stand andaluz, y donde mi mamá suele estar también todo el día… Pero este año no sería así…

Yo tampoco tenía planeado ir al Estadio este año, como siempre, pues este sábado 12 actuaría, en el Centro Cultural de España, en el contexto del III Festival del verso y teatro clásico… O sea, seguía todo estando muy olé…

En fin, tras dos semanas de estar sólo durmiendo, la Charito, tras una larga vida, dejó este mundo. Mi mamá estaba con ella, así que no lo dejó sola, sino acompañada. Les conté a mis hermanas, que viven en el extranjero, la situación desde que la Charito se agravó hasta su muerte.

La hermana que me sigue, que vive Canadá, me pidió si podía decir unas palabras en su nombre, durante el funeral… Obvio que le dije que sí. Le otra me dijo que trató de inspirarse, pero no le salió y me dijo que dijera sólo una frase… A mí hasta ese momento no se me había ocurrido hablar sobre la Charito, en calidad de lo que fue para mí, pues siempre “estuvo allí sencillamente” … De hecho, buscando fotos de ella conmigo, me di cuenta que casi no tengo…

Y tan sólo ahora, tarde, me percato que nunca valoré bien ni le agradecí el privilegio de tener una abuela así… cariñosa y generosa, pues de algún modo, los brillos se los di siempre a mi otra abuela, la rusa evolucionada, media aristócrata y que parecía artista de cine.

En fin, no fui mala nieta tampoco, pero podría haber sido mejor, haber conversado mejor, haber compartido mejo, haberlo hecho mejor… Y, si bien sé que no compensa, el domingo, antes del funeral, escribí, desde el corazón, lo que mi abuela Charito fue para mí… Y lo dije, en voz, alta, en la iglesia… frente a todos los que fueron a despedirla…

Saqué aplausos y muchos me agradecieron pues no sabían ni imaginaban nada de eso… Seguramente, también para ellos, ella “estaba ahí sencillamente”…

Espero que, desde algún lugar, ella me haya escuchado… Y como cuando Forest Gump le deja la carta de su hijo a Jenny, yo te dejo esas letras aquí.... Y, aunque es sólo un pequeño regalo póstumo, y no se compara a los miles que me diste en vida, también te dejo este escrito para recordarte, con lo mejor de mí, escribiendo tu propio post, para ti, mi otra abuela, mi siempre presente y querida Charito. QPD. 









Mi escribir, como damascos maduros

Árbol de damascos parecido al de mi infancia ( Fuente )*. “ La velocidad en mi cabeza  era mayor que la de mis manos en el  piano ”. Algo as...