mardi, octobre 15, 2019

Mi Charito



Esta foto es del 20 octubre de 2011, la Chari vivía con mi mamá.
Esta foto es en su casa. Creo que me la sacó mi prima María José.
No sé cómo me apareció en Fb recién... porque estuve buscando
mucho una en que saliéramos las dos... Sin éxito. Y ahora, de la nada,
apareció. Quizá tuve algo de ayuda del más allá... ;).
Una vez leí “La otra Bolena” (un libro, muy bueno, que saqué de la biblioteca del Centro Cultural de Las Condes y del cual hicieron una película). 

La novela trata de Mary Boleyn (traducida como “María Bolena”), hermana de la famosa Ana Bolena… Ana fue célebre por diversos e importantes motivos, entre ellos la reforma de la iglesia inglesa.

Todo lo concerniente a Ana fue muy trascendente y, por lo mismo, otras situaciones contemporáneas, pero menos relevantes, fueron opacadas con el tiempo… No obstante, algunas de ellas, como la vida de su hermana Mary, fueron rescatadas del olvido y traídas a colación…

Siento que eso a veces pasa, por ejemplo, le pasó a Huidobro con Neruda… Fue este último quien se llevó la mayoría de los aplausos, pese a que su colega y coterráneo era también excelente … En fin, no todos pueden ser protagonistas a la vez, pero, afortunadamente, la historia, con el tiempo, va dando su lugar a quienes se lo han ganado…

Saco esto a relucir aquí, porque, muchas veces, en muchas partes, he hablado de mi abuela paterna, Ana, de sangre rusa, ultra elegante, de mundo aristócrata, evolucionada en todo, parecida a la Marlene Dietrich…

 Y sí, todo eso es cierto, pero ella -a quien conocí y recuerdo con mucho cariño y de quien, además, aprendí cosas muy interesantes- murió cuando yo tenía 10 años. Se quedó en mi memoria y la he sacado de mi mente literaria muchas veces, porque su historia es de novela. Pero, al igual que Mary, que Huidobro, había otra gente valiosa cerca… en mi caso, mi abuela materna, Rosario Jiménez, mi Charito.

La Charito, a diferencia de mi abuela Ana, era sencilla… pero muy, muy bonita, al igual que sus varias hermanas. Todas de nombres religiosos y de piel de porcelana, heredada, seguramente, de la matriarca, la Mamá Conchita, nacida y criada en Andalucía, como su marido, el papá Rafael.

Mi abuela Charito, 95 años app...
Noviembre 2016, en la terracita del Hogar Español.
La Charito se casó muy joven, con mi abuelo Nicolás Sacristán… quien, según cuenta la leyenda familiar, llegó durante la guerra civil española a bordo del Winnipeg, pero no hay registro, porque vino de pseudo polizón… 

Es decir, iba a subir un tipo que no llegó al embarque y, por lo que se sabe, él tomó el nombre de ese tripulante, y se vino. Pero no lo sé bien, y por alguna razón que, ahora que lo pienso, no puedo comprender, jamás se me ocurrió averiguar.

En fin, el abuelo Nicolás, por lo que se cuenta, incubó una enfermedad durante el tiempo bélico y por eso, murió joven. La Charito entonces quedó viuda, con dos hijos chicos.

En virtud de esto, una de las hermanas de la Charito -quien se había casado un hombre de origen asturiano, inteligente, culto, con un gran y generoso corazón y, además, de muy buen pasar- le ofreció a mi abuela hacerse cargo de su hija mayor, o sea, de mi mamá. 

La Charito aceptó, y, además, desde entonces, siempre trabajó. Lo cual, en esos años, para una mujer con educación básica, no debe haber sido tan fácil…

Pero no recuerdo haber escuchado a la Charito quejarse de encontrar trabajo. Sí de los diferentes trabajos que tuvo, como vendedora en el “Gath yChaves”… Lugar del que supe, gracias a ella. Una vez me contó que vendía unas sábanas bellas y elegantes… No recuerdo la marca que me dijo, pero sí los ojitos que puso cuando me contó, y que me dijo que ya no había cosas así de finas… 

Luego trabajó en una fábrica de muñecas de un pariente (y siempre me traía una), también fue muchos años cajera en una farmacia al frente de mi casa, en Vitacura, antes que las cadenas terminaran con las boticas de barrio.

En fin, mi abuela Charito no era intelectual, pero le gustaba leer… Yo traté de tener conversaciones de libros con ella, alguna vez, porque le presté algunos, pero no supe cómo hacerlo bien. Ahora que lo pienso, me percato.

Tampoco era científica o matemática, pero le gustaban los números… Nunca supe eso, hasta que mi mamá me contó, que le hacían ciertas pruebas médicas en el Hogar Español, donde la Charito, pasados los 90 años, vivió los últimos cinco años aprox, y que era buena con las operaciones aritméticas…

Mi abuela era una persona que siempre estaba muy arregladita, con su pelito fino peinado (“me van a poner los tubos” decía). Usaba a veces rouge naranjo o rosado… No me gustaban a mí. Tenía voz suave y todo era bueno o malo en función de la comida… “Lo pasamos bien, vieras tú lo rico que estaba todo”… 

Por lo mismo, iba a la feria, le gustaba, y vivió sola hasta pasados los 80 años. (Ahora que lo pienso, mi papá acaba de cumplir 77, este mes, y no me imagino que no viva solo… pero hasta hace poco, 80 años, era harto…

Y solía ser agradecida con las actividades que hacía… Ir al té de la Sociedad Española, de donde fue socia toda su vida, jugar dominó en el club, cerca de su casa en el barrio Yungay, cuando se fue de Independencia, y en el club de la calle Cerro el Plomo, en Las Condes, cuando vivía en el departamento de mi mamá. En esos “clubes” como los llamaba ella, siempre salía reina de belleza.

Disfruté harto a la Charito yo, pero también me sacó varias veces de quicio, y sobre todo, los últimos años, pero antes que estuviera casi siempre ida, cuando casi no escuchaba… 

Para mí ella siempre estuvo, siempre fue alguien que se alegraba de verme, que me tenía algo rico para comer, que me regalaba algo… Tan simple y lindo como un perro fiel que te mueve la cola cuando llegas… Pero que yo, en mis continuas atribulaciones sobre lo humano y lo divino, la daba por sentado, como si fuera obvio… Y no como lo que era, algo valioso, un regalo de la vida.

La Charito cumplió 97 a fines de septiembre de este año, y yo olvidé su cumpleaños… No la visité en el Hogar ese día. Es cierto que ya estaba postrada y muy ida hacía varios meses y, por ende, no fue tan malo…. También es cierto que cuando estaba bien no siempre lo recordé, pero también es cierto que durante la vida sí la llamé muchas veces cuando sí lo recordé o algunos días después y fui a sus celebraciobes… Ella en cambio jamás olvidó saludarme para el mío.

Mi Charito me quiso mucho, y yo también la quise a ella, y si bien no fui una nieta ejemplar, pues no la visité tanto como hubiera debido y no siempre conversé con ella del modo adecuado, no fui mala del todo, pero el punto es que sólo me di cuenta de todo lo que me perdí, ahora, que es demasiado tarde…

Mi Charito murió el viernes 11 de octubre de 2019, en la tarde noche…

La víspera del 12 de octubre, día de la raza, o de la hispanidad, que siempre se celebra con unagran fiesta en el Estadio Español, a la que a la Charito le encantaba ir, y a la que fue muchos años, pues es nuestra familia la que se encarga del stand andaluz, y donde mi mamá suele estar también todo el día… Pero este año no sería así…

Yo tampoco tenía planeado ir al Estadio este año, como siempre, pues este sábado 12 actuaría, en el Centro Cultural de España, en el contexto del III Festival del verso y teatro clásico… O sea, seguía todo estando muy olé…

En fin, tras dos semanas de estar sólo durmiendo, la Charito, tras una larga vida, dejó este mundo. Mi mamá estaba con ella, así que no lo dejó sola, sino acompañada. Les conté a mis hermanas, que viven en el extranjero, la situación desde que la Charito se agravó hasta su muerte.

La hermana que me sigue, que vive Canadá, me pidió si podía decir unas palabras en su nombre, durante el funeral… Obvio que le dije que sí. Le otra me dijo que trató de inspirarse, pero no le salió y me dijo que dijera sólo una frase… A mí hasta ese momento no se me había ocurrido hablar sobre la Charito, en calidad de lo que fue para mí, pues siempre “estuvo allí sencillamente” … De hecho, buscando fotos de ella conmigo, me di cuenta que casi no tengo…

Y tan sólo ahora, tarde, me percato que nunca valoré bien ni le agradecí el privilegio de tener una abuela así… cariñosa y generosa, pues de algún modo, los brillos se los di siempre a mi otra abuela, la rusa evolucionada, media aristócrata y que parecía artista de cine.

En fin, no fui mala nieta tampoco, pero podría haber sido mejor, haber conversado mejor, haber compartido mejo, haberlo hecho mejor… Y, si bien sé que no compensa, el domingo, antes del funeral, escribí, desde el corazón, lo que mi abuela Charito fue para mí… Y lo dije, en voz, alta, en la iglesia… frente a todos los que fueron a despedirla…

Saqué aplausos y muchos me agradecieron pues no sabían ni imaginaban nada de eso… Seguramente, también para ellos, ella “estaba ahí sencillamente”…

Espero que, desde algún lugar, ella me haya escuchado… Y como cuando Forest Gump le deja la carta de su hijo a Jenny, yo te dejo esas letras aquí.... Y, aunque es sólo un pequeño regalo póstumo, y no se compara a los miles que me diste en vida, también te dejo este escrito para recordarte, con lo mejor de mí, escribiendo tu propio post, para ti, mi otra abuela, mi siempre presente y querida Charito. QPD. 









1 commentaire:

Soledad De Giorgis a dit…

Lindo relato, linda la Charito, tuve la suerte de conocerla, tan linda. También vi una cartera que te regaló con mucho cariño. También sé que era la única que te llamaba por el teléfono fijo, en tiempos de celulares.

Te quiero mucho amiga, perdón por no estar en este proceso.

Charito, que descanses en paz.

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