vendredi, novembre 18, 2011

Yo no he sabido nunca de su historia…

Me acuerdo que era de noche y hacía frío, como casi siempre a esa hora en la costa central. Valparaíso, el 92. En “La República Independiente de Playa Ancha”, como le decíamos, medio en broma entonces, cuándo nos preguntaban dónde quedaba la universidad, o sea, la Escuela de Arquitectura de la U de Valpo. Yo tenía 19.

Me acuerdo que era viernes y que me costó llegar al lugar exacto. Uno de esos rincones raros que tenía ese espacio, lleno de escaleras empinadas, con barandas de fierro azules (no sé si sigue igual hoy).

Llegué sola esa vez. Un poco como en la que quiero y no quiero… Yo era santiaguina, no conocía a nadie… Pero de algún modo la escuela, la arquitectura y Valparaíso, todo eso junto, me tenían media atrapada en una cosa que era extraña, rica y de alguna manera, un poco peligrosa también… Era un asado mechón, sólo de nuestra escuela, y todo era, obviamente para ese contexto y en esa época, bastante hippy.

Me acuerdo que yo andaba con una jardinera de bluejeans (ja, ahora ni amarrada me pondría una, pero entonces era de lo más inn). Unos aros grandes, un collar de piedra de colores (como los que, mucho tiempo después, compré en Zipolite, de esa onda artesa-playera, y en cuarzo). Y un gamulán con chiporro from Argentina, estaba muerta de frío.

Un tipo de segundo año estaba ahí en la parrilla, haciendo choripanes. Un grupo por allá cantaba, con vino y chelas. Era temprano para el carrete aún, tipo 9 pm, la noche estaba negra negra ese abril, y aún no había llegado ninguno de mis incipientes amigos.

Me puse al lado de la parrilla por el calor. Un tipo me empezó a coquetear. Le gustó que yo hablara francés y no sé qué cosa dije de un libro y por eso se acercó otro tipo. Y así, de repente habían varios a mi al rededor… Hice un movimiento y un cabro me dijo si me dolía el cuello, dije que sí y al instante sus dedos me hacían un masaje… Todo era muy grato…

Llegó, entonces, una de mis compañeras. Con labios rojos y modales felinos. Me saludó y se sentó cerca, en uno de los escalones. Se llevó las miradas y atrajo a los galanes que aún no venían a nuestro sitio. Incluido el guitarrista.

Habíamos tenido a Silvio, Milanés, Sui Generis, y el repertorio habitual. Matizado, sí, por cosas más movidas, medias cumbiancheras… Pero llegó ella y dice "Cantemos “Valparaíso””…

No pesqué, creo que ahora hablábamos de Foucault con el tipo literato, y me imaginé que comenzarían con “Del cerro Los Placeres….”, pero entonces oí un rasgueo con una melodía que yo no conocía… Me callé y me gustó. Luego entonaron..… “Yo no he sabido nunca de su historia…”.

Ahí la voz del tipo del libro simplemente se hizo lejana, inaudible. Y me acerqué más al escalón, donde mi compañera de labios rojos, quien junto a varios cantaba a coro, acompañando al guitarrista, una canción que parecía ser de lo más conocida por ellos, y que yo no había escuchado nunca en mi vida, pero que me iba llegando al alma…

Terminó la canción y les comenté lo linda que era y “sí, claro”, pero al segundo seguimos con otros temas. Volví al masaje y creo que ahora la conversa era sobre Baudelaire y Rimbaud… (Los Malditos tienen esa cosa que se cuelan, indefectiblemente, en la conversación de lugares como ese).

Mucho rato después, cuando ya no quedaban choripanes y mucha gente se había ido, un grupo volvimos a un escalón con vasos de plástico medio llenos de un mal tinto de garrafa. Entre los integrantes, el guitarrista y yo…

Le pedí que cantara la canción de Valparaíso, la del “Un día nací allí, sencillamente” (esa fue la frase que se me quedó)… Él se río, y la tocó para mí. Me miraba mientras cantaba, sonriéndome…

Ni se me ocurrió preguntar por el autor, ni cómo la conocía, ni nada. Asumí que era parte del folclore de siempre (onda “Si vas para Chile”, “La joya del Pacífico”, etc.).

Mucho más rato, se la volví a pedir, él y yo ya estábamos solos. Le dije que me la quería aprender…que si tocara guitarra me gustaría saberla (yo tocaba un poco entonces, pero no se lo comenté).

Me dijo que si quería me enseñaba… y nos fuimos a otro rincón, todo estaba muy helado, y él empezó a cantarla, y yo a repetir los versos… Me acuerdo de la frase “pero este puerto amarra como el hambre”, con la que todavía me pasan cosas cuando la escucho.

Hacía tanto frío que sólo estuvimos ahí para esa canción, al rato nos fuimos. A la luz de los días siguientes, el guitarrista siguió con su vida y yo con la mía… Nuestro flirt fue sólo musical, de esa noche, pero nunca más olvidé la canción.

Pasó el tiempo.

El 2004 conocí a un tipo. Otro tipo. También en Valparaíso. Ahora yo hacía la tesis de un Master en Comunicación Social, y tomé especialidad en televisión, por lo que incluía un piloto en video. Y me dedicaba a enseñar Historia y Estética del Cine, en la Escuela de Cine de Viña (donde trabajé más de 4 años).

El tipo me ayudó a filmar unas cosas para mi tesis. Me encantaron -literalmente- su alma mágica y sus ojos brillantes. Él amaba la música, era sonidista, y tenía una voz increíble… También cantaba, pero poco, aunque muy bien según yo. (Una vez cantamos a dúo un par de cosas de Soda Stéreo, ja, aunque yo canto pésimo). Nos enganchamos.

(Con el tiempo, esa historia fue tremendamente importante para mí, pero no terminó en un happy end, y esa sí que es harina de otro costal, que no viene al caso aquí).

La cosa es que me acuerdo de un día, caminando cerca de 1 Norte, en Viña, llovía fuerte, y él y yo veníamos de hacer tomas lindas para el video –desde la Intendencia y cerca de la Ex Escuela de Hotelería-. Estábamos contentos pero empapados. Era como tarde-noche, todo estaba frío y oscuro. No habíamos comido nada y teníamos hambre.
 
Fuimos a un Macdonalds cercano, y ahí, entre una cosa y otra, él me cuenta que su papá escribió una canción. Yo sólo sabía que su padre había muerto hacía tiempo, y nosotros no hablábamos de eso, de modo que imaginé una canción muy antigua…
 
“¿En serio? ¡Wow! qué chori… ¿conocida?", le digo. –Ya estábamos en la cola del McDonalds-. “Sí, más o menos”… responde. "¿Cómo es?", pregunto, así como al pasar...en plena fila … y entonces, él comienza a tararear, suavecito “Yo no he sabido nunca de su historia"….

Me acuerdo que quedé helada. Pero creo que él no se dio cuenta –hacía mucho frío, estábamos estilando, la lluvia era un tema, y había mucha gente-. No recuerdo bien cómo fue, pero seguro le dije que me encantaba esa canción, que no podía creer que fuera de su papá…

Él no le dio importancia a mi comentario, seguramente le pasaba seguido.
 
No le conté de la noche mechona.

Al par de meses, en la Escuela de Cine donde yo trabajaba se hizo una presentación de los mejores films. Cortos en general. En el teatro de Valparaíso. Dentro de la “Torta” (como se dice en jerga cinematográfica al compilado de films) había un corto, cuyo título no recuerdo, pero que en el flyer tenía asociada una carátula con un dibujo que reconocí.

Era una imagen que él me mostró alguna vez, en algún boliche del puerto. Revisé y confirmé que el corto era sobre su padre, de ahí el dibujo (que, obviamente, era de su autoría). Invité, por ese film, a ese él a ver la exhibición…
 
Las luces estaban apagadas, sólo se oía la música cortina del film. Él estaba sentado a mi lado. Yo, desde nuestras butacas, revestidas de un cuero antiguo, noble y ajado, sentía sus ojos brillantes reconocer a la gente, los lugares y las obras que veíamos….  Durante la peli él, a veces, me explicaba cosas. Ahí supe, en verdad, quien fue el Gitano y  entendí por qué se hizo tan famoso.

El asunto con ese él tomó otro rumbo… Y así fueron pasando los años. Comenzó la era de los blogs, y yo abrí uno. Y él, al poco andar, también. Un día de 2006 leí algo que él escribió en su sitio. Se cumplían 10 años de la muerte de su padre.

O sea, pensé en ese momento, su padre estaba vivo el 92, seguramente en Valparaíso. Seguramente era medio amigo-conocido o habitué de gente de mi escuela, por eso se sabían la canción. Y bueno, recordé muchas cosas que él alguna vez me contó sobre el Gitano. Pero, entonces, yo no había sabido nunca de su historia….

(Lo que este “él” escribió el 2006, alguien, hace poco, lo citó en youtube, junto a la canción que su padre le escribió cuando él nació  (here. Ahí, en las fotos del inicio, padre -e hijo, en mi cabeza- se ven impresionantemente iguales). Ahora, esa no es la famosa canción, esa es "Valparaíso", (esta, cantada por el propio Gitano, en Alemania, el 82) y por si acaso, la letra ¡con acordes de guitarra! es esta-. Además, parte de la historia que este hombre me contó (que narró en su blog y que yo cito en el link de youtube), fue complementada, el 2009, por un amigo de su padre y cuyos datos, en parte, fueron validados por Mister “él”. - Todo ese relato, aquí.- ).

¿Y todo esto a qué viene?…

La Historia de esta historia…

Viernes laboral, cuando estoy al debe con tanta cosa que una trabajadora independiente como yo debe hacer para surfear las vicisitudes de la vida cotidiana. Y en eso estoy, organizando cuándo haré la propuesta del PNUD y cuándo escribiré la Estrategia para la Lily, entre otras cosas, cuando recibo un mail de la Sol (con un link para mandar mensajes a celular desde el pc y gratis, ¡TOP! este).

Recuerdo entonces que quiero comentar uno de sus post, y voy a su blog, y ella linkea algo, pincho y es una publicación anterior (suya), y la leo y ¡Zas! La emoción me embargó sin tregua.

Y todo entonces se transformó en canciones de guitarra. En historias de antes, que a veces son como de ahora. En risas y vida, y muerte un poco también, todo junto…. Y mis tareas se hicieron, de repente, tan lejanas y tan intrascendentes que necesité, visceralmente, parar, venir y contar.

El post de la Sol te lleva desde un camino lluvioso a una parcela con berenjenas y canciones de fogata, chistes, risas y política. Los 80 en pleno. Y, como en la serie de televisión homónima, también se te paran los pelos y se te paraliza el corazón, al final.

La mujer del relato de la Sol fue, después, MUY conocida en la prensa nacional y mundial. Pero en verdad no ella era la que cantaba ahí con la Sol y su familia, esa parte, de esa mujer y del gordo, se quedó callada, tan sólo expuesta por la voz de la Sol, no de las noticias…. Y pensé –tipo Bécquer- “¿Cuántas veces, así, duerme el genio en el fondo del alma, esperando una voz, que le diga, como a Lázaro, levántate y anda?”… 

O sea, ¿Cuántas veces nos callamos historias que parecen tan simples o pedestres y que no obstante son, o pueden ser, tan inspiradoras o tan mágicas… tipo el famoso discurso de Jobs?

Yo tengo de esas historias increíbles para tirar a la chuña… Me refiero a que conozco personas cuyas historias ganarían el Óscar y el Globo de Oro al mejor guión, producción y demás, por lejos. Historias de esas que calan profundo profundo.

Me puse a pensar en eso. Y con los ojos mojados, luego del post de la Sol, me puse a pensar en lo importante que son las canciones, ciertas canciones, para la vida de uno.

No necesariamente por las canciones en sí mismas, sino porque ciertas canciones, como esas del post de la Sol, se entonan, se cantan en ciertas circunstancias, en ciertos escenarios… que son momentos que a veces se guardan en el alma. Momentos, como los del relato de ella, que muchas veces forjan parte de la identidad o significan muchas más cosas, después.

(Como se ve en la peli Slumdog Millionaire, en varias partes, pero en relación con las canciones, con la parte del niño ciego).

Y también recordé que hace muy poco terminé de leer “10 mujeres”, el último libro de la Marcela Serrano. Y una de las mujeres, no recuerdo cuál ahora, va armando su relato según las casas donde había vivido. Pensé, en ese momento, que esa también sería una manera de contar para mí.

Luego imaginé que podría ser esa, o con los nombres de los hombres de mi vida…. Y bueno, ahora, pensé que hay tantas historias que se pueden contar desde la música. Eso pasa un poco en “Forrest Gump”. O sea, ahí hay dos relatos paralelos, el de él, claro, y el de la música.

(Hay otra peli, “Sueños de Fuga”, donde la estructura contextual se da con las artistas de Cine. Así vamos con Rita, Sophia, Raquel, etc.).  Pensé, entonces,  que hay varias historias de la vida que pueden contarse desde las canciones…

Curiosamente, algunos de mis últimos post han tenido, al menos en parte, esa componente. Como el de Violeta, por cosas obvias. El de, Las canciones que Wai Kitai me dejó, donde de hecho lo de "Wai Kitai" es por una canción (como explico en la última parte del post justo anterior a este). Y algunos otros, como este e incluso este . Y de antes tengo más, como este , etc.).

Y entonces me acordé de la historia de la canción “Valparaíso”, del Gitano Rodríguez, y lo que me pasó a mí con ella, cuando la escuché por primera vez. Y luego, en una tarde oscura de lluvia viñamarina, 12 años después. Y me dieron ganas de escribirla…

3 commentaires:

Soledad De Giorgis a dit…

Gracias por dejarme a alojar en uno de tus maravillosos posts. Gracias por releer esa narración, como bien dices, tan simple y pedestre, porque en esas está la materia prima para la construcción de nuestro presente y el futuro, contar lo que hemos vivido.
Qué increíble que notaste todo lo que ahí quise reflejar.

Mil gracias,
Un abrazo

Anonyme a dit…
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@ignace a dit…
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