vendredi, août 19, 2011

Violeta, ayayay


Fui a ver esta película. Lo que han dicho, que es bella, que la actriz lo hace increíble, y todo lo demás lo comparto. Amerita por supuesto comentarios de filmografía, y los sé hacer, quizá hasta debería hacer uno, quizá hasta lo haga, pero después. Por ahora, en estas líneas quiero dar cuenta de mi sensación, no de mi opinión profesional…

Hacía tiempo que no escribía de lo que me pasó con una peli, y ahora me dieron ganas… (Por si, si no la has visto, y la quieres ver, mejor no leas esto).

Salí triste del cine. Todo me dio pena. Me dio pena que Violeta se matara. Me dio pena que se pegara un tiro porque se le acabó la voz, porque Run Run se fue pa´el norte…

Pero más, mucho más, me dio pena la terrible sensación-certeza de que, quizá, los cantos de pájaro de Violeta, en su guitarra y en su garganta, hubieran permanecido un rato más, hasta tal vez mucho más, si hubiera tenido motivación. Si hubiera sentido apoyo.

Violeta era una grande. Una artista grande, de esas de una vez cada mucho tiempo. Una que le cantó al amor, a la vida, a la justicia, desde palabras simples, imágenes cotidianas y propias de nuestra geografía. Chile pasó a tener un nombre con ella, como con Neruda. Ellos dieron cuenta de este territorio… Pero era bueno ser chileno, sólo cuando se estaba en el extranjero.

Violeta se va de Chile, porque “quedarse era enterrarme viva” dice. Pero, ella, como muchos grandes, llenos de ganas de comunicar lo que saben en casa, vuelven. Y aquí Violeta efectivamente se enterró, pero muerta.

Dicen que le dio la depre por el suizo casado en Bolivia, su Gavilán, y seguro que sí la afectó muchísimo. Pero ¿y si la Carpa de La Reina se hubiera llenado como la Yein Fonda?  Pero eso no pasaba. Ni siquiera cuando vino el grupo Los Jairas (sí, no Los Jaivas. Los Jairas era un grupo boliviano, donde tocaba su Gilbert, y en ese entonces fue un grupo muy exitoso y reconocido).

Violeta era una folclorista, y por ende sólo con pega para fiestas patrias, como ella dijo. Violeta era importante mientras triunfaba en París. Acá, a su regreso, en los lugares elegantes, la miraban como una mera distracción. El anfitrión de la cena de gala, “de gente”, le ofreció comer en la cocina… Pije relamido y sordo…

Aquí, en este ingrato país, sus pinturas, expuestas y admiradas en el Louvre, yacían tiradas como si no tuvieran valor alguno…. Llenas de colores vivos que se quedaron yermos…

Me dio tanta pena y vergüenza ver lo clasista de este país. Antes y ahora. Los clasistas sin clase. Porque la clase no viene del dinero, viene del alma. La clase tiene que ver con saber lo que está bien y lo que está mal, es la que permite maravillarse con lo maravilloso, y valorarlo, venga de quién venga. Europa tiene clase, aquí sólo hay clasistas desclasados.

Violeta, la misma que le dio Gracias a la Vida, la que cantó y fue ovacionada de pie en muchas partes del mundo, a la que en Suiza le hicieron una película por sus telares, aquí se quedó triste y  callada.

Sí, es cierto que se le fue el hombre, es cierto que eso fue duro, muy duro… Pero a ella, antes se le murió un hijo, y pudo seguir… Pudo seguir donde la querían. Como ella misma dijo, la gente la motivaba a hacer todo lo que hacía. Y los reconocimientos e invitaciones eran una demostración de eso, por supuesto. El entorno, entonces, parece que importa…

Aquí, en cambio, se le cansó el cuerpo. Aquí su carpa-universidad del folklore no tuvo cuorum. Y, quizá, como al Quijote, de repente, de tanto picanearle, la realidad se le apareció imponente y hegemónica, llena de invierno con goteras, frío y  vestidos haraposos. Y entonces le dice a su hija que ella es muy pobre, que todo lo que cantó y lo que escribió no sirvió para nada. Se me aprieta todo.

Y escucho eso y casi indignada, convencida,  me digo-pregunto ¿pero cómo que no?… Y justo en ese minuto siento su mirada clavada en mis ojos… Una mirada imaginaria que me desafía a demostrarle que me equivoco, que sé sirvió, qué sí le sirvió además… Y pienso, en la práctica, en su vida... Y me muerdo los labios... Visto así, sin motivación, sin proyecto, sin destino, con harapos... Claro, era cierto. No servía. Agacho la cabeza avergonzada…. y triste. 

¿Por qué tiene que ser así, por qué no hubo un sistema que la acogiera debidamente para que cantara en vida y no que contáramos que no pudo seguir cantando?....

Y recuerdo las palabras de su hermano, el impresionante Nicanor, "a Chile sólo le alcanza para paisaje"... ¿Quién podría cuestionarlo?...

Ella lo sabía. No pensó en las matemáticas, sólo en los remolinos. Y nos dejó una historia para cantarla, para que alguien como Wood, muchos años después, personal de por medio, con mucha gestión, también presupuestaria, la pudiera mostrar. Y gracias, y bravo para él. Pero ella no la pudo seguir contando….

Y Violeta no fue la única. Cuando escribía esto recordé la historia del Gitano, que más de una vez me la contó su hijo (alguien muy especial para mí).

Y todavía eso es cierto. Raúl Ruiz se tuvo que morir en París, y nos llenamos la boca diciendo que es chileno, cuando lo único que Chile le dio fue el RUT.

¿Si se hubiera venido a radicar aquí, habría alguna entidad pública o privada que lo hubiera apoyado para que hiciera sus películas?… La respuesta es un NO radical, porque si eso hubiera podido ser, lo hubieran hecho. Pero no. Y nos perdemos Las Violetas, Los Gitanos y tantos más....

Este país mata los sueños, se los mató a Violeta. La vida aquí sigue siendo tan Violeta. Ay Violeta, tu ayayay todavía sigue tan vigente, tanto.

2 commentaires:

Soledad De Giorgis a dit…

Además de lo que comentas de no ser profeta en su tierra, vaya el ejemplo para Violeta Parra o Raúl Ruíz y otros, creo que lo que te gustó de la película es lo mismo que a mí, la fragilidad de esa mujer a pesar de todo lo que logró en vida, su reconocimiento fuera de límites, en esa época y en diversos lugares...su gran pena, su decisión final, su borrarse caprichoso y sensible.
Postié de ella también, luego de ver la película, porque quedé con ese mismo sentimiento, de pena, de pena enorme, de probarse uno, uno y sus límites, uno y sus silencios, sus regímenes estrictos y violables, silencios y regímenes que uno mismo viola, porque simplemente se es frágil como un segundo.
Y uno elige, como la eligen a uno.

Sergio Saavedra Rivera a dit…

No he visto la película aun, esperare a que llegue en DVD y poder verla aquí en Sydney. Pero sabes Kattina tienes razón en eso que describes respecto de Chile y los chilenos, ese clasismo "enquistado" en la cabeza y ejemplos hay de todo tipo, racismo, discriminación, intolerancia, etc. Me fui de Chile por esas razones, y lo mas trágico es que a pesar del paso del tiempo nada pareciera cambiar ...
Un abrazo desde Sydney.

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