samedi, janvier 21, 2012

Sin título

 

No sé cómo titular este escrito. Ni siquiera sé por qué escribo hoy aquí, en público… Ando con un “no sé” gigante en el alma. No sé qué va a pasar… con mi vida me refiero.

La edad, los planes de alguna vez, el destino supuesto, de cierta manera todo se disolvió en la ambigüedad y ahí se quedó. 

Ya no tengo ganas de pensar ni de hacer, sólo me quedo ahí y cierro los ojos, como si así todo quedara en pausa hasta que haya una propuesta clara y seductora, que, obviamente, sé que no existe. Y ya ni siquiera tengo energía para idear un proyecto viable al respecto. Se me cansó el cuerpo y la mente se me paralizó.

A veces se me aparecen luces y me dan ganas, y las escribo, como que me aferro eso, y lo hago, o en parte, aquí, en twitter o en FB, pero no es la tónica.

Me obligo a hacerlo, porque eso queda y luego, cuando todo se hace oscuro de nuevo, lo cual ya es demasiado habitual, leer eso ayuda a pensar, a sentir, que sí se puede y así dar un pasito hacia algún lado…

El último post lo escribí así, desde una nostalgia rara… Recordando y plasmando, quizá justo lo que no debo, lo que no hace bien, y que además no fue ni tan bueno… Pero no sé por qué me pasó que lo quise escribir y lo hice… 

Supongo que tiene que ver con que a veces he tenido buenos momentos y necesito explicitarlos, para leerlos después quizá… Sí, varios momentos con él, sobre todo nocturnos y con vino guitarreado, fueron de verdad muy buenos…

Pero pasaron unos días y pensaba que nada que ver publicar ese texto, que mejor  lo borro… Pero como según yo nadie lo leía, seguía ahí, un poco neutro, esperando quedarse hasta un nuevo artículo, y, de todos modos, a un paso al “delete” definitivo…

Y entonces vino él, el aludido, y vio lo que (le) escribí y hasta comentó.

Quedé absolutamente helada.

Él que en un año casi no me leyó, y cuando lo hizo fue porque le mandé un mail para que lo hiciera, y debe haber sido una o dos veces, por cosas puntuales. Una vez le pregunté si a veces me leía, me dijo que no. Pero también me comentó un par de post que leyó… En resumen, venía muy muy muy de cuando en vez, y en todo caso eso era antes, cuando yo sentía que le importaba… aunque él tuviera esa pose distante conmigo.

¿Cómo me iba a imaginar yo que ahora, luego de casi tres meses de un riguroso silencio entre ambos, cuando está tan lejos, cuando probablemente tiene muchas cosas en la cabeza, y seguramente sigue con un anillo en su dedo, él podía venir justo acá, justo cuando, luego de varios post de otros temas, en portada yo escribí algo sobre él… y además dejar un comentario?… Era impensable para mí.

Esperé mucho tiempo su retorno, hasta que asumí que no pasaría… Pero apareció. Amable, público, breve, virtual. Dudo que vuelva, por lo menos en mucho rato.

Me pasaron tantas cosas con su visita… Me gustó, pero me dio lata también… Me dio lata que viera que lo sigo echando de menos, y sobre todo me dio pena que no haya ninguna posibilidad de hablar, de retomar quizá… Me dio pena que él sepa que siga siendo tema para mí.

Me pareció que debo borrar ese post también, pero no sé. Mi “no sé” está tan instalado, que ya no puedo decidir ni cosas tan simples como esa.

Bueno, su visita contribuyó a fortalecer las cosas raras y tristes que estoy sintiendo en este enero de 2012… Enero suele gustarme mucho, pero este año no ha sido así.

Ha sido muy angustioso, muy caluroso, con muchos “no” y sin mar… Y si se toma como augurio del año… Realmente me encantaría que fuera verdad lo del fin del mundo.

samedi, janvier 14, 2012

Recuerdos que la memoria debería archivar

 

Llego a mi casa y falta instalar la cortina de totora que me regalaron para la entrada (y que debo ir a buscar). Veo, y ahí están los repuestos, nuevos, que compré en julio para arreglar el horno, ese día del partido de la U cuándo íbamos a hacer pan, ¿te acuerdas?.

Salgo al balcón y las manchas de la pintura, esa media plástica con la que pintamos los closets, están ahí, en el piso, y también en algunas partes del suelo del baño y la cocina.

Está también el riel de 2 metros que trajimos en el auto, con la ventana abierta, esa vez desde el Easy del Alto Las Condes, cuando fuimos para allá porque ahí estaba el Jumbo y necesitabas comer cosas sanitas por tu guata, y te conté que ahí vendían…

Ese riel era para la pieza donde están las cajas… que siguen ahí, como el riel, esperando su lugar definitivo… Y, así, podría continuar enumerando varios arreglos conversados, pero que se quedaron pendientes…

Es cierto que podría conseguir a un maestro para varias de esas cosas… El tema es que veo todo eso, te recuerdo, y hasta ahí llego con la acción. Me paralizo.

Me vienes a la mente haciendo todas esas cosas, y luego nos veo a nosotros hablando. ¡Hablábamos tanto! con música del computador y tomando vino tinto.

Echo de menos esas veladas, llenas de conversaciones, merlot y  luces de la ciudad, comentando las cosas de la vida, con cantos y risas.

Echo de menos contar contigo  para arreglarlo todo, (y mucho, últimamente, porque tengo unas goteras nuevas), pero, particularmente, extraño tu compañía.

Ahora en verano, que tengo tiempo, que los días son más largos y leo diversas cosas y cocino bastante, echo tanto de menos compartirlas contigo. Sí, pienso en eso y te echo de menos… un montón.

Y entonces me obligo a recordar lo otro. La parte mala para mí. Las desconsideraciones varias, en especial con respecto a mi tiempo. La distancia en varios flancos, que te esmerabas en que no se extinguiera… Recuerdo que me daba tanta pena y tanta rabia, que llegó un minuto que fue demasiado, inaceptable para mí.

Instauré entonces la ley del hielo, como estrategia o esperanza de que me echarás de menos, quisieras recobrar lo que teníamos e hicieras algo… pero me salió el tiro por la culata. Y me dolió. Mucho. Mucho más de lo que pensé que me podría doler…

También recuerdo que, antes de eso, pero también después, un par de veces mandé a la cresta esos sentimientos por un rato, y sí, fue bueno, pero también por un rato.

Luego esas sensaciones asquerosas de sentirse así, tan… prescindible, desechable y demás, retornaron con ese poder monumental que tienen las cosas que no se deben tolerar… Y bueno, la grieta se hizo presente… Y hasta ahí no más llegamos.

Recuerdo eso y me da pena, pero me vuelve la calma. Y ahí me obligo a no pensar en ti, y me resulta… Hasta que veo o escucho algo que, por alguna razón, me hace evocarte, como algunas de tus frases o palabras : “guatita”, “whatever”, “primitivo”, “hoy juega la U”, “ buena idea”, “esa es la actitud”, entre otras.

Entonces pienso en qué andarás… Y recuerdo esto y aquello e imagino en qué debe estar tu cabeza y tu alma en este minuto, y me doy cuenta que no tengo ni un milímetro de espacio ahí.

También me acuerdo que no somos amigos, y que no hablamos (y que seguramente no lo haremos más, ¿qué podríamos decirnos ya?). Me da mucha pena. Pero me digo que así es…

Normalmente todas estas cosas me pasan de noche, acostada, sola, cuando ya la mente está cansada y no decide…

Y entonces cuando mi memoria termina de darle vueltas a esos pensamientos, que debería archivar en un aparatado de “no abrir”, suelo decirme que mañana será otro día… donde puede ser que no te recuerde. Y sí, a veces lo logro.

El sueño se hace así mi mejor aliado, porque hace que te olvide… aunque sea por un rato… que, quizá, de a poco, se haga cada vez más largo.

vendredi, janvier 06, 2012

El poder de la verdad

Hoy fui a una entrevista de trabajo (sí busco pega, otra vez, atroz, pero ese tema amerita post aparte). El ir a esta entrevista fue una sorpresa de regalo de cumpleaños (sí, 4 de enero, como todos los años, 39 esta vez, que me carga reconocer pero así es; a uno de los 40). En fin.

Ir a esta entrevista fue una sorpresa porque creí que el proceso ya había sido resuelto. Mandé CV (por el diario), me llamaron a entrevista, hablé con el dueño. Me mandó al paso 2, al sicólogo. Y éste me dijo en una semana se sabría…  Y ya habían pasado tres. O sea, yo asumía que no. Pero no fue así.

En el intertanto, mandé más mails, me medio comprometí con cubrir dos eventos, a hacer una entrevista y estaba “pololeando” con una oferta en el sur… Nada concreto… Pero con varios “anzuelos”, como dice una amiga mía muy querida.

Además, el martes vino a comer conmigo mi amigo de Londres y hablamos. Obvio salió el tema laboral. Y me dijo varias cosas, pero sentí que su  principal consejo era focalizar el objetivo en lograr tener el trabajo. Luego se veía lo demás. Pero eso era lo primero. Parece de lo más lógico y cuando me lo dijo le encontraba toda la razón.

Al día siguiente, para mi cumple, me llaman para agendar esta entrevista. Para hoy.  Es en un buffet de abogados de lo más inn. Puros cabros (+-30), salvo el dueño, 43 o por ahí.

La Entrevista

Me entrevistó “la guagua”… 27. Nombre y apellido cuicón, rubiecito y ojitos claros. Pantalón crema, camisa blanca rayada celeste, manga larga pero arremangadas 3/4, sin corbata, pelo corto, mocasines café. Sonrisa pep, voz raspadita y un amor. O sea perfil San Ignacio de El Bosque.

Él me dijo que el dueño le había pedido una segunda opinión, y por eso me entrevistaban de nuevo. (Raro igual que alguien más de 10 años menor que tú te entreviste… en fin).

Hablamos de esto y lo otro, muy grato todo, hasta que me dice “¿Disponibilidad?”.

Y recordé el seminario de las mujeres temporeras en la FAO al que me comprometí a cubrir, el Seminario de Transparencia que organiza el PNUD, y claro, la entrevista para el libro en Italia, y todo era para enero…

Cuando iba en camino a esta entrevista, supe que le iba a decir sobre eso. Que ya eran compromisos adquiridos, que yo no sabía de esta posibilidad, que salieron hace poco, en fin. Lo que no sabía era que le iba a decir más…

Y ahí, ante la pregunta del joven lawyer agregué: “Yo hago colaboraciones. No son muchas, no son siempre, no son todo el día. Pero pueden ser y luego requieren proceso (tiempo).  Y me gustan y me sirven. O sea, necesito tener la posibilidad de cierta flexibilidad horaria”.

Me sudaban las manos cuando le decía. Pensaba que la estaba embarrando, que me estaba poniendo la soga al cuello sola. Que el objetivo era tener la pega, no ponerse regodiona sólo por “el por si acaso”. Que no tengo ropa para ponerme regodiona en este momento, no hay nada bajo la manga. Nada seguro ni bueno. Esto era estable…posible… Y yo ahí, exigiendo… ¿sería imbécil?

Ya me había pasado tanto llegar a “oye, súper cv,  ¿expectativas de renta?, ah no, sorry, fuera de presupuesto, gracias por el interés igual, bye”.

(PUTA que me da rabia eso de que te pidan expectativas de renta. Debería ser ilegal poner a una persona que anda buscando trabajo en la posición, además, de adivinarle el bolsillo al potencial empleador. Uno obvio que quiere más. Quiere que alcance para lo básico al menos, pero quiere más. Quiere que sea, por lo menos, justo por las funciones, tiempo y responsabilidad que asume. Nadie va a buscar pega por altruismo, para eso se hace voluntariado. Y “adivinar” lo que el otro está dispuesto a pagar no es simple. Sobre todo porque las ofertas son del tipo “ Lugar serio que es súper top, busca profesional de excelencia para…. y luego “no, fuera de presupuesto”. El único indicador que uno sabe “ah, es poca plata” es “con poca, nada o hasta un año de experiencia”.  Que pusieran las rentas le ayudaría tanto al país, y a los futuros estudiantes, a saber cómo en verdad son las cosas. En fin, eso es para otro post, y sorry por las malas palabras… pero me indigna esto).

El asunto es que yo sé que ponerse regodiona significa “Next” para uno. O sea, que mejor NO. Porque el precio es seguir sin pega…  Y la angustia, y los fantasmas de vivir en la calle, etc. Si no hay plan B, NO o es el momento para ponerse a no dar facilidades…

Pero, a pesar de todo estos pensamientos y certezas, de toda mi lógica impecable, de todos los buenos consejos de mis amigos y mi almohada, ahí estaba yo poniéndome “exquisita”.  

Había algo en mí que exigía contar con cierto grado de libertad explícito, para poder al menos considerar la idea de manejar un poco mi tiempo,  sin tener que inventar una muerte de un tío en Tumbuctú o conseguir una licencia médica.

El chico perfil anotaba, me decía cosas como que me entendía, me encontraba valiente por decir (y yo pensaba  ¿serás tonta? ¿hasta ayer no decías que cualquier cosa con tal de poder pagar las deudas antes que sigan creciendo aún más?… ¿y entonces por qué esta exigencia ahora ?). Pero ahí seguía yo… Tratando de equilibrar mi pedido.

Y así me sale “que por supuesto dejaría coordinado las cosas, como cuando uno se va de viaje, para que todo funcione y obviamente tendría prioridad la oficina y evidentemente avisaría con anticipación"… Y tal.

Y yo, mientras me escuchaba decir todo eso, que me fluía como lava de un volcán sin tregua, pensaba en mi cabeza estratégica ¿pero qué estás haciendo, por qué poner tanta limitante por algo que es tan poco usual, por qué poner en jaque la posibilidad de una pega, estable que tanto necesitas, por la eventualidad de unas colaboraciones, no escuchaste ayer a tu hermana capa que te dijo que no estábamos para ponernos románticos, no le encontraste razón a tu amigo de que primero entrar, luego el resto… y entonces, por qué esta conducta, se te salió un tornillo?…

En fin. La conversación duró hora y media. Fue muy entretenida para mí, él dijo que fue muy interesante para él y creo que los dos lo pasamos bien.Fui a almorzar entonces con mi amiga de la FAO. Le conté.

Los otros

Ella es igual a mí… Y me entiende. Y claro, hablamos de que uno sabe cómo son las cosas y que al final siempre emergen…

Le conté sobre un amigo-colega, que dejó sus clases, o sea, sus extras (que en miles de casos son 1/3 del presupuesto que uno requiere) porque en su pega estable –algo tan escaso y pretendido- le dijeron que no podía seguir con ellas, porque eso implicaba llegar dos mañanas media hora tarde…

Él hizo clases varios años, no sólo le dio dinero extra (eso es, extra, se paga muy poco, lo sé, fui profe de U 7 años), pero te dan muchas veces, no siempre –como se cuenta acá- pero la mayoría de las veces sí, cosas invaluables: Ganas de saber, sentido de que estás en lo tuyo, que aportas a ti y a otros, necesidad de estar actualizado… En resumen te dan vida, esa que justo se denota cuando vas a una entrevista, y ven que tienes energía, seguridad, conocimiento… para tener eso, dar clases es wow).

Bueno, este amigo, igual que yo el 2007, optó por su pega estable y dejó sus clases. No eran compatibles, según los empleadores, claro.

El asunto es que ese extra, en ánimo y en plata, se fue a las pailas. Ahora teme que lo echen y quedarse sin nada. (A mí me pasó.) También recordé lo que me pasó con tres personas, distintas, en la vida. Donde yo dije “así sí y así no”… Y me arriesgué, pero fue sí. Y fue perfecto, en esos ámbitos al menos (no laborales).

También recordé un par de situaciones laborales, donde no dije desde el principio… Para no tener la opción de un No. Dije que sí no más. Y sí, tuve la parte buena, un tiempo. Pero la parte mala, que efectivamente llegó, a veces antes y otras algo después de lo estimable, fue MUY MUY mala.

Por otra parte el 2010 y parte del 2011, para titularme de periodista, hice una tesis sobre la Ley de Transparencia, y sé que al final todo se sabe y que uno se ahorra tanto dolor y problemas con claridad desde el principio.

Este año todo eso se evidenció tanto con las marchas, lo de Hidro Aysén lo de las isapres (sus enormes utilidades), las AFP y la “sociedad” con los bancos (que lucran a intereses usureros con la plata cautiva de los trabajadores), lo de la OCDE (desigualdad de Chile), lo de Karadima (el abuso en todos los sentidos), los 80 y demás producciones fílmicas que retratan el período de represión que tanto se ha relativizado, lo de “dictadura versus régimen militar”, lo que leí en Ciper sobre la RSE del ejército, y tanta otra cosa, que evidencia que es mejor poner las cartas sobre la mesa, al menos las que uno conoce y sabe que serán o podrían ser tema, desde el inicio.

Pero, cuando se trata de uno, cuando revelar puede tener un costo importante en cosas relevantes para ti. Como quedarse sin la única posibilidad de trabajo cuando estás endeudado hasta la tuza… Puede que sea coherente, valiente y hasta inteligente decirlo. Pero es prudente y, al menos en primera instancia, conveniente, callarlo. ¿Qué hacer entonces?…

En fin, hablamos con mi amiga de cuando uno sabe pa dónde va la cosa, pero la premura es tal que uno dice “filo, en el camino se resuelve la carga, y ahí veremos, y a lo mejor tengo suerte, y tal”… Y luego, habitualmente, pasa lo que se temía. Y duele. Y cuesta. Y uno dice “si yo sabía”…  Y sí, a veces vale la pena... Pero casi nunca.

Las preguntas y los miedos

¿Cuándo sí y cuándo no?… para mí, en lo laboral, el factor dinero importa, y harto, pero curiosamente puede no ser el determinante… Pero en este caso, según yo, lo era.

O sea, no tengo ni uno, necesito pega urgente, digo que acepto lo que sea… Pero a la hora de los que hubo me pongo así… No entendía qué pasaba conmigo. Aunque mi amiga me entendiera. Aunque yo supiera que decir la verdad desde el principio puede ser mucho mejor después,  primero tiene que haber la opción de un después….  O sea, un “sí, acepto” primero. Y yo no  tengo.

Esta vez, si bien la urgencia existe, realmente, yo no sabía por qué permitía que estas eventuales colaboraciones estuvieran poniendo en jaque mi potencial contratación… Simplemente no pude evitar dar cuenta de ello.

Después de almuerzo iba a ir donde mi papá, a la piscina y a ayudarlo con unas cosas… Pero me agoté con todo eso y me vine a mi casa.

Algo me pasaba… Quería leer, ver tele, descansar, comer y pensar… Necesitaba pensar qué estaba mal conmigo, qué iba a hacer con mi vida… ¿Habría algún camino? ¿Estudiar fuera de Chile, una beca?… Y todo se me aparecía tan difícil a estas alturas….

¿Me iba a quedar sin nada por andar pidiendo cosas que son “lujos” en mi situación? ¿Por qué soy así y hago estas cosas?… Y así se me fue un buen rato divagando con “Las Películas de mi vida”, de Fuguet, casi por terminar, en la mano. Hasta que me agoté de nuevo y vine a mi cama y prendí la tele….

Delfina y José Ignacio

Estaba la Delfina Guzmán. Ella siempre me cayó regio, pero me cayó aún mejor cuando la entrevisté, en su casa, el 2011 , para el libro, como en agosto. Así que me quedé pegada en TVN.

Era el programa “Fruto Prohibido”, nunca lo había visto. O sea, nunca me había detenido a verlo, pues además de que casi no veo tele local (salvo “Sin Dios ni Late” el último tiempo, y “Los 80”, por supuesto), el par de veces que hice pausa en ese programa… Me aburrí.

(Y eso que la Kathy Salosny me cae regio también, sobre todo desde el 2005 cuando caché que era alumna de yoga de mi amiga querida, pero me da vergüenza ajena que en un país como este, con quién ande o deje de andar fulano o fulana sea tema, habiendo tanto problema real que debería hablarse…).

En fin me quedé viendo a la Delfina. Me encanta ella, la encuentro top… sube el nivel de la conversación. Luego apareció la Pamela Díaz… casi me fui del canal, estaba buscando el contro remoto para cambiarlo de hecho, cuando le preguntaron a la Negra algo de que quería cambiar su apellido…

Yo, debo reconocer, pensé “ah no, la estupidez ya se puede legalizar y todo” creyendo que ella quería cambiarse el “Diaz” por algo más “rrrrrrizonante”. Esperé para confirmar… Me tuve que morder la lengua. No era eso. (Menos mal).

Pamela contó entonces que ella no tiene ninguna relación con su “padre biológico” (qué heavy tener que hacer estas distinciones verbales…). La Negra dijo que no sabe si está vivo o está muerto, que ella tiene un papá, el que la crío, que se llama no sé cuánto Álvarez, y ella cree que hay que ser agradecida con el cariño y el amor que recibió y por eso quiere ponerse el apellido de él.

Los animadores le preguntaron cosas, como si no necesitaba saber, qué pasaba con la identidad, si este tipo de había querido acercar, etc. Pamela decía que ella no tenía una carencia y que a ese señor no le conocía y no le interesaba conocerlo, entre otras cosas.

Yo pienso igual, pero me llamó la atención esta postura. Tan clara y tan firme. ( Y recordé que la postura es un poco al revés al final del libro de Fuguet, que terminé ayer).

Delfina entonces dijo que le encontraba toda la razón, que no se pueden inventar los vínculos. Era interesante lo que decían…. Para algunos generar aunque sea medio a la fuerza ese vínculo con el progenitor es relevante, y para otros eliminar el apellido que te recuerda algo que sientes que no eres es la tónica.

Era interesante lo que decían, porque cuestionaba el concepto de verdad personal.  O sea, Pamela sabía quién era, el tema no era la identidad. Sino que para ella, su verdad es que el señor Díaz no es nadie. Y para tener coherencia entre su verdad y su identidad quiere cambiarse el apellido. Seguí viendo.

La voz del alma

Entonces traen a “José Miguel Valenzuela, un padre normal, que salió del closet, y ud. ni se imagina de qué hablan”, dice la introducción a la nota.

El aludido es un señor de 60 y algo, medio guatón y medio pelado, canoso, de ojos azules y de una mirada sonriente. Con señora, 4 hijos, varios nietos y uno en camino. Un tipo adorable a los dos segundos de pantalla.

Y entonces aparece que es el padre del guionista José Ignacio Valenzuela, quién hace algunos años, le reveló que era gay.

Y mostraron cómo su familia tomó eso. Su papá, que parece Viejo Pascuero, gordo, blanco-colorado, bonachón de presencia… Su mamá entera linda… Hablan de que fue nervioso conocer a Anthony, la pareja (claramente amanerado) de Mister Valenzuela. Cuentan también que el abuelo, el padre del padre, se enojó mucho… pero al par de días lo llamó  llorando y le pidió disculpas. Terminó la nota.

Apareció el padre en el estudio. Yo estaba impactada, algo me pasaba en el alma, y después caché, gracias a la Delfina que dijo la palabra… Yo, como ella, estaba profundamente conmovida.

No sabía por qué, pero me conmovió esa apertura, esa aceptación…

A este guionista lo conozco. No somos amigos pero me cae top desde siempre. Fuimos compañeros de colegio (él un año más arriba que yo). Tomamos, como a los 15 años, un taller de literatura juntos, en Vitacura, con Ana María Güiraldes (que era amiga de la mamá escritora de una compañera mía de curso, y era, supe hoy, tía de él -Güiraldes es su segundo apellido-).

Nunca supe que era gay, no lo pensé tampoco. Nunca supe de alguien homosexual de mi colegio.

Lo que decía el padre era de un juicio tan lúcido… Entonces aparecieron sus hijos hablando de él. Su hijo en Sydney y José Ignacio.

Ambos orgullosos de este padre… No hablaron de que era un trabajador incansable, un tipo recto, de rigor… etc. Hablaron de un hombre cálido que les dio espacio, apoyo, amor incondicional… J. Ignacio dijo “todos deberían tener un papá como tú. Eres como el premio gordo de la lotería”. Se me llenaron de lágrimas los ojos. Creo que después de esas declaraciones, sinceras y conscientes, sería imposible para un padre pedirle más a la vida.

Le preguntaron por Anthony. Él dijo que rápidamente se hizo parte de la familia. Que es ultra querible. Que si una de las niñitas (sobrinas de JIgnacio) está enferma en Sydney, él se pega el pique a verlas, cuidarlas… y “el pasaje no es barato”…

La mamá de Jignacio , en la nota, de hecho dijo que cuando se van, ella echa más de menos a Anthony, que es más compañía para ella… También le preguntaron a este señor qué pasaba cuando le preguntaban quién era Anthony, y él respondía “la pareja de mi hijo. Y entonces si hay algún problema, es del otro”.

Yo veía y escuchaba todo esto y una luz me tintineaba en el alma… Entonces enfocaron a Delfina, y le preguntaron qué le pasaba… Y ella dijo: “Qué poderosa es la verdad. Uno a veces tiene miedo, pero qué poder tiene la verdad cuando chas, va derechito, dice lo que es. Estoy profundamente conmovida”.

Hablaron de más cosas, lo de una madre con hijo gay… de decir las cosas como son (de lo que se jacta Pamela), de que los UDI son tontos (según Delfina) y que no se puede eufemizar la dictadura, que eso fue y se llama así… O sea, hablaban de decir la verdad.

Yo veía a J Ignacio tan feliz, a esa familia tan feliz, tan inteligente y tan sana en su discurso…. Tan cercana. Tan despojada de tonteras. Pero seguramente asumir esa condición para este joven, alto y rubio escritor, en su minuto no fue tan fácil. Quizá. Seguramente intuía que sería bien recibido, teniendo gente tan evolucionada en su entorno. Pero para muchos no es así.

Muchos que se han atrevido a salir del closet han padecido lo “primitivo” de su entorno. Una aislación. Y uno puede pensar ¿para qué dicen, por qué no se quedan callados, y hacen lo que quieran puertas adentro, por qué uno se tiene que andar enterando por dónde les gusta, y tener que tener una posición de aceptación porque es lo políticamente correcto en el siglo XXI?…

Y creo que esa necesidad de poder ser reconocido en tu diferencia te gana. Le gana a la conveniencia. Le gana a la cabeza lógica. Y son estas revelaciones, estas demandas, las que logran cosas. Las que logran cosas, como que las mujeres voten.

Eso pasa porque en un minuto las mujeres decidieron tener derecho a pensar y decidir…. Y frente al “pero lea en su pieza y converse aquí en la casa conmigo y mis amigos, y yo le prometo que voy a canalizar sus ideas si son buenas…. votar es para los hombres… usted lea tranquilita pero para usted, para la galería, cocine y borde”… Pero hubo mujeres que también sólo querían  tener un espacio para decir, y eso pasaba por mostrar que pensaban, que proponían, que decidían.

Ser reconocido por lo que uno es en la sociedad, es importante para las personas. Y pasa a ser determinante en ciertas ocasiones. Tener el derecho a… al margen que lo ejerzas. Así nace la burguesía, de hecho (que tenían educación y dinero, pero no derecho a tomar decisiones por no ser nobles de cuna). 

Y en términos más domésticos tener, por ejemplo, el derecho de acompañar a tu pareja, con o sin papeles. Y ahí JIgancio dijo que a él le daba pánico no poder entrar a la UTI si a Anthony le pasa algo, pues no es pariente directo.

Ahí entonces uno entiende que revelar ciertas condiciones no sólo son importantes a nivel cultural, lo son a nivel práctico. Y por eso la gente lo hace, por eso se enfrenta al miedo que le da decirlo y a las posibles consecuencias, buenas o malas que pueda tener, porque estar contenido tiene fecha de caducidad. Es así. Somos seres emocionales.

A la Delfina entonces, o antes, no recuerdo bien ya, le preguntan por el teatro.  Donde ella dice, algo que a mí me explicó en persona en forma detallada, que ella dejó a su primer marido por el teatro. El costo fue que le quitaran la tuición de sus hijos. Y que ahora éstos lo entienden, cuando ella lo supo plantear. Pero fue tremendo el costo. Y ella explica, entonces, algo así:

“Cuando yo me subía al escenario, inmediatamente la felicidad era plena. Completa. Y la búsqueda de la felicidad es algo muy importante, trascedente. Y cuando la encuentras, cuando sabes que la encuentras, simplemente no puedes renunciar a ella”.

De alguna manera todo esto se me vinculaba con mi entrevista. Con lo que dije, a pesar de todas las necesidades y miedos que tengo.

Recordé entonces algo que le leí a la Pilar Sordo en “Con el Coco en el Diván”, hace poco. Cuando le decía a sus pacientes adolescentes que al pensar en una carrera, pensaran en eso que si lo tuvieran que hacer mil horas, al final del día iban a estar felices…

Y si bien sé hace tiempo que la verdad nos hará libres y que siempre se sabe, no sabía que puede tener el poder de trascendencia de hacerte la persona que eres, y que sin eso, nada va a funcionar. 

La revelación

Y entonces entendí lo que me pasó hoy con el abogado bello del buffet ABC1. Yo necesito sentir cierto grado de libertad para administrar mi tiempo. Necesito saber que puedo ir a entrevistar a alguien o a un seminario porque eso me da extras invaluables, me nutre el alma, a veces me da dinero también, pero no siempre, pero me da ganas de crecer. Necesito no tener que mentir para poder tener derecho a eso…

En el servicio público hay días administrativos… En la Cepal no se trabajaba los viernes, no se marcaba tarjeta, en el Fonasa yo era del equipo directivo y si tenía que faltar, avisaba, no pedía permiso. Y bueno, las clases son por horas. O sea en general he podido administrar mi tiempo 8claro, N veces implica quedarse hasta las 11 pm o más incluso, pero para mí vale la pena). Y cuando no pude tener eso, lo pasé pésimo. 

Sé que lo privado son miles de horas, normalmente no te pagan horas extras, e ir al sicólogo, al dentista o a entrevistar a alguien es un problema, entonces la gente o no lo hace o consigue licencias e inventa cosas… Yo no sirvo para eso. Esto de la esclavitud pagada (y a precio de huevo normalmente) es malo para todos.

Yo sé que todos queremos sentirnos dueños de nosotros mismos, pero que por las exigencias de la vida diaria no siempre se puede y demás, que no es fácil… Que puede tener costos heavies.

Incluso el suicidio, para muchos, como sabemos, se da por la incomprensión del entorno y/o el no poder sobrellevar su propia condición de diferencia (de homosexualidad, pero tb de mujer, de artista, de pobre, de triste, de minusvalido,  de viejo, etc.). O sea, una condición distinta a la que se quiere o se necesita en el contexto X para tener cierta normalidad.

Es por eso mismo que hay N gente que no sale del closet, en toda la amplitud del concepto. O sea, no decir una verdad cualquiera porque quizá puede se teme que el resultado peor, por ejemplo acusar a alguien de algo. Como a un golpeador. Como a un jefe inadecuado. etc. Lo entiendo.

Y hay gente que, pese a la  eventual y probable inconveniencia de revelar, no puede evitarlo. Porque siente que es imperativo, que no puede callar ni transar en eso simplemente, porque si lo hace se va a la cresta y nada tiene sentido… Es determinante, como una necesidad biológica, es, guste o no. Y lo hacen, cueste lo que cueste. Yo, con respecto a pedir cierto grado de libertad, soy así.

No es que quiera ser así, no es que encuentre que está bien o mal serlo, no es que no quiera contenerme… Simplemente es como respirar para mí. Como querer escribir. Como medir un metro 62. Es no más. Y negarlo u ocultarlo, no sé por qué, no me resulta, aunque quiera.

Eso era lo que me pasó hoy en la entrevista. Necesitaba, como Delfina, como JIgnacio, no ocultar mi verdad determinante.

En mi caso no es un oficio o una tendencia sexual poco adecuada a mi medio social, como ellos, es una necesidad laboral que no cae bien: cierta libertad y flexibilidad horaria. Se entiende: con ciertas condiciones de dejar cosas listas, pero sin tener que recuperar tiempo y sin tener que mentir.

El medio laboral es déspota. Me gustaría ahondar en eso, pero es para otro post, como ya dije.

Yo no pude dejar de pedir esta cierta eventual flexibilidad. Quizá por decir la verdad desde el principio, me pesquen. O quizá justamente por eso mismo, como saben que mi disponibilidad no siempre será completa y exclusiva, entonces no. Y yo me pegue, otra, vez, contra la pared.

Hasta hoy, sentía que yo podía ser tonta con esta postura, tan poco estratégica. Luego de este programa, de lo que dijo Delfina del teatro para ella o Jigancio y su salida del closet, entendí que no es una decisión, es una condición, una verdad, que es demasiado poderosa… Inocultable.

Y que sí, hay gente que la puede esconder a un precio atroz, otros la revelan a un precio atroz también. Pero que hay gente que no lo puede, casi biológicamente, ocultar. Yo soy de esas, con respecto a la libertad personal. Necesito sentirme libre para poder respirar.

Y sí, ha tenido, tiene y seguramente tendrá costos altos, a veces hasta impagables, para mí. Capaz que me arrepienta, como N veces cuando me dicen “fuera de presupuesto” y yo pienso que por qué no pedía menos… Y sé por qué… Por qué ya llega a ser indecente, pero igual me lo digo, porque es más terrible no tener nada.

Pero cuando llega otra oportunidad, lo vuelvo a hacer. Me supera. Aunque quizá la realidad me supere después. No sé. Espero tener un golpe de suerte, como Delfina que pudo actuar, o Jignacio que pudo compartir con Anyhony y con su familia, y hasta en la tele…

A mí, quizá, me aparezca un empleador que entienda que darle espacio a cierta libertad personal, materializada en cierta flexibilidad horaria, puede darle a sus empleados un valor agregado importante para sí (como en Google)… Y entonces, quizá, valore que yo lo sepa y lo plantee desde el principio. Ojalá aparezca pronto, veremos.

Links:

Lo de la Delfina en la tele.

Y lo del padre de JIgnacio

Pd- Hoy iba en el taxi y escuché “La mujer que yo quiero” de Serrat…. y cuando dice “pero ella es más verdad que el pan y la tierra”, me tincó ponerla en este post. Y luego, siguió y me tincaba más y más… Y cuando dice “contra su calor se pierde el orgullo, y la vergüenza” supe que esto era para este texto.

Yo creo que eso pasa, cuando se dice una verdad importante para uno, al margen del costo, ante el calor que le da el alma, se pierde el orgullo y la vergüenza… Y sólo queda que es verdad, y que uno está atado a esa yunta… La canción, con voz de Serrat , con fotos y con la letra.

mardi, décembre 20, 2011

Los 80, la herencia

 

-No es tu culpa, tú eres un buen papá, el mejor, pero no puedes arreglar toda la cosa.

-Soy el hombre de la familia, y no puedo hacer nada. No puedo encontrar a la Claudia. Cuando me quedé sin pega no podía entrar a la casa, me daba vergüenza. Ahora es peor. No puedo mirarlos a la cara, a su mamá, a sus hermanos, no puedo.

En ese diálogo me quebré. Ya Gabriel había sido asesinado -ahí me horroricé-, pero cuando la angustia se cuela en lo íntimo, en la mesa, en los ojos, ahí todo lo envuelve otra dimensión. Ahí “el Ave María” del living de la casa de los Herrera, con amigos, es lo único que cabe en el corazón.

Las recomendación para ver este último capítulo de temporada de “Los 80” era estar acompañado, yo estaba sola, y en ese diálogo me acordé de él. Me hubiera gustado tanto tomarle la mano, preguntarle cosas, que me contara cómo recuerda él todo eso. Yo estaba en Santiago, vivía en  Vitacura, iba a colegio, a la Alianza Francesa. Debo haber tenido la edad de Félix.

Recuerdo sólo que hablé con una compañera, la Pascale, en un recreo. Nada más. No recuerdo que fuera tema. No recuerdo ausencias masivas, ni comentarios, no supe quién era Pepe Carrasco hasta muchos, muchos años después, pues, como a Félix, a mí no me decían nada. Había habido un atentado a Pinochet. No lo mataron. Fin. A hacer las tareas, comerse la comida, etc. Lo de siempre. No pasaba nada. Eso me dijeron a mí.

¿Cómo fue en otra ciudad, lejos en el norte? ¿Qué comentó él ese día, con quiénes? ¿Se acuerda, de qué? y otras preguntas me surgieron… Pero no estaba. Yo estaba sola. Y lloré.

Lloré porque me emocionó la mirada clara de Pedro, que lo dijo todo. Que no fue acogedora como siempre, sino altiva y distante. ¿Cómo la mirada puede decir tanto?… No sé, pero puede.

Pedro le mintió al Mayor y devolvió a la Claudia a la familia de Juan. Hasta con consejo, “sáquela de Santiago por un par de meses, y que  no se mande más cagadas”. Pedro reconoció la bondad y la decencia de Juan y los suyos, explícitamente además, cuando le dijo a Claudia, “Cabra de mierda, ¿cómo no pensaste en tu familia?, gente buena, gente decente” y no pudo hacer caso omiso. No pudo cumplir las tan citadas órdenes superiores. Y salvó a Claudia.

Pedro había asesinado a Gabriel, quién sabía era el amor de una persona a la que por cosas indirectas ya conocía y le tenía  cierto cariño (Claudia)… Lo mató, y su cara reflejó que incluso en ese minuto, de asesino y todo, le importó.

Tomó a la Claudia y la amarró, pero no le hizo daño… Y devolvió a la hija a su familia. Claudia y Juan tuvieron suerte, sí, pero ¿por qué?… Porque la decencia, la bondad y la humanidad importaban, incluso, a veces, a algunos mercenarios de la CNI, como ese Pedro de “Los 80”.

Hoy parece que no importa, a los poderosos de siempre –donde varios de los de entonces siguen siendo los mismos-, no les importa. Y lo que sembraron ahí, el odio, –palabra que casi nunca uso-, pero hoy no encuentro otra, se cosecha hoy.

Ya ese odio no se materializa en toques de queda y balazos, sin en la legalidad de lo inmoral, de lo indecente, de lo vergonzoso de la desigualdad. En resumen, del abuso.

¿Y si ellos, y no sólo yo, no pudieran trabajar o dormir, se arreglarían, al menos, en parte, las cosas?….

Hoy es martes, como casi todos los martes almorcé con mi papá.  Le conté que cuando salí del metro, en el barrio el Golf, en la escalera veo unas chicas de negro con un sombrero como de mago, creí que eran como disfraces de Pascua o algo así, pero no. Tenían un mensaje "Sueldos dignos. No más abusos, L’oreal”.

Le comenté eso, ahí en plena terraza veraniega mientras partía un bistec con ajito,  porque estos días, igual que hace un par de semanas, hay una huelga IMPORTANTE frente al Hospital de la UC en Stgo. O sea, cerca de mi casa.

(Que no ha salido en ningún medio, ahí, lo importante ha sido la Anita Alvarado, una Tanza que no sé quién es, y el fútbol, obvio. Lo de los sueldos o protestas en ese hospital central y todos sus muchos vecinos afectados, es una cosa que no amerita noticia…).

La huelga de los trabajadores consiste en hacer ruido. Mucho ruido. Mucho rato, sin parar. Cornetas, tambores, chiflidos, bocinas, etc. Horas. Yo, desesperada, fui a ver qué pasaba.

Los carteles decían los mismo, “Sueldos dignos, no más abusos”. Yo estaba molesta con el ruido, entiendo lo que piden, pero ahí hay enfermos, muchos residentes (torres), la Universidad, etc. Fui a hablar con uno de los manifestantes, a pedirle que se callaran un rato, por favor.

Un cabro me pescó –todos muy jóvenes-. Gritábamos, obviamente. Me dice que entiende mi punto, pero que llevan tratando el tema 5 años, que no hay arreglos adecuados, que no hay cumplimiento de las autoridades, y que tuvieron que llegar hasta esa instancia. Que están en huelga legal, indefinida, que han venido 3 veces los carabineros pero que no los pueden echar, y ellos no se irán hasta que tengan una solución satisfactoria.

Me dijo también que muchos arriesgan sus trabajos, pero que “así, señorita, así no se puede seguir. El hospital se llena de plata, y nosotros estamos cada vez peor, no puede ser, este abuso no se puede permitir, no más”. Su mirada era dulce, llena de impotencia y de esperanza, de alguna manera buscaba empatía en la mía. No supe qué decir. Lo entiendo, claro, pero no quiero el ruido y yo no puedo incidir en esa situación…

Él, rompiendo el silencio, me dijo: “Vaya y dígale lo que le pasa a nuestro jefe, está en el piso –2 ó –3. Él es el responsable para nosotros, y no nos da la cara. Vaya Ud.. y explíquele lo que le pasa, si él nos soluciona esto, se lo soluciona a usted, a todos”. Su mirada era de invitación, yo le dije que no tenía nada que ver, y me fui al metro. No me quería meter. Ya tengo harto con mis propios problemas, no quiero ajenos, además.

Mientras viajaba, pensé. ¿Si este mismo ruido, al mismo tiempo, lo hicieran los trabajadores de la Clínica Alemana y Las Condes, los trabajadores de los bancos, las universidades, los conserjes de edificios y condominios de las residencias de los “jefes”… si ellos, y no sólo yo, no pudieran trabajar o dormir, se arreglarían las cosas?….

Entonces pensé que sí tengo incidencia. Que esto de que “no me quiero meter, que el problema del tipo del lado no me incumbe”, es justamente el problema, es este individualismo atroz que nos heredaron cuando dejamos de confiar en los de siempre, en los nuestros, y  eso fue la semilla de todo este abuso perverso.

Cuando la gente del barrio se delata, se quiebra el alma… y el resto llega solo

Mi papá me dijo entonces que esto es consecuencia del odio que sembró Pinochet. Me cuenta que en la UP la gente se podía agarrar heavy, pero intelectualmente, y las discrepancias eran como en el fútbol. O sea, nadie dejaba de ser amigo de alguien por estar en contra o no. Me contó hasta una anécdota.

En esa época, la UP, él y otros ingenieros trabajaban en un lugar bien top y bien cuico. Una vez las “momias” hicieron una huelga de cacerolas vacías. El comentario fue “oye están bien ricas, vamos a verlas”. Y los hombres, como hombres que eran, fueron a ver a las minas, daba lo mismo el color político. 

También me dijo algo que nunca vi de esa manera, me dijo “las colas eran un derecho”. Había cola porque, sí, habían requisado mercadería, pero también porque la gente podía comprar. Todo eso así era, pero cambió.

Ahí me contó otra historia. En el pueblo costero donde él se crió, en su calle, habían varios niños que crecieron juntos. La pichanga, la playa, los bailes. Los de siempre. Con la llegada de Pinochet, uno de ahí, del barrio, delató a otro… Y así su amigo del barrio, de repente, era un enemigo para la patria… Y los enemigos eran los que uno conocía. Pero la gente se olvidó, precisamente, de eso, ¡de que los conocía! ¿qué instalaron los milicos en la mente y en el alma de la gente?

Otro ejemplo del tajo al alma que hicieron. En los 80 mi papá tenía una fábrica, con varios obreros. Uno de ellos para el 73 tenía 18, y fue reclutado para el Servicio. Este cabro le contó a mi papá que los hacían ir a matar a sus propios amigos, a sus poblaciones.

Como lo que pasa con “el Chino” y el hijo de la Nana de Ramoncito, Ramón Sarmiento, en “Los Archivos del Cardenal”. Donde ellos dos, mejores amigos de chicos, no sólo terminan divididos, sino que uno mata al otro. Como el escena final de “La Lengua de las Mariposas”.  Cuando esa inhumanidad entra en el alma, todo se quiebra. Y entonces lo demás es pan comido.

Lo demás es la política del miedo. La que se ve hoy. Donde las aseguradoras, partiendo por las isapres (que hoy se supo recaudaron 50% más que el año pasado, y el doble que la Teletón) y las AFP, alineadas con los bancos (los que prestan el dinero de las AFP, o sea de los trabajadores, a los mismos trabajadores, pero con intereses y gigantes además), todos ellos son los dueños de todos los recursos. Y los administran en forma usurera, inmoral, indecente, pero legal.

Como la forestales en el sur. Que están en manos de 3 empresas, 2 de familias, los Angelini y los Matte. Dónde las rentas y las condiciones contractuales son las  más paupérrimas del país (y es donde, paradojamente, también hay más riqueza concentrada, y mucha). Dónde además han dejado una erosión irrecuperable. Pero todo legal, hasta con exención de impuesto territorial. Y no les pasa nada.

O como Cossbo. Una empresa de agua para 18 torres del centro de Santiago (20 pisos c/u 5 deptos promedio por piso, 3 personas promedio por depa, calcule….), que cobra $9000 pesos el metro cúbico de agua caliente (El el Golf cuesta 3), y además el agua fría es intomable y hay que comprar.  La cuenta promedio, que pagamos todos los afectados, es de 60 mil al mes (60 mil al mes, sin lavadora, sin jardin). Y sin poder cambiar de empresa.

Hay miles de reclamos en el Sernac, esta situación la conocen algunos políticos en ejercicio y de oposición, hay muchos reclamos también en la Fiscalía Nacional Económica anti Monopolio pero no tiene incidencia así como tampoco a Súper de Sanitarias. Hablamos de Agua. En el centro de Stgo. que afecta a mucha gente.

A algunos medios les interesó, pero, dado que todo es legal. Inmoral, usurero, pero legal. No hay nada que hacer, ergo no hay noticia.  La inmoralidad perdura en la medida que llene los bolsillos de gente inescrupulosa, y cuando el sistema lo es y lo permite….

Si además se analiza cómo funcionan los Derechos de Agua en Chile desde Pinochoet, es para llorar.

No sé qué falta más, si la decencia o el sentido de realidad

El sistema económico que  instauró Pinochet, además de permitir lo anterior, acabó con los almacenes y los locales más pequeños, supliéndolos por supermercados y farmacias,  que más encima se coluden, y es un escándalo moral, pero nada más. No hay cárcel, no hay multas importantes, ni en derechos ni en dinero, sólo hay una burla a la ciudadanía.

Sistema que evidencia, a nivel internacional, que la desigualdad en la distribución de ingresos es impresentable. (Y no es de ahora, el Ministro Eyzaguirre trabajaba en eso el 2005). Desigualdad que, según la CEPAL y Velasco, entre otros, sólo se puede disminuir seriamente con el empleo, –dignos, se entiende- y en eso incide la educación de calidad (como bien social, no de mercado, como indicó el presidente que es actualmente…).

Y resulta que a pesar de todo eso, en el 2011, la Educación sigue siendo impagable para muchos, y si la tienes, tener un empleo es MUY difícil y si lo tienes, que tenga protección social en serio y sueldo digno es casi una utopía para demasiados. De ahí las huelgas. De ahí las marchas. Porque se sabe, hace tiempo, todo esto, pero ahora ya es oficial y todo. Pero, ¿y?… ¿Algún cambio real, legal, determinante?… Obvio que no, ¿por qué habría de haberlo si no le conviene, y si han sometido a la ciudadanía por 40 años, por qué no pueden seguir haciéndolo cuando además hoy tienen mucho, muchísimo más poder que antes?

Y en ese contexto, una persona, natural, tiene cara para hacer una donación de $1500 millones de pesos a la Teletón en forma pública, sin que le dé vergüenza.

¿Cómo no le da vergüenza? ¿Cómo no se da cuenta que eso es una humillación para la gran mayoría, (porque evidencia un sistema que permite una diferencia TAN abismante entre los unos y los otros)? (Sin comentar, además, que ya el hecho que los particulares deban asumir y hacer la Teletón, es otra vergüenza, particularmente con el negociado que les significa a las empresas, pero eso es otra historia).

Y no sólo eso, además, hay quienes aplauden a esa donante… Impresentable a ojos de la decencia, del decoro, de la prudencia, del pudor, de la nobleza… De todo eso que hoy no vale nada, porque no se transa en la bolsa.

Y Michelle tiene cara para hablar de protección social en la OIT… ¿Cómo se atreve?….

¿Ha visto cuánta gente duerme en la calle, ha visto la cesantía, ha visto la cantidad y calidad de la cobertura y pertinencia en salud? ¿Ha visto lo que se necesita para ir al dentista? ¿Ha visto lo difícil que es tener un trabajo? ¿Ha visto la desproporción entre los aranceles de la universidad y las rentas? ¿Ha visto el abuso entre las rentas y las funciones y responsabilidades? ¿Ha cuantificado cuántos contratos y de qué tipo hay versus los trabajadores? ¿Ha evaluado la estabilidad laboral que existe? ¿Ha visto cómo y qué enseñan en los colegios públicos, y para qué…? ¿Ha evaluado el nivel de (in)comunicación efectiva de la gente y la relación que eso tiene con la lectura, el medioambiente, el deporte y la cantidad de horas de trabajo necesarias para subsistir? ¿Ha considerado la cantidad de talentosas personas que no son valoradas y cuyas habilidades se desaprovechan, o sea la gran desconsideración por el valor agregado de la educación más cara del mundo? ¿Ha visto que el contingente carcelario aumenta desbordantemente, igual que el endeudamiento, porque en gran medida no tiene sentido trabajar, además de ser muy complejo acceder a ello? No creo. Si lo hubiera hecho, dudo que hubiera tenido cara para ir a hablar de Protección Social a un organismo internacional. Pero fue. Otra humillación.

La clase media ahora es un lujo

Esta protección social de la que habló Michelle, no sé cuál es. No la conozco. No la veo (y vivo al lado de la posta central, veo cómo es la necesidad). Yo veo que la desigualdad que hay hace que la clase media de “los 80”, la tradicional clase media, se vea hoy como algo lujoso.

Sí. Vivir hoy en una casa, propia, – y no departamento- que tenga un antejardín con pasto y un patio trasero donde cabe una mesa para comer con varios amigos, una parrilla, un lugar para guardar y para tender la ropa.

Un living donde cabe un sofá, dos asientos, una mesa al medio, y una tele…. Y además una mesa de comedor con 6 sillas. Una casa de 3 piezas con una cocina no americana. 2 hijos en la Universidad. Eso, hoy…¿es de clase media?…. Lo dudo.

Y no puede ser. No puede ser que eso, que es una aspiración moderada de una familia, sea concebido como algo extraordinariamente difícil de alcanzar. No puede ser.

(Estrato medio en verdad se dice, como me explicó un experto internacional que entrevisté el año pasado, cuando trabajaba en la Cepal. El concepto de “clase”, me explicó, es otra cosa).

Yo crecí en una casa muy similar a la de los Herrera. En porte, en tipo. Donde todas eran iguales. En una calle tranquila con árboles. Esa casa, como la de los Herrera, mi papá la compró porque en algún minuto la empresa donde trabajaba dio facilidades. Antes la mayoría de las empresas facilitaba que sus empleados tuvieran casa. Además, mis mejores amigos eran mis vecinos. Igual que en los Herrera. Yo vivía en Vitacura…

¿Hoy es pensable que una casa en Vitacura sea similar a una de un sector más popular?…¿Cuánto vale que en vez de conocer al vecino se le pague a las empresas de alarmas, que además lo hacen pésimo como vimos hace poco en la tele?…. Esa fue la herencia a largo plazo de la política de los Chicago Boys que tanto aplauden algunos.

Necesitamos urgente que el honor destierre al horror

Mi papá me decía que, al final, todo esto es una consecuencia del odio. Es cierto, le dije, pero tanto quienes se enfrascan en que “Pinochet” no sé qué y los de “la UP” no sé cuánto, hacen que la conversación se entrampe, y no avance, o sea no podamos tocar los temas de ahora, lo de los sueldos decentes.

Eso porque nos ponemos a hablar de lo moral, de cómo era, etc. Y no llegamos a lo que pasa hoy. A la aberración de un sistema que permite legalmente esta desigualdad perversa con la usura que le sucede. Y entonces, él levanta su mirada azul y me dice, enérgico.

“No es lo mismo, no hay que confundir errores con horrores”.

Cierto. Luego de ver “Los 80” hoy, el horror de lo que pasaba, el odio y la división que sembraron, en fin… Entiendo que si bien a mí me interesa que este sistema inmoral no prospere, eso pasa porque, primero, se restaure el valor de la decencia, de lo moral, de lo noble, de lo correcto.. De lo legítimo, y que eso sea lo legal, no al revés. Y para eso necesitamos, en forma urgente y definitiva , que el honor destierre al horror. De ahí se parte. ¿Habrá alguna chance?

(Yo casi nunca escribo cosas así aquí, pero bueno, hoy todo se mezcló. El video es de la portada, lo del “Tiempo en las Bastillas”, por la Francisca Valenzuela. Esa versión me gusta. No está el video del último capítulo disponible, por eso puse este).

samedi, décembre 03, 2011

Resistiré...




Me acuerdo que cuando vi "Átame" (mi primer film de Almodóvar), y en la escena final escuché "Resistiré", me encantó. No me acuerdo bien porqué, pero algo me pasó... Quizá fue la sensación de cuento filmado de "después de la lluvia, siempre sale el sol" (aunque todavía no haya salido y ni siquiera se vislumbre).

Es curioso como se mezcla esta canción en la escena, porque es un día primaveral, ellas están vestidas veraniegas, es el final de una serie de cosas increíbles que han pasado, y la letra es más bien algo profundo, no "light", como parece dada la atmósfera.

La co-piloto y Enrique (un joven -e igual de mino- Antonio Banderas), el delincuente, van contentos y  cantan.  La conductora - Victoria Abril, la musa del director entonces- va como preocupada...   Le dicen "qué pasa, tonta" y ahí todos sonríen.

Entonces da como la sensación de "A pesar de todo, aunque sea la cosa sea y se vea muuuuuuuy negra, o sea, de "aunque pierdas todas las partidas",  igual, al final final final, no es tan malo y se puede seguir, sonríe".

En este momento de la vida ando un poco así, sintiendo que "los vientos de la vida soplan fuerte" (y que "cuesta mantenerse en pie" y sintiendo "miedo (hasta) del silencio"... etc.).

Y hoy, justo acá, en el lugar donde vengo los sábados, escuchando la Paula fm, como casi siempre que escucho radio en el pc, apareció esta canción . No es muy popular, menos en una radio "inn", y recordé la escena. Y empecé a escuchar la letra.... Y, otra vez, algo me pasó.

Escuchar esto que da una mezcla de esperanza e inspiración.. Busqué la letra, luego un video con la letra, y encontré uno, que, además, tiene unas fotografías MUY bellas. Voilá:



Escribir esto justo hoy...

Igual es curioso escribir esto justo hoy, sábado 2 de diciembre, día 2 de la Teletón. Cuando en el titular del diario hablan del emotivo canto "Ángel para un final" de Isi, la niña símbolo, por Camiroaga, que hizo llorar a la plana mayor de ministros. 

Y cuando, también en portada, aparece Kevin de pie, con las manos arriba y feliz -el adolescente que iba a correr la maratón cuando un borracho (irresponsable mal nacido), lo atropelló cuando él estaba esperando la micro e hizo que perdiera sus piernas-. Y entonces, no puedo evitar recordar, también, a la niña del tren. 

Y cuando uno ve eso, se siente tan agradecido. Y, por supuesto, ayudas, porque eres tan afortunado de estar entero, físicamente, al menos.

Pero, cuando pasa eso, cuando vuelves a tu realidad, los "fantasmas", que, supongo, todos tenemos, aparecen.

Hay veces que son más débiles, controlables, echables incluso... pero otras veces se apoderan de la energía, del sueño (literalmente, no de te dejan dormir), etc. Y bueno, yo ando un poco así en este tiempo. Entonces, sí, agradezco estar entera, de verdad, pero no evita que me "toque" la canción "Resistiré". Y no sé cómo, pero ayuda escucharla. Supongo que también para los chicos de la Teletón.

Un poco más de "Átame" (para alivianar, digo)...

 "Átame", de Almodóvar. Hablamos de principios de los 90, donde Almodóvar y Banderas eran apenas conocidos...O sea, cero galmour y menos premios, y cuando Holliwood no era tema para esta, luego, famosa dupla de españoles.

Recuerdo que, en esa época, incluso, sólo conocer a Almodóvar en Chile, era como "alternativo", o sea sólo unos pocos, los "inn" en términos intelectuales y como medio de vanguardia, sabían de él. Para que decir si te gustaba, casi que eras místico. (Ja, otros tiempos).

Ya ni me acuerdo como conocí yo a Almodóvar. Creo que fue por una compañera de colegio que amaba el cine y era española, y veíamos muchas películas en su casa. Creo, no obstante, que "Átame", comedia y gran film en cualquier caso, la vi con mi papá... Bueno, da igual.

El asunto es que, en la última escena, van estos tres personajes en el auto  - esta "pareja" que se gesta por algo igual (o similar) al Síndrome de Estocolmo, más la hermana de la de la protagonista en el film-. Ahí, esta última, pone una cassette (yes, una ¡cassette!) y ponen "Resistiré" y cantan... ahí termina la peli. (Ok, es cierto, dije parte del final, pero mi comentario no  afecta  la peli, y vale la pena verla, ¡es muy entretenida!).

Y en esa historia, como en la vida, a veces decir "Resistiré", más que terminar, permite seguir. Y eso es muy relevante, sobre todo en ciertos momentos, como en la Teletón, y como para mí, ahora.  

vendredi, novembre 18, 2011

Yo no he sabido nunca de su historia…

Me acuerdo que era de noche y hacía frío, como casi siempre a esa hora en la costa central. Valparaíso, el 92. En “La República Independiente de Playa Ancha”, como le decíamos, medio en broma entonces, cuándo nos preguntaban dónde quedaba la universidad, o sea, la Escuela de Arquitectura de la U de Valpo. Yo tenía 19.

Me acuerdo que era viernes y que me costó llegar al lugar exacto. Uno de esos rincones raros que tenía ese espacio, lleno de escaleras empinadas, con barandas de fierro azules (no sé si sigue igual hoy).

Llegué sola esa vez. Un poco como en la que quiero y no quiero… Yo era santiaguina, no conocía a nadie… Pero de algún modo la escuela, la arquitectura y Valparaíso, todo eso junto, me tenían media atrapada en una cosa que era extraña, rica y de alguna manera, un poco peligrosa también… Era un asado mechón, sólo de nuestra escuela, y todo era, obviamente para ese contexto y en esa época, bastante hippy.

Me acuerdo que yo andaba con una jardinera de bluejeans (ja, ahora ni amarrada me pondría una, pero entonces era de lo más inn). Unos aros grandes, un collar de piedra de colores (como los que, mucho tiempo después, compré en Zipolite, de esa onda artesa-playera, y en cuarzo). Y un gamulán con chiporro from Argentina, estaba muerta de frío.

Un tipo de segundo año estaba ahí en la parrilla, haciendo choripanes. Un grupo por allá cantaba, con vino y chelas. Era temprano para el carrete aún, tipo 9 pm, la noche estaba negra negra ese abril, y aún no había llegado ninguno de mis incipientes amigos.

Me puse al lado de la parrilla por el calor. Un tipo me empezó a coquetear. Le gustó que yo hablara francés y no sé qué cosa dije de un libro y por eso se acercó otro tipo. Y así, de repente habían varios a mi al rededor… Hice un movimiento y un cabro me dijo si me dolía el cuello, dije que sí y al instante sus dedos me hacían un masaje… Todo era muy grato…

Llegó, entonces, una de mis compañeras. Con labios rojos y modales felinos. Me saludó y se sentó cerca, en uno de los escalones. Se llevó las miradas y atrajo a los galanes que aún no venían a nuestro sitio. Incluido el guitarrista.

Habíamos tenido a Silvio, Milanés, Sui Generis, y el repertorio habitual. Matizado, sí, por cosas más movidas, medias cumbiancheras… Pero llegó ella y dice "Cantemos “Valparaíso””…

No pesqué, creo que ahora hablábamos de Foucault con el tipo literato, y me imaginé que comenzarían con “Del cerro Los Placeres….”, pero entonces oí un rasgueo con una melodía que yo no conocía… Me callé y me gustó. Luego entonaron..… “Yo no he sabido nunca de su historia…”.

Ahí la voz del tipo del libro simplemente se hizo lejana, inaudible. Y me acerqué más al escalón, donde mi compañera de labios rojos, quien junto a varios cantaba a coro, acompañando al guitarrista, una canción que parecía ser de lo más conocida por ellos, y que yo no había escuchado nunca en mi vida, pero que me iba llegando al alma…

Terminó la canción y les comenté lo linda que era y “sí, claro”, pero al segundo seguimos con otros temas. Volví al masaje y creo que ahora la conversa era sobre Baudelaire y Rimbaud… (Los Malditos tienen esa cosa que se cuelan, indefectiblemente, en la conversación de lugares como ese).

Mucho rato después, cuando ya no quedaban choripanes y mucha gente se había ido, un grupo volvimos a un escalón con vasos de plástico medio llenos de un mal tinto de garrafa. Entre los integrantes, el guitarrista y yo…

Le pedí que cantara la canción de Valparaíso, la del “Un día nací allí, sencillamente” (esa fue la frase que se me quedó)… Él se río, y la tocó para mí. Me miraba mientras cantaba, sonriéndome…

Ni se me ocurrió preguntar por el autor, ni cómo la conocía, ni nada. Asumí que era parte del folclore de siempre (onda “Si vas para Chile”, “La joya del Pacífico”, etc.).

Mucho más rato, se la volví a pedir, él y yo ya estábamos solos. Le dije que me la quería aprender…que si tocara guitarra me gustaría saberla (yo tocaba un poco entonces, pero no se lo comenté).

Me dijo que si quería me enseñaba… y nos fuimos a otro rincón, todo estaba muy helado, y él empezó a cantarla, y yo a repetir los versos… Me acuerdo de la frase “pero este puerto amarra como el hambre”, con la que todavía me pasan cosas cuando la escucho.

Hacía tanto frío que sólo estuvimos ahí para esa canción, al rato nos fuimos. A la luz de los días siguientes, el guitarrista siguió con su vida y yo con la mía… Nuestro flirt fue sólo musical, de esa noche, pero nunca más olvidé la canción.

Pasó el tiempo.

El 2004 conocí a un tipo. Otro tipo. También en Valparaíso. Ahora yo hacía la tesis de un Master en Comunicación Social, y tomé especialidad en televisión, por lo que incluía un piloto en video. Y me dedicaba a enseñar Historia y Estética del Cine, en la Escuela de Cine de Viña (donde trabajé más de 4 años).

El tipo me ayudó a filmar unas cosas para mi tesis. Me encantaron -literalmente- su alma mágica y sus ojos brillantes. Él amaba la música, era sonidista, y tenía una voz increíble… También cantaba, pero poco, aunque muy bien según yo. (Una vez cantamos a dúo un par de cosas de Soda Stéreo, ja, aunque yo canto pésimo). Nos enganchamos.

(Con el tiempo, esa historia fue tremendamente importante para mí, pero no terminó en un happy end, y esa sí que es harina de otro costal, que no viene al caso aquí).

La cosa es que me acuerdo de un día, caminando cerca de 1 Norte, en Viña, llovía fuerte, y él y yo veníamos de hacer tomas lindas para el video –desde la Intendencia y cerca de la Ex Escuela de Hotelería-. Estábamos contentos pero empapados. Era como tarde-noche, todo estaba frío y oscuro. No habíamos comido nada y teníamos hambre.
 
Fuimos a un Macdonalds cercano, y ahí, entre una cosa y otra, él me cuenta que su papá escribió una canción. Yo sólo sabía que su padre había muerto hacía tiempo, y nosotros no hablábamos de eso, de modo que imaginé una canción muy antigua…
 
“¿En serio? ¡Wow! qué chori… ¿conocida?", le digo. –Ya estábamos en la cola del McDonalds-. “Sí, más o menos”… responde. "¿Cómo es?", pregunto, así como al pasar...en plena fila … y entonces, él comienza a tararear, suavecito “Yo no he sabido nunca de su historia"….

Me acuerdo que quedé helada. Pero creo que él no se dio cuenta –hacía mucho frío, estábamos estilando, la lluvia era un tema, y había mucha gente-. No recuerdo bien cómo fue, pero seguro le dije que me encantaba esa canción, que no podía creer que fuera de su papá…

Él no le dio importancia a mi comentario, seguramente le pasaba seguido.
 
No le conté de la noche mechona.

Al par de meses, en la Escuela de Cine donde yo trabajaba se hizo una presentación de los mejores films. Cortos en general. En el teatro de Valparaíso. Dentro de la “Torta” (como se dice en jerga cinematográfica al compilado de films) había un corto, cuyo título no recuerdo, pero que en el flyer tenía asociada una carátula con un dibujo que reconocí.

Era una imagen que él me mostró alguna vez, en algún boliche del puerto. Revisé y confirmé que el corto era sobre su padre, de ahí el dibujo (que, obviamente, era de su autoría). Invité, por ese film, a ese él a ver la exhibición…
 
Las luces estaban apagadas, sólo se oía la música cortina del film. Él estaba sentado a mi lado. Yo, desde nuestras butacas, revestidas de un cuero antiguo, noble y ajado, sentía sus ojos brillantes reconocer a la gente, los lugares y las obras que veíamos….  Durante la peli él, a veces, me explicaba cosas. Ahí supe, en verdad, quien fue el Gitano y  entendí por qué se hizo tan famoso.

El asunto con ese él tomó otro rumbo… Y así fueron pasando los años. Comenzó la era de los blogs, y yo abrí uno. Y él, al poco andar, también. Un día de 2006 leí algo que él escribió en su sitio. Se cumplían 10 años de la muerte de su padre.

O sea, pensé en ese momento, su padre estaba vivo el 92, seguramente en Valparaíso. Seguramente era medio amigo-conocido o habitué de gente de mi escuela, por eso se sabían la canción. Y bueno, recordé muchas cosas que él alguna vez me contó sobre el Gitano. Pero, entonces, yo no había sabido nunca de su historia….

(Lo que este “él” escribió el 2006, alguien, hace poco, lo citó en youtube, junto a la canción que su padre le escribió cuando él nació  (here. Ahí, en las fotos del inicio, padre -e hijo, en mi cabeza- se ven impresionantemente iguales). Ahora, esa no es la famosa canción, esa es "Valparaíso", (esta, cantada por el propio Gitano, en Alemania, el 82) y por si acaso, la letra ¡con acordes de guitarra! es esta-. Además, parte de la historia que este hombre me contó (que narró en su blog y que yo cito en el link de youtube), fue complementada, el 2009, por un amigo de su padre y cuyos datos, en parte, fueron validados por Mister “él”. - Todo ese relato, aquí.- ).

¿Y todo esto a qué viene?…

La Historia de esta historia…

Viernes laboral, cuando estoy al debe con tanta cosa que una trabajadora independiente como yo debe hacer para surfear las vicisitudes de la vida cotidiana. Y en eso estoy, organizando cuándo haré la propuesta del PNUD y cuándo escribiré la Estrategia para la Lily, entre otras cosas, cuando recibo un mail de la Sol (con un link para mandar mensajes a celular desde el pc y gratis, ¡TOP! este).

Recuerdo entonces que quiero comentar uno de sus post, y voy a su blog, y ella linkea algo, pincho y es una publicación anterior (suya), y la leo y ¡Zas! La emoción me embargó sin tregua.

Y todo entonces se transformó en canciones de guitarra. En historias de antes, que a veces son como de ahora. En risas y vida, y muerte un poco también, todo junto…. Y mis tareas se hicieron, de repente, tan lejanas y tan intrascendentes que necesité, visceralmente, parar, venir y contar.

El post de la Sol te lleva desde un camino lluvioso a una parcela con berenjenas y canciones de fogata, chistes, risas y política. Los 80 en pleno. Y, como en la serie de televisión homónima, también se te paran los pelos y se te paraliza el corazón, al final.

La mujer del relato de la Sol fue, después, MUY conocida en la prensa nacional y mundial. Pero en verdad no ella era la que cantaba ahí con la Sol y su familia, esa parte, de esa mujer y del gordo, se quedó callada, tan sólo expuesta por la voz de la Sol, no de las noticias…. Y pensé –tipo Bécquer- “¿Cuántas veces, así, duerme el genio en el fondo del alma, esperando una voz, que le diga, como a Lázaro, levántate y anda?”… 

O sea, ¿Cuántas veces nos callamos historias que parecen tan simples o pedestres y que no obstante son, o pueden ser, tan inspiradoras o tan mágicas… tipo el famoso discurso de Jobs?

Yo tengo de esas historias increíbles para tirar a la chuña… Me refiero a que conozco personas cuyas historias ganarían el Óscar y el Globo de Oro al mejor guión, producción y demás, por lejos. Historias de esas que calan profundo profundo.

Me puse a pensar en eso. Y con los ojos mojados, luego del post de la Sol, me puse a pensar en lo importante que son las canciones, ciertas canciones, para la vida de uno.

No necesariamente por las canciones en sí mismas, sino porque ciertas canciones, como esas del post de la Sol, se entonan, se cantan en ciertas circunstancias, en ciertos escenarios… que son momentos que a veces se guardan en el alma. Momentos, como los del relato de ella, que muchas veces forjan parte de la identidad o significan muchas más cosas, después.

(Como se ve en la peli Slumdog Millionaire, en varias partes, pero en relación con las canciones, con la parte del niño ciego).

Y también recordé que hace muy poco terminé de leer “10 mujeres”, el último libro de la Marcela Serrano. Y una de las mujeres, no recuerdo cuál ahora, va armando su relato según las casas donde había vivido. Pensé, en ese momento, que esa también sería una manera de contar para mí.

Luego imaginé que podría ser esa, o con los nombres de los hombres de mi vida…. Y bueno, ahora, pensé que hay tantas historias que se pueden contar desde la música. Eso pasa un poco en “Forrest Gump”. O sea, ahí hay dos relatos paralelos, el de él, claro, y el de la música.

(Hay otra peli, “Sueños de Fuga”, donde la estructura contextual se da con las artistas de Cine. Así vamos con Rita, Sophia, Raquel, etc.).  Pensé, entonces,  que hay varias historias de la vida que pueden contarse desde las canciones…

Curiosamente, algunos de mis últimos post han tenido, al menos en parte, esa componente. Como el de Violeta, por cosas obvias. El de, Las canciones que Wai Kitai me dejó, donde de hecho lo de "Wai Kitai" es por una canción (como explico en la última parte del post justo anterior a este). Y algunos otros, como este e incluso este . Y de antes tengo más, como este , etc.).

Y entonces me acordé de la historia de la canción “Valparaíso”, del Gitano Rodríguez, y lo que me pasó a mí con ella, cuando la escuché por primera vez. Y luego, en una tarde oscura de lluvia viñamarina, 12 años después. Y me dieron ganas de escribirla…

dimanche, novembre 06, 2011

Bye bye Wai Kitai

 

Hoy, domingo antes de las 10 de la mañana, sin mediar acuerdo previo, él llamó por teléfono. Me dijo que estaba a un par de metros de mi casa y que me traía las cosas que le he estado pidiendo,  insistentemente, por más de un mes… desde que supe que se iba de la ciudad.

En el proceso, pasó de ser alguien que yo quería, a ser una persona que no quiero ver más. ¿Cómo puede pasar eso?…  Es raro, pero ocurrió.

Entre pedirle algo, rogarle que respetara mi tiempos y los compromisos adquiridos, que dijera una cosa, que no cumpliera, que me dejara esperando, que no me pidiera disculpas, etc. Me hartó. Me agotó. Me decepcionó.

El tema es que en el intertanto, me dejaba enrabiada, comiéndome las ganas de echarle más que un par de chuchás (yo que evito eso, porque hace tan mal), haciendo el ejercicio de respirar profundo y preguntándome ¿valdrá la pena insistir, quedarse callado, volver a tratar en forma educada?…

Y me decía que sí, que yo quería recuperar mis cosas. Que ya había pasado el punto de giro, y que si no hacía el último esfuerzo nada habría valido la pena. Y así volvía a contactarlo, más de una vez, y él, todo campante: “ya mañana, ah, no hoy no… ah, ¿quedamos en eso?, no me acuerdo, es que estaba muy loco… Después te llamo” y demás respuestas indignas de un adulto.

Y yo ahí, diciendo “ommmmmmmmmm”…. y esperando que la próxima vez sí apareciera.

Hubiera preferido que la despedida fuera con abrazos, guitarra y vino idealmente, y con un “que te vaya bien”, al menos. No frío, sin palabras, en cinco minuto. Como fue.

Vini, vidi, vinci….

La cosa con más detalles fue así. Él llama un domingo temprano y yo tomo café en pijama. Pienso en si vestirme o no, no alcanzo a bañarme, pero opto por ponerme ropa.

Un vestido veraniego blanco, que me queda bastante bien (Pero eso da la mismo, yo me podría haber puesto un kimono, un bayby doll o un traje de astronauta y él no me hubiera dicho nada. Nunca me dijo que me veía bien o mal con algo).

Llega, me saluda, le ofrezco agua, té, café… No acepta, nada. Se ve bien. (No como la última vez, que llegó pasado a alcohol al teatro). Ahora anda con el pelo mojado o con gel. Un pantalón bermuda bonito y unas sandalias. No le conocía el atuendo. No quise preguntar, puede ser que me diga, como en esa otra ocasión, que se los regaló Ella. No quiero saber.

Él sale al balcón soleado que mira al verde del Cerro Santa Lucía, en el piso 19.

Reviso las cosas. Están los libros de esa otra historia que también debe sellar su fin (y ese era el bien más importante de todos para mí, el motivo de tantas insistencia, porque esa otra historia debe cerrarse completamente y este aspecto, devolver esos libros, era lo único que faltaba).

En la bolsa que me trajo venía también el libro de guiones que nunca le quise prestar. Que se llevó en febrero y que no terminó de leer para noviembre.

En una bolsa de cartón, dónde una vez le regalé unos pantalones que abrió en mi casa, y dónde, luego, le puse unas cosas que le dejé para su cumpleaños… estaban las herramientas que él fue eligiendo cuando arreglaba mi depa, y que se fue llevando al de él, sin siquiera decirme. Era obvio que sí, yo las pagaba, eran mías, pero él las usaba, para mí y para él también.

Había una cortapluma bien top. Recordé cuando la compramos y por qué… Le dije “¿oye, en esta cortapluma qué herramientas hay que no estén en la caja en forma individual”… “No sé”, dijo, con indiferencia desde el balcón. “¿puedes venir a ver”? le pregunté…. y él, con un gesto de “puta qué lata”, se aprestaba a caminar 4 pasos cuando le dije ¿”te interesa esto?”, mostrándole la cortapluma… y él dijo “No”. “Ah”, dije, “entonces no vengas”. Y guardé el elemento en la caja.

(Mi idea era reglársela, pero si no le interesa no le voy a insistir. Antes lo hubiera hecho, pero ya no me dan ganas de bancarme su habitual desidia de “por qué me haces hacer algo que no quiero” aunque miles de veces le parecía bien después, igual que a un niño. No sé si tenía otra, o no la usaba o no quería tener nada mío. Estuve tentada a preguntar… pero la verdad, pensé, da igual. No lo quiere, fin).

En el paquete estaban también los visillos de cortina que le di (y no le pedí, supongo que no los puso nunca y decidió devolvérmelos). El sacaldasono venía en su empaque (parecería que no lo usó, per creo que me dijo que sí, alguna vez).

Eché de menos la lámpara pero no le dije. Pensé en forma express “¿qué sale más barato, decirle y ver si me la trae de nuevo, o terminar con “no te la puedo traer ya”, o, en caso de, comprar otra?”. Y opté por lo último.

Guardé todo. No era tanto bulto… que, yo entendía, era la razón de su demora en llevarme las cosas, que le daba lata andar cargado…  No le dije.

Él seguía en silencio y solo en el balcón. Yo no sabía si salir afuera y hablarle de lo que fuera o no… No lo hice. Me puse a guardar loza.

Él entró a la cocina, me pidió un vaso de agua. Lo quise limpiar…. Él dijo “así no más”. Me contuve de decirle “pero espera un segundo que lo haga”, siento que no quiero discutir nada, y se lo paso tal cual. Le serví agua mineral sin gas fría. Mientras bebía le pregunto “Te mandé un mail ayer, ¿lo viste?”.

(Ayer, en un momento no sé si de iluminación o de estupidez, me dio ataque de dignidad y le mandé un mail que encuentro heavy. Donde le decía que me parecía pésimo su comportamiento, que lo que él había hecho en la oportunidad X se llamaba “estrechez de corazón”, y que era inaceptable.

Que como no le daba vergüenza que alguien tuviera que estarle cobrando todo el rato (por las cosas), que yo no me merecía ese trato, y entre otras palabras bastante fuertes, le dije que lo desconocía y que no tenía ningún interés en esta persona en la que se convirtió).

Yo no creía que hubiera visto el mail, por varias razones, pero también porque era raro que jugara al silencio luego de haber leído esas declaraciones. Pero, para mí su proceder, en general, no siempre, pero en casi todo, es imprevisible. Particularmente ahora, que está tan diferente….

Me dijo que no vio el mail. Casi le dije si lo quería ver en mi casa, y luego pensé que no. Que el lazo que alguna vez tuve, y quise tener con él, él lo arruinó, y ya está suelto y él está aquí para cortar las hilachas y darle punto final.

Tuve ganas de hablar hace un tiempo, pero él no quiso y ya fue. Mostrarle el mail es un detonante a una conversación que no queremos tener. Opté por no decirle.

Tomó el vaso y volví a verle el anillo plateado en su mano izquierda. Volvió a recorrerme ese viento helado por la espalda. Me acordé de todo lo que me pasó cuando me contó sobre la otra, hace tan poco tiempo. De todo lo que me dolió. Fue como una película entera pero en un segundo (los recuerdos usan una dimensión temporal distinta a la de la conciencia). 

Terminó el agua y dijo “me voy”. “Ok” respondí. Casi le dije “¿algo que decir, que conversar, algunas “últimas palabras”?… Pero decidí que mejor no. Que se vaya con su historia, su manera, su gente y su anillo. Lo dejé en la puerta. Le di un beso en la cara y entré. Se fue.

"Ahora sí se terminó” pensé. Aunque, si bien hubo algunos episodios medios confusos las últimas semanas, lo importante se había terminado hacía tres meses. Hoy sólo quedaba el trámite final. Y bueno justamente el haber realizado ese trámite perite decir, con propiedad, c’est fini.

Epílogo….

Sentí una liberación tan grande. Un especie de peso que se iba. También me dio mucha pena que todo fuera así, pero así era. Pensaba en las conversaciones de estos días con mi amiga. Sobre la coherencia y la dignidad.

Sobre que cuando las cosas no son coherentes en verdad, y/o cuando uno transa la dignidad, en pro de un bien superior supuestamente, igual, al final, no funciona. Alguna vez escribí sobre eso.

Este vínculo con Wai Ki tai se estructuró de una manera incoherente… yo lo permití, por supuesto, por echar a la soledad tan arraigada en mi alma, por querer tanto que funcionara… Y en pro de ello acepté tantas cosas inaceptables. Eso pasa cuando uno no anda bien.

Es como un imán de mala calidad, atraes a lo que corresponde a esa imán. Y no es lo que quieres. Y como todos sabemos, “lo barato, a la larga, cuesta caro”.

Este hombre se fue de mi casa. Ya no tenemos nada pendiente. No lo puedo sacar tan fácilmente de mi alma, pero lo saqué de mi celular.

Borré su teléfono, los mensajes que tenía de estos días, y los que guardé de antes. Porque…. porque una es tonta y guarda algunos mensajes de antes. Mal.

Y entonces vine a escribir un post acá que se llamaba “empezar y terminar”, que hablaba de cómo las cosas empiezan, terminan o terminan y empiezan. Este asunto lo detonó, claro, pero ´hay otras cosas que han empezado y terminado últimamente y tienen resonancias que ameritan reflexión para mí.

Como que me titulé de periodista el 20 de octubre…. Que fue un largo y tortuoso camino por muchas razones, sobre todo porque no me gustó la Universidad. Siempre sentí que yo no tenía nada que hacer ahí, pero ahí estaba.

Que entregué una crónica para una revista, que me felicitaron, pero aprendí que uno no puede disparar para todos lados…. Que leí dos libros en una semana, luego de leer muy pocos en varios meses. Y así. Comencé a escribir todo eso, pero me salió esto.

Mientras escribía esto escuchaba una y otra vez las canciones de la Guacha. La vocalista de ese grupo dijo, en una entrevista, que ella era “una guacha de corazón rotísimo”, o sea guacha de amor… Que le canta al desamor. Calzaba perfecto a este post. Las canciones acá.

Hasta donde hacer público lo privado y por qué….

Pensé en no escribir esto, que es muy personal y esas cosas… Pensé en ponerlo en un lugar más anónimo tb, pero luego pensé en por qué yo escribo…. No sé si alguna vez conté esta historia acá.

Un día del verano de 2005 yo estaba muy triste por esa otra historia de la que hablé en este post, y busqué en google “tengo pena”. Entonces, como en la tercera entrada, apareció un escrito de un tipo que lo decía… Revisé y era un chileno en Tokyo que decía eso, así, como en la personal… Yo había estado becada en Tokyo con pena, así que enganché.

Pasó el tiempo y yo visitaba esa página, veía que la gente comentaba, me di cuenta que no era un medio así importante sino tan sólo los sentimientos compartidos de una persona común. Me gustó. Así supe que existían los blogs.

Luego supe que habían más. Y leí varias historias, personales, algunas me gustaron, otras me sirvieron, etc. Un día pensé que así como a mí me gustaban y servían otras historias, quizá las mías podrían servir o gustar también. Y empecé a contar. Me comentaron y me encantó, y me sirvió. O sea, compartir no sólo era bueno para mí, también para otros. Y seguí.

Empecé a soltarme en la pantalla…. Pero se me fue la mano. Contaba cosas como si estuviera en el living de mi casa con mis súper amiguis y no en un espacio infinito y anónimo.

Y entonces el protagonista de esa otra historia, a quién nunca imaginé en ese living virtual, leyó mis escritos  y no fue bueno para mí. Cerré ese espacio y me prometí no revelar nunca más mi alma. Pasó un rato donde no podía evitarlo…. así que abrí un lugar anónimo y  luego otro secreto, me descubrieron igual, no sé cómo, me cargó. Volvía dejarlos.

Un amigo entonces me convenció de que no…. Y empecé a escribir sobre temas…no sobre la vida. Y abrí este lugar, en abril de 2006, con otro nombre.

Era raro, porque yo no leo casi blosg temáticos, me gustan los de la vida. Un día me pasó algo y fue la primera vez que publiqué en Azul una historia que etiqueté “alma”, fue este post , fue en junio de 2006.

Desde entonces, y cada vez más, escribí más desde mi alma, que siempre fue el origen de mi escribir, y de mi escribir un blog. Hasta que se hizo la tónica aquí.

Sé que hay límites entre lo que se puede decir “al mundo” y lo que no, tanto de mi vida como de los que me rodean. Creo que he aprendido a manejarlos más o menos bien, pero seguro a veces se me pasa un poco la mano…. no me gusta que pase. Pero he reflexionado que no creo que haya que callarse lo que a uno le pasa en el alma.

Si fuer así no existirían las novelas como Anna Karenina o el Quijote, ni las de Corine Tellado tampoco. No existirían canciones como las de la Guacha, ni teleseries, ni nada de eso que por alguna razón igual nos gusta. Hay quienes consumen más eso, hay quienes crean más eso, y otros que están como en los dos bandos. Yo soy de los dos bandos, y soy de las que crean. A mí me pasan cosas y me dan ganas de contarlas. Así nací.

Yo las cuento por varias razones. Porque tengo ganas. Porque se me salen de los dedos, se me escapan las palabras y necesitan un recipiente. A veces no se los doy, pero en general las historias las escribo en la cabeza igual. Siempre están.

Segundo porque seguro a más de alguien le pasa algo parecido y no sé por qué ayuda que a otro también. Nos gusta el enganchar con algo desde el “a mí también me pasó algo así”. (Eso tiene una explicación, tiene que ver con la identidad y la pertenencia y lo sé porque mi tesis de magíster en la UC fue sobre ese tema, pero no hablo casi de lo que sé acá, sino de lo que me pasa… Aunque sé muchas cosas).

Tercero, porque hace bien, me hace bien, registrar. Qué pasó ese día, qué sentí, qué hizo que me dieran ganas de escribir…. Cómo fue, dónde, qué dijo, qué no….

A mí me gustan que me cuenten las historias a colores, y me gusta contarlas así también. Me gusta imaginarme el escenario, el personaje, la atmósfera.

En fin, nací así, con ganas de contar. Mis insumos son cosas de mi propia vida que se van convirtiendo en post aquí. No hay una pretensión literaria. Sólo mostrar parte de mi mundo, para que las historias no se atoren en mi cerebro, para dejar testimonio y para ayudar a veces, también.

Y bueno…. si no es con “tenía anillo, me dio rabia”, y otras cosas no sé cómo uno se engancha… Y bueno, mostrar un poco pasa por pasar un poco de poder al otro. Y pensé que sí, es cierto, pero no me importa, porque me gusta ser coherente con quién soy.

Y soy alguien que le pasa esto, que le gusta contarlo, y que a veces a otros les gusta leer. Ahora, es cierto, hay que calibrar… y en este caso no sé si lo hice bien. Si alguien leyó tooooooooodo esto ¿le gustaría decirme su opinión en tanto si dije más de lo “adecuado” o no?….

Wai kitai….

Finalmente, y como diría el Rumpi, aquí va el folleto explicativo: Wai kitai es como una ella se refiere a un tipo que la deja, en una canción. Se supone que está en algún dialecto boliviano que desconozco. Y desde que escuché esta denominación, yo a él lo nombro así en mis pensamientos. Nunca le dije así a él en su cara, pero es su nombre en mi alma.

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