Llego a mi casa y falta instalar la cortina de totora que me regalaron para la entrada (y que debo ir a buscar). Veo, y ahí están los repuestos, nuevos, que compré en julio para arreglar el horno, ese día del partido de la U cuándo íbamos a hacer pan, ¿te acuerdas?.
Salgo al balcón y las manchas de la pintura, esa media plástica con la que pintamos los closets, están ahí, en el piso, y también en algunas partes del suelo del baño y la cocina.
Está también el riel de 2 metros que trajimos en el auto, con la ventana abierta, esa vez desde el Easy del Alto Las Condes, cuando fuimos para allá porque ahí estaba el Jumbo y necesitabas comer cosas sanitas por tu guata, y te conté que ahí vendían…
Ese riel era para la pieza donde están las cajas… que siguen ahí, como el riel, esperando su lugar definitivo… Y, así, podría continuar enumerando varios arreglos conversados, pero que se quedaron pendientes…
Es cierto que podría conseguir a un maestro para varias de esas cosas… El tema es que veo todo eso, te recuerdo, y hasta ahí llego con la acción. Me paralizo.
Me vienes a la mente haciendo todas esas cosas, y luego nos veo a nosotros hablando. ¡Hablábamos tanto! con música del computador y tomando vino tinto.
Echo de menos esas veladas, llenas de conversaciones, merlot y luces de la ciudad, comentando las cosas de la vida, con cantos y risas.
Echo de menos contar contigo para arreglarlo todo, (y mucho, últimamente, porque tengo unas goteras nuevas), pero, particularmente, extraño tu compañía.
Ahora en verano, que tengo tiempo, que los días son más largos y leo diversas cosas y cocino bastante, echo tanto de menos compartirlas contigo. Sí, pienso en eso y te echo de menos… un montón.
Y entonces me obligo a recordar lo otro. La parte mala para mí. Las desconsideraciones varias, en especial con respecto a mi tiempo. La distancia en varios flancos, que te esmerabas en que no se extinguiera… Recuerdo que me daba tanta pena y tanta rabia, que llegó un minuto que fue demasiado, inaceptable para mí.
Instauré entonces la ley del hielo, como estrategia o esperanza de que me echarás de menos, quisieras recobrar lo que teníamos e hicieras algo… pero me salió el tiro por la culata. Y me dolió. Mucho. Mucho más de lo que pensé que me podría doler…
También recuerdo que, antes de eso, pero también después, un par de veces mandé a la cresta esos sentimientos por un rato, y sí, fue bueno, pero también por un rato.
Luego esas sensaciones asquerosas de sentirse así, tan… prescindible, desechable y demás, retornaron con ese poder monumental que tienen las cosas que no se deben tolerar… Y bueno, la grieta se hizo presente… Y hasta ahí no más llegamos.
Recuerdo eso y me da pena, pero me vuelve la calma. Y ahí me obligo a no pensar en ti, y me resulta… Hasta que veo o escucho algo que, por alguna razón, me hace evocarte, como algunas de tus frases o palabras : “guatita”, “whatever”, “primitivo”, “hoy juega la U”, “ buena idea”, “esa es la actitud”, entre otras.
Entonces pienso en qué andarás… Y recuerdo esto y aquello e imagino en qué debe estar tu cabeza y tu alma en este minuto, y me doy cuenta que no tengo ni un milímetro de espacio ahí.
También me acuerdo que no somos amigos, y que no hablamos (y que seguramente no lo haremos más, ¿qué podríamos decirnos ya?). Me da mucha pena. Pero me digo que así es…
Normalmente todas estas cosas me pasan de noche, acostada, sola, cuando ya la mente está cansada y no decide…
Y entonces cuando mi memoria termina de darle vueltas a esos pensamientos, que debería archivar en un aparatado de “no abrir”, suelo decirme que mañana será otro día… donde puede ser que no te recuerde. Y sí, a veces lo logro.
El sueño se hace así mi mejor aliado, porque hace que te olvide… aunque sea por un rato… que, quizá, de a poco, se haga cada vez más largo.
1 commentaire:
mmm... no creo que por accidente, pero caí por acá.
también guardo muy buenos recuerdos, no suelo borrar a la gente como a los archivos en desuso.
no he vuelto a disfrutar vinos de aquella manera, ni soy inmune a la nostalgia.
un cariñoso abrazo.
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