Hoy fui a una entrevista de trabajo (sí busco pega, otra vez, atroz, pero ese tema amerita post aparte). El ir a esta entrevista fue una sorpresa de regalo de cumpleaños (sí, 4 de enero, como todos los años, 39 esta vez, que me carga reconocer pero así es; a uno de los 40). En fin.
Ir a esta entrevista fue una sorpresa porque creí que el proceso ya había sido resuelto. Mandé CV (por el diario), me llamaron a entrevista, hablé con el dueño. Me mandó al paso 2, al sicólogo. Y éste me dijo en una semana se sabría… Y ya habían pasado tres. O sea, yo asumía que no. Pero no fue así.
En el intertanto, mandé más mails, me medio comprometí con cubrir dos eventos, a hacer una entrevista y estaba “pololeando” con una oferta en el sur… Nada concreto… Pero con varios “anzuelos”, como dice una amiga mía muy querida.
Además, el martes vino a comer conmigo mi amigo de Londres y hablamos. Obvio salió el tema laboral. Y me dijo varias cosas, pero sentí que su principal consejo era focalizar el objetivo en lograr tener el trabajo. Luego se veía lo demás. Pero eso era lo primero. Parece de lo más lógico y cuando me lo dijo le encontraba toda la razón.
Al día siguiente, para mi cumple, me llaman para agendar esta entrevista. Para hoy. Es en un buffet de abogados de lo más inn. Puros cabros (+-30), salvo el dueño, 43 o por ahí.
La Entrevista
Me entrevistó “la guagua”… 27. Nombre y apellido cuicón, rubiecito y ojitos claros. Pantalón crema, camisa blanca rayada celeste, manga larga pero arremangadas 3/4, sin corbata, pelo corto, mocasines café. Sonrisa pep, voz raspadita y un amor. O sea perfil San Ignacio de El Bosque.
Él me dijo que el dueño le había pedido una segunda opinión, y por eso me entrevistaban de nuevo. (Raro igual que alguien más de 10 años menor que tú te entreviste… en fin).
Hablamos de esto y lo otro, muy grato todo, hasta que me dice “¿Disponibilidad?”.
Y recordé el seminario de las mujeres temporeras en la FAO al que me comprometí a cubrir, el Seminario de Transparencia que organiza el PNUD, y claro, la entrevista para el libro en Italia, y todo era para enero…
Cuando iba en camino a esta entrevista, supe que le iba a decir sobre eso. Que ya eran compromisos adquiridos, que yo no sabía de esta posibilidad, que salieron hace poco, en fin. Lo que no sabía era que le iba a decir más…
Y ahí, ante la pregunta del joven lawyer agregué: “Yo hago colaboraciones. No son muchas, no son siempre, no son todo el día. Pero pueden ser y luego requieren proceso (tiempo). Y me gustan y me sirven. O sea, necesito tener la posibilidad de cierta flexibilidad horaria”.
Me sudaban las manos cuando le decía. Pensaba que la estaba embarrando, que me estaba poniendo la soga al cuello sola. Que el objetivo era tener la pega, no ponerse regodiona sólo por “el por si acaso”. Que no tengo ropa para ponerme regodiona en este momento, no hay nada bajo la manga. Nada seguro ni bueno. Esto era estable…posible… Y yo ahí, exigiendo… ¿sería imbécil?
Ya me había pasado tanto llegar a “oye, súper cv, ¿expectativas de renta?, ah no, sorry, fuera de presupuesto, gracias por el interés igual, bye”.
(PUTA que me da rabia eso de que te pidan expectativas de renta. Debería ser ilegal poner a una persona que anda buscando trabajo en la posición, además, de adivinarle el bolsillo al potencial empleador. Uno obvio que quiere más. Quiere que alcance para lo básico al menos, pero quiere más. Quiere que sea, por lo menos, justo por las funciones, tiempo y responsabilidad que asume. Nadie va a buscar pega por altruismo, para eso se hace voluntariado. Y “adivinar” lo que el otro está dispuesto a pagar no es simple. Sobre todo porque las ofertas son del tipo “ Lugar serio que es súper top, busca profesional de excelencia para…. y luego “no, fuera de presupuesto”. El único indicador que uno sabe “ah, es poca plata” es “con poca, nada o hasta un año de experiencia”. Que pusieran las rentas le ayudaría tanto al país, y a los futuros estudiantes, a saber cómo en verdad son las cosas. En fin, eso es para otro post, y sorry por las malas palabras… pero me indigna esto).
El asunto es que yo sé que ponerse regodiona significa “Next” para uno. O sea, que mejor NO. Porque el precio es seguir sin pega… Y la angustia, y los fantasmas de vivir en la calle, etc. Si no hay plan B, NO o es el momento para ponerse a no dar facilidades…
Pero, a pesar de todo estos pensamientos y certezas, de toda mi lógica impecable, de todos los buenos consejos de mis amigos y mi almohada, ahí estaba yo poniéndome “exquisita”.
Había algo en mí que exigía contar con cierto grado de libertad explícito, para poder al menos considerar la idea de manejar un poco mi tiempo, sin tener que inventar una muerte de un tío en Tumbuctú o conseguir una licencia médica.
El chico perfil anotaba, me decía cosas como que me entendía, me encontraba valiente por decir (y yo pensaba ¿serás tonta? ¿hasta ayer no decías que cualquier cosa con tal de poder pagar las deudas antes que sigan creciendo aún más?… ¿y entonces por qué esta exigencia ahora ?). Pero ahí seguía yo… Tratando de equilibrar mi pedido.
Y así me sale “que por supuesto dejaría coordinado las cosas, como cuando uno se va de viaje, para que todo funcione y obviamente tendría prioridad la oficina y evidentemente avisaría con anticipación"… Y tal.
Y yo, mientras me escuchaba decir todo eso, que me fluía como lava de un volcán sin tregua, pensaba en mi cabeza estratégica ¿pero qué estás haciendo, por qué poner tanta limitante por algo que es tan poco usual, por qué poner en jaque la posibilidad de una pega, estable que tanto necesitas, por la eventualidad de unas colaboraciones, no escuchaste ayer a tu hermana capa que te dijo que no estábamos para ponernos románticos, no le encontraste razón a tu amigo de que primero entrar, luego el resto… y entonces, por qué esta conducta, se te salió un tornillo?…
En fin. La conversación duró hora y media. Fue muy entretenida para mí, él dijo que fue muy interesante para él y creo que los dos lo pasamos bien.Fui a almorzar entonces con mi amiga de la FAO. Le conté.
Los otros
Ella es igual a mí… Y me entiende. Y claro, hablamos de que uno sabe cómo son las cosas y que al final siempre emergen…
Le conté sobre un amigo-colega, que dejó sus clases, o sea, sus extras (que en miles de casos son 1/3 del presupuesto que uno requiere) porque en su pega estable –algo tan escaso y pretendido- le dijeron que no podía seguir con ellas, porque eso implicaba llegar dos mañanas media hora tarde…
Él hizo clases varios años, no sólo le dio dinero extra (eso es, extra, se paga muy poco, lo sé, fui profe de U 7 años), pero te dan muchas veces, no siempre –como se cuenta acá- pero la mayoría de las veces sí, cosas invaluables: Ganas de saber, sentido de que estás en lo tuyo, que aportas a ti y a otros, necesidad de estar actualizado… En resumen te dan vida, esa que justo se denota cuando vas a una entrevista, y ven que tienes energía, seguridad, conocimiento… para tener eso, dar clases es wow).
Bueno, este amigo, igual que yo el 2007, optó por su pega estable y dejó sus clases. No eran compatibles, según los empleadores, claro.
El asunto es que ese extra, en ánimo y en plata, se fue a las pailas. Ahora teme que lo echen y quedarse sin nada. (A mí me pasó.) También recordé lo que me pasó con tres personas, distintas, en la vida. Donde yo dije “así sí y así no”… Y me arriesgué, pero fue sí. Y fue perfecto, en esos ámbitos al menos (no laborales).
También recordé un par de situaciones laborales, donde no dije desde el principio… Para no tener la opción de un No. Dije que sí no más. Y sí, tuve la parte buena, un tiempo. Pero la parte mala, que efectivamente llegó, a veces antes y otras algo después de lo estimable, fue MUY MUY mala.
Por otra parte el 2010 y parte del 2011, para titularme de periodista, hice una tesis sobre la Ley de Transparencia, y sé que al final todo se sabe y que uno se ahorra tanto dolor y problemas con claridad desde el principio.
Este año todo eso se evidenció tanto con las marchas, lo de Hidro Aysén lo de las isapres (sus enormes utilidades), las AFP y la “sociedad” con los bancos (que lucran a intereses usureros con la plata cautiva de los trabajadores), lo de la OCDE (desigualdad de Chile), lo de Karadima (el abuso en todos los sentidos), los 80 y demás producciones fílmicas que retratan el período de represión que tanto se ha relativizado, lo de “dictadura versus régimen militar”, lo que leí en Ciper sobre la RSE del ejército, y tanta otra cosa, que evidencia que es mejor poner las cartas sobre la mesa, al menos las que uno conoce y sabe que serán o podrían ser tema, desde el inicio.
Pero, cuando se trata de uno, cuando revelar puede tener un costo importante en cosas relevantes para ti. Como quedarse sin la única posibilidad de trabajo cuando estás endeudado hasta la tuza… Puede que sea coherente, valiente y hasta inteligente decirlo. Pero es prudente y, al menos en primera instancia, conveniente, callarlo. ¿Qué hacer entonces?…
En fin, hablamos con mi amiga de cuando uno sabe pa dónde va la cosa, pero la premura es tal que uno dice “filo, en el camino se resuelve la carga, y ahí veremos, y a lo mejor tengo suerte, y tal”… Y luego, habitualmente, pasa lo que se temía. Y duele. Y cuesta. Y uno dice “si yo sabía”… Y sí, a veces vale la pena... Pero casi nunca.
Las preguntas y los miedos
¿Cuándo sí y cuándo no?… para mí, en lo laboral, el factor dinero importa, y harto, pero curiosamente puede no ser el determinante… Pero en este caso, según yo, lo era.
O sea, no tengo ni uno, necesito pega urgente, digo que acepto lo que sea… Pero a la hora de los que hubo me pongo así… No entendía qué pasaba conmigo. Aunque mi amiga me entendiera. Aunque yo supiera que decir la verdad desde el principio puede ser mucho mejor después, primero tiene que haber la opción de un después…. O sea, un “sí, acepto” primero. Y yo no tengo.
Esta vez, si bien la urgencia existe, realmente, yo no sabía por qué permitía que estas eventuales colaboraciones estuvieran poniendo en jaque mi potencial contratación… Simplemente no pude evitar dar cuenta de ello.
Después de almuerzo iba a ir donde mi papá, a la piscina y a ayudarlo con unas cosas… Pero me agoté con todo eso y me vine a mi casa.
Algo me pasaba… Quería leer, ver tele, descansar, comer y pensar… Necesitaba pensar qué estaba mal conmigo, qué iba a hacer con mi vida… ¿Habría algún camino? ¿Estudiar fuera de Chile, una beca?… Y todo se me aparecía tan difícil a estas alturas….
¿Me iba a quedar sin nada por andar pidiendo cosas que son “lujos” en mi situación? ¿Por qué soy así y hago estas cosas?… Y así se me fue un buen rato divagando con “Las Películas de mi vida”, de Fuguet, casi por terminar, en la mano. Hasta que me agoté de nuevo y vine a mi cama y prendí la tele….
Delfina y José Ignacio
Estaba la Delfina Guzmán. Ella siempre me cayó regio, pero me cayó aún mejor cuando la entrevisté, en su casa, el 2011 , para el libro, como en agosto. Así que me quedé pegada en TVN.
Era el programa “Fruto Prohibido”, nunca lo había visto. O sea, nunca me había detenido a verlo, pues además de que casi no veo tele local (salvo “Sin Dios ni Late” el último tiempo, y “Los 80”, por supuesto), el par de veces que hice pausa en ese programa… Me aburrí.
(Y eso que la Kathy Salosny me cae regio también, sobre todo desde el 2005 cuando caché que era alumna de yoga de mi amiga querida, pero me da vergüenza ajena que en un país como este, con quién ande o deje de andar fulano o fulana sea tema, habiendo tanto problema real que debería hablarse…).
En fin me quedé viendo a la Delfina. Me encanta ella, la encuentro top… sube el nivel de la conversación. Luego apareció la Pamela Díaz… casi me fui del canal, estaba buscando el contro remoto para cambiarlo de hecho, cuando le preguntaron a la Negra algo de que quería cambiar su apellido…
Yo, debo reconocer, pensé “ah no, la estupidez ya se puede legalizar y todo” creyendo que ella quería cambiarse el “Diaz” por algo más “rrrrrrizonante”. Esperé para confirmar… Me tuve que morder la lengua. No era eso. (Menos mal).
Pamela contó entonces que ella no tiene ninguna relación con su “padre biológico” (qué heavy tener que hacer estas distinciones verbales…). La Negra dijo que no sabe si está vivo o está muerto, que ella tiene un papá, el que la crío, que se llama no sé cuánto Álvarez, y ella cree que hay que ser agradecida con el cariño y el amor que recibió y por eso quiere ponerse el apellido de él.
Los animadores le preguntaron cosas, como si no necesitaba saber, qué pasaba con la identidad, si este tipo de había querido acercar, etc. Pamela decía que ella no tenía una carencia y que a ese señor no le conocía y no le interesaba conocerlo, entre otras cosas.
Yo pienso igual, pero me llamó la atención esta postura. Tan clara y tan firme. ( Y recordé que la postura es un poco al revés al final del libro de Fuguet, que terminé ayer).
Delfina entonces dijo que le encontraba toda la razón, que no se pueden inventar los vínculos. Era interesante lo que decían…. Para algunos generar aunque sea medio a la fuerza ese vínculo con el progenitor es relevante, y para otros eliminar el apellido que te recuerda algo que sientes que no eres es la tónica.
Era interesante lo que decían, porque cuestionaba el concepto de verdad personal. O sea, Pamela sabía quién era, el tema no era la identidad. Sino que para ella, su verdad es que el señor Díaz no es nadie. Y para tener coherencia entre su verdad y su identidad quiere cambiarse el apellido. Seguí viendo.
La voz del alma
Entonces traen a “José Miguel Valenzuela, un padre normal, que salió del closet, y ud. ni se imagina de qué hablan”, dice la introducción a la nota.
El aludido es un señor de 60 y algo, medio guatón y medio pelado, canoso, de ojos azules y de una mirada sonriente. Con señora, 4 hijos, varios nietos y uno en camino. Un tipo adorable a los dos segundos de pantalla.
Y entonces aparece que es el padre del guionista José Ignacio Valenzuela, quién hace algunos años, le reveló que era gay.
Y mostraron cómo su familia tomó eso. Su papá, que parece Viejo Pascuero, gordo, blanco-colorado, bonachón de presencia… Su mamá entera linda… Hablan de que fue nervioso conocer a Anthony, la pareja (claramente amanerado) de Mister Valenzuela. Cuentan también que el abuelo, el padre del padre, se enojó mucho… pero al par de días lo llamó llorando y le pidió disculpas. Terminó la nota.
Apareció el padre en el estudio. Yo estaba impactada, algo me pasaba en el alma, y después caché, gracias a la Delfina que dijo la palabra… Yo, como ella, estaba profundamente conmovida.
No sabía por qué, pero me conmovió esa apertura, esa aceptación…
A este guionista lo conozco. No somos amigos pero me cae top desde siempre. Fuimos compañeros de colegio (él un año más arriba que yo). Tomamos, como a los 15 años, un taller de literatura juntos, en Vitacura, con Ana María Güiraldes (que era amiga de la mamá escritora de una compañera mía de curso, y era, supe hoy, tía de él -Güiraldes es su segundo apellido-).
Nunca supe que era gay, no lo pensé tampoco. Nunca supe de alguien homosexual de mi colegio.
Lo que decía el padre era de un juicio tan lúcido… Entonces aparecieron sus hijos hablando de él. Su hijo en Sydney y José Ignacio.
Ambos orgullosos de este padre… No hablaron de que era un trabajador incansable, un tipo recto, de rigor… etc. Hablaron de un hombre cálido que les dio espacio, apoyo, amor incondicional… J. Ignacio dijo “todos deberían tener un papá como tú. Eres como el premio gordo de la lotería”. Se me llenaron de lágrimas los ojos. Creo que después de esas declaraciones, sinceras y conscientes, sería imposible para un padre pedirle más a la vida.
Le preguntaron por Anthony. Él dijo que rápidamente se hizo parte de la familia. Que es ultra querible. Que si una de las niñitas (sobrinas de JIgnacio) está enferma en Sydney, él se pega el pique a verlas, cuidarlas… y “el pasaje no es barato”…
La mamá de Jignacio , en la nota, de hecho dijo que cuando se van, ella echa más de menos a Anthony, que es más compañía para ella… También le preguntaron a este señor qué pasaba cuando le preguntaban quién era Anthony, y él respondía “la pareja de mi hijo. Y entonces si hay algún problema, es del otro”.
Yo veía y escuchaba todo esto y una luz me tintineaba en el alma… Entonces enfocaron a Delfina, y le preguntaron qué le pasaba… Y ella dijo: “Qué poderosa es la verdad. Uno a veces tiene miedo, pero qué poder tiene la verdad cuando chas, va derechito, dice lo que es. Estoy profundamente conmovida”.
Hablaron de más cosas, lo de una madre con hijo gay… de decir las cosas como son (de lo que se jacta Pamela), de que los UDI son tontos (según Delfina) y que no se puede eufemizar la dictadura, que eso fue y se llama así… O sea, hablaban de decir la verdad.
Yo veía a J Ignacio tan feliz, a esa familia tan feliz, tan inteligente y tan sana en su discurso…. Tan cercana. Tan despojada de tonteras. Pero seguramente asumir esa condición para este joven, alto y rubio escritor, en su minuto no fue tan fácil. Quizá. Seguramente intuía que sería bien recibido, teniendo gente tan evolucionada en su entorno. Pero para muchos no es así.
Muchos que se han atrevido a salir del closet han padecido lo “primitivo” de su entorno. Una aislación. Y uno puede pensar ¿para qué dicen, por qué no se quedan callados, y hacen lo que quieran puertas adentro, por qué uno se tiene que andar enterando por dónde les gusta, y tener que tener una posición de aceptación porque es lo políticamente correcto en el siglo XXI?…
Y creo que esa necesidad de poder ser reconocido en tu diferencia te gana. Le gana a la conveniencia. Le gana a la cabeza lógica. Y son estas revelaciones, estas demandas, las que logran cosas. Las que logran cosas, como que las mujeres voten.
Eso pasa porque en un minuto las mujeres decidieron tener derecho a pensar y decidir…. Y frente al “pero lea en su pieza y converse aquí en la casa conmigo y mis amigos, y yo le prometo que voy a canalizar sus ideas si son buenas…. votar es para los hombres… usted lea tranquilita pero para usted, para la galería, cocine y borde”… Pero hubo mujeres que también sólo querían tener un espacio para decir, y eso pasaba por mostrar que pensaban, que proponían, que decidían.
Ser reconocido por lo que uno es en la sociedad, es importante para las personas. Y pasa a ser determinante en ciertas ocasiones. Tener el derecho a… al margen que lo ejerzas. Así nace la burguesía, de hecho (que tenían educación y dinero, pero no derecho a tomar decisiones por no ser nobles de cuna).
Y en términos más domésticos tener, por ejemplo, el derecho de acompañar a tu pareja, con o sin papeles. Y ahí JIgancio dijo que a él le daba pánico no poder entrar a la UTI si a Anthony le pasa algo, pues no es pariente directo.
Ahí entonces uno entiende que revelar ciertas condiciones no sólo son importantes a nivel cultural, lo son a nivel práctico. Y por eso la gente lo hace, por eso se enfrenta al miedo que le da decirlo y a las posibles consecuencias, buenas o malas que pueda tener, porque estar contenido tiene fecha de caducidad. Es así. Somos seres emocionales.
A la Delfina entonces, o antes, no recuerdo bien ya, le preguntan por el teatro. Donde ella dice, algo que a mí me explicó en persona en forma detallada, que ella dejó a su primer marido por el teatro. El costo fue que le quitaran la tuición de sus hijos. Y que ahora éstos lo entienden, cuando ella lo supo plantear. Pero fue tremendo el costo. Y ella explica, entonces, algo así:
“Cuando yo me subía al escenario, inmediatamente la felicidad era plena. Completa. Y la búsqueda de la felicidad es algo muy importante, trascedente. Y cuando la encuentras, cuando sabes que la encuentras, simplemente no puedes renunciar a ella”.
De alguna manera todo esto se me vinculaba con mi entrevista. Con lo que dije, a pesar de todas las necesidades y miedos que tengo.
Recordé entonces algo que le leí a la Pilar Sordo en “Con el Coco en el Diván”, hace poco. Cuando le decía a sus pacientes adolescentes que al pensar en una carrera, pensaran en eso que si lo tuvieran que hacer mil horas, al final del día iban a estar felices…
Y si bien sé hace tiempo que la verdad nos hará libres y que siempre se sabe, no sabía que puede tener el poder de trascendencia de hacerte la persona que eres, y que sin eso, nada va a funcionar.
La revelación
Y entonces entendí lo que me pasó hoy con el abogado bello del buffet ABC1. Yo necesito sentir cierto grado de libertad para administrar mi tiempo. Necesito saber que puedo ir a entrevistar a alguien o a un seminario porque eso me da extras invaluables, me nutre el alma, a veces me da dinero también, pero no siempre, pero me da ganas de crecer. Necesito no tener que mentir para poder tener derecho a eso…
En el servicio público hay días administrativos… En la Cepal no se trabajaba los viernes, no se marcaba tarjeta, en el Fonasa yo era del equipo directivo y si tenía que faltar, avisaba, no pedía permiso. Y bueno, las clases son por horas. O sea en general he podido administrar mi tiempo 8claro, N veces implica quedarse hasta las 11 pm o más incluso, pero para mí vale la pena). Y cuando no pude tener eso, lo pasé pésimo.
Sé que lo privado son miles de horas, normalmente no te pagan horas extras, e ir al sicólogo, al dentista o a entrevistar a alguien es un problema, entonces la gente o no lo hace o consigue licencias e inventa cosas… Yo no sirvo para eso. Esto de la esclavitud pagada (y a precio de huevo normalmente) es malo para todos.
Yo sé que todos queremos sentirnos dueños de nosotros mismos, pero que por las exigencias de la vida diaria no siempre se puede y demás, que no es fácil… Que puede tener costos heavies.
Incluso el suicidio, para muchos, como sabemos, se da por la incomprensión del entorno y/o el no poder sobrellevar su propia condición de diferencia (de homosexualidad, pero tb de mujer, de artista, de pobre, de triste, de minusvalido, de viejo, etc.). O sea, una condición distinta a la que se quiere o se necesita en el contexto X para tener cierta normalidad.
Es por eso mismo que hay N gente que no sale del closet, en toda la amplitud del concepto. O sea, no decir una verdad cualquiera porque quizá puede se teme que el resultado peor, por ejemplo acusar a alguien de algo. Como a un golpeador. Como a un jefe inadecuado. etc. Lo entiendo.
Y hay gente que, pese a la eventual y probable inconveniencia de revelar, no puede evitarlo. Porque siente que es imperativo, que no puede callar ni transar en eso simplemente, porque si lo hace se va a la cresta y nada tiene sentido… Es determinante, como una necesidad biológica, es, guste o no. Y lo hacen, cueste lo que cueste. Yo, con respecto a pedir cierto grado de libertad, soy así.
No es que quiera ser así, no es que encuentre que está bien o mal serlo, no es que no quiera contenerme… Simplemente es como respirar para mí. Como querer escribir. Como medir un metro 62. Es no más. Y negarlo u ocultarlo, no sé por qué, no me resulta, aunque quiera.
Eso era lo que me pasó hoy en la entrevista. Necesitaba, como Delfina, como JIgnacio, no ocultar mi verdad determinante.
En mi caso no es un oficio o una tendencia sexual poco adecuada a mi medio social, como ellos, es una necesidad laboral que no cae bien: cierta libertad y flexibilidad horaria. Se entiende: con ciertas condiciones de dejar cosas listas, pero sin tener que recuperar tiempo y sin tener que mentir.
El medio laboral es déspota. Me gustaría ahondar en eso, pero es para otro post, como ya dije.
Yo no pude dejar de pedir esta cierta eventual flexibilidad. Quizá por decir la verdad desde el principio, me pesquen. O quizá justamente por eso mismo, como saben que mi disponibilidad no siempre será completa y exclusiva, entonces no. Y yo me pegue, otra, vez, contra la pared.
Hasta hoy, sentía que yo podía ser tonta con esta postura, tan poco estratégica. Luego de este programa, de lo que dijo Delfina del teatro para ella o Jigancio y su salida del closet, entendí que no es una decisión, es una condición, una verdad, que es demasiado poderosa… Inocultable.
Y que sí, hay gente que la puede esconder a un precio atroz, otros la revelan a un precio atroz también. Pero que hay gente que no lo puede, casi biológicamente, ocultar. Yo soy de esas, con respecto a la libertad personal. Necesito sentirme libre para poder respirar.
Y sí, ha tenido, tiene y seguramente tendrá costos altos, a veces hasta impagables, para mí. Capaz que me arrepienta, como N veces cuando me dicen “fuera de presupuesto” y yo pienso que por qué no pedía menos… Y sé por qué… Por qué ya llega a ser indecente, pero igual me lo digo, porque es más terrible no tener nada.
Pero cuando llega otra oportunidad, lo vuelvo a hacer. Me supera. Aunque quizá la realidad me supere después. No sé. Espero tener un golpe de suerte, como Delfina que pudo actuar, o Jignacio que pudo compartir con Anyhony y con su familia, y hasta en la tele…
A mí, quizá, me aparezca un empleador que entienda que darle espacio a cierta libertad personal, materializada en cierta flexibilidad horaria, puede darle a sus empleados un valor agregado importante para sí (como en Google)… Y entonces, quizá, valore que yo lo sepa y lo plantee desde el principio. Ojalá aparezca pronto, veremos.
Links:
Pd- Hoy iba en el taxi y escuché “La mujer que yo quiero” de Serrat…. y cuando dice “pero ella es más verdad que el pan y la tierra”, me tincó ponerla en este post. Y luego, siguió y me tincaba más y más… Y cuando dice “contra su calor se pierde el orgullo, y la vergüenza” supe que esto era para este texto.
Yo creo que eso pasa, cuando se dice una verdad importante para uno, al margen del costo, ante el calor que le da el alma, se pierde el orgullo y la vergüenza… Y sólo queda que es verdad, y que uno está atado a esa yunta… La canción, con voz de Serrat , con fotos y con la letra.
2 commentaires:
Qué bien escrito, Kati. Dices muchas cosas ciertas, haces pensar. Se me agolpan mil ideas. Da para un café bien largo. Un abrazo.
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