jeudi, avril 23, 2009

Por los encuentros tardíos

7 años que no hablábamos así en relajado.

Me avisó por mail un día que estaba de viaje, que llegaría el domingo y que me llamaría. ¿Sería cierto esta vez, o sería como el último “te llamo”, de hace 7 años?...

Domingo, 1:30 am. Silencio en mi casa, leo en mi cama y mi celular, en el living, suena. Grrrrrr ¿Quién se atrevería a esa hora?... Él. Él se atrevió.

Entre que lo reté y la sorpresa de oír su voz raspadita de nuevo, se nos fue un buen rato. En dos segundos me volvió esa afinidad en el humor que había olvidado. Nos reíamos sin parar, mucho mucho. Fue todo muy divertido. Yo escuchaba su risa, y lo recordé: él se reía con toda la boca y eso me encantaba.

Decía que le había llegado “el viejazo”, que estaba lleno de canas y de arrugas, que la foto de Internet que vi era de hacía como 10 ó 15 años… Me dijo también que vio “Flores Rotas” y que tenía ganas de hacer ese recorrido, como el del protagonista. (O eso le entendí). Imaginé que me contaba eso, porque yo sería una estación del peregrinaje. Me gustó.

Y entonces me dijo “Yo sé que me porté mal contigo. Es que no supe cómo responder a todo ese cariño que tú me diste”. Wow, más vale tarde que nunca, pensé para mis adentros. La conversación así oscilaba entre emociones antiguas y una hilaridad desbordante. Cerca de una hora después, quedamos de vernos el miércoles.

Nos maileamos para coordinar y le pregunté si me traería una flor… Me llamó ayer a la hora convenida de encuentro, y qué donde estás, y que me equivoqué y que juntemos en tal lugar. Y emprendí el rumbo al punto indicado.


Caminando por providencia, miraba a los hombres que venían en sentido opuesto, bajo las luces tenues de los faroles de la vereda. ¿Será?, no él no fuma. ¿Y ese?, no, no se vestiría así. Y ese… No, y así. Unos 5 hombres. Y entonces, no tuve ninguna duda.

El andar liviano y elegante. Un ambo oscuro y camisa clara, el pelo corto como siempre. Era él. Estaba igual de lejos. Lo saludé con la mano, parece que se sorprendió.

Nos encontramos. Igual. La mandíbula cuadrada y la sonrisa pep. Los ojos muy brillantes. Dijo estar un poco resfriado y le pasé mi pañuelo-bufanda de hilo naranja. “¿En serio?” dijo. “¡Claro! Te queda bien, hasta te ves cool” le contesté. Y nos reímos las dos cuadras que anduvimos en dirección al Santo Remedio. (10 mil años que no iba a ese local).

Brindamos por los encuentros tardíos. Nos contamos cosas de antes y de ahora, matizando con la tabla de ostiones, quesos y aceitunas. Nos reímos hartas veces. A veces nos quedábamos callados.

Le dije que estaba igual (de lindo, se entiende, pero no se lo explicité), y era cierto. Él dijo que yo no, y agregó: “tú estás mejor que cuando te conocí”. Ja. Me dio risa. Palabras de buena crianza y de galán, supongo. Pero lo reiteró al rato. Si es cierto o me lo dijo de amable, no importa, me gustó escucharlo de todas maneras. Obviamente.

Hablamos de los Don Juan y del Príncipe Azul. De los bichos raros. Las bicicletas. Los proyectos en “nosotros” o en “yo”. La incidencia de la vida virtual en la real, de los hermanos… Y muchas otras cosas.

Nos fuimos pasadas las 11 de la noche a su citycar azul. Ya no tenía un jeep. Era raro, para mí él es de cerro y de jeep, aunque se vista de terno. Yo creo que para él también, pero… Ahora tenía un auto cool y chico. Me abrió la puerta, y me llevó a mi casa.

Se estacionó, se bajó y me acompañó hasta la entrada de mi edificio. Lo invité a tomar un té, porque soy lady, pero dijo que no. Me dio un abrazo… No me acordaba lo flaco que era… Le agradecí todo, y él también a mí. Se despidió con un “que se repita”. Eran las 12 de la noche. Y ya hoy es otro día.

Imagen: De un blog increíble de cultura griega (filohelenismo) y en particular de este post, de 2007.

1 commentaire:

Flavio Camus a dit…

el dulce y embriagador aroma de los recuerdos que nos transportan a tiempos mas felices y apacibles.
Es rico reencontrarse con las cosas benas de nuetra vida, nos ayuda a ver que no todo ha sido en vano, y que hay buenas historias que contar, recordar y compartir.
Un agrado que la vida te traiga esos momentos en que el aire es fresco y la vida se ve mas luminosa.
Es como para decirse a si mismo, despacito, solo para la almohada, susurrando: "hoy ha sido un buen dia".
Saludos
Flavius

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